Hola extraño: me gustas.

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26 de julio 2018

 

 

Jerry, sé que tenía un montón sin saber de mí y de seguro te andabas preguntando donde estaba… Bueno, en el diario, supongo. En la vida real nos vimos el lunes, pero en cuestiones de desahogo real no he tenido mucho que contarte en los últimos días. Hasta hoy.

Desde que Ivy se fue a esas vacaciones he estado algo ocupada, no porque en realidad haya trabajo en la floristería, que no. Sino porque Ivy se pasa todo el día llamando. Sé que no confía mucho en mí y que la única razón por la que no me despide es porque nadie más está tan desesperado como para aceptar este sueldo, pero nunca lo había dejado tan en claro como en estos días.

Me agota tanto con su voz que cuando llego a casa ni siquiera tengo ganas de jugar con la x-box y eso que mamá me compró nuevos juegos en una venta de jardín que encontró por ahí. El lado bueno de la explotación es que no he peleado con mamá en dos semanas; el lado malo es que no había visto a Omar en días. Hasta hoy. Sé que lo sospechabas, Jerry, no finjas.

Lo que pasó hoy fue tan impactante que me pasé toda la mañana dibujando corazones en una servilleta en el trabajo. Fue tan impactante que no me importó llegar a casa y encontrar a mamá, la vecina del frente y su gato nuevo tarareando canciones de Ana Bárbara con tazas de té de manzanilla. Fue tan impactante que ni siquiera me he quitado los zapatos y ya estoy escribiendo… en fin.

Estaba sentada en la cafetería, como casi todas las mañanas, intentando sacar una pajita de mi chocolate (larga historia) y él se acercó a saludar. Y luego me preguntó si me molestaba si se sentaba conmigo. Claro que negué, Jerry, pero en realidad hubiera querido usar mi mejor voz y luego entablar algún tema de conversación.

Él se presentó, algo así como “Por cierto, soy Omar” y yo apenas pude murmurar mi nombre, pero no recuerdo si dije Leny o Elena o Lady Diana, estaba ocupada intentando disimular mi mareo, porque me mareé Jerry y me dieron nauseas nerviosas.

Por suerte él siguió hablándome sobre los cruasanes y las personas que habían ocupado su lugar de siempre en la barra. Se sintió como si estuviéramos en una cita. Una cita a las ocho de la mañana en la que yo apenas abrí la boca, pero cita al fin. Omar se despidió cuando al fin le entregaron su pedido y yo me quedé como boba veinte minutos más.

Llegué tarde a la floristería y había cinco llamadas perdidas de Ivy. Luego arruinó un día que inició de maravilla diciendo que volverá mañana y que me tomara el día. Hubiera sido una buena noticia, pero no lo fue del todo porque lo único que he podido pensar después de eso es que no tendré la oportunidad de ver a Omar mañana.

 



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En el texto hay: obsesion, diario, psicologo

Editado: 18.04.2022

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