11 de septiembre 2018
Oh, Jerry, Jerry…
Tú no puedes verme (obviamente. Si puedes no me digas que me espanto), pero estoy sonriendo como tonta y justo ahora acabo de suspirar. Jerry, sé que no vas a creérmelo, pero acabo de pasar la tarde (poco más de una hora) con Omar.
¡Ay por Dios! Tengo ganas de chillar, pero tendría que explicarle el por qué a mamá y solo eso me detiene. Cuando llegué a casa, ella y mi vecina estaban viendo una película, pero ni me importa porque estoy de demasiado buen humor. No había cena para mí, pero tampoco me importa porque ¿A qué no sabes qué? Como cruasanes con Omar.
Jerry, podría pasar toda la noche hablándote de él, y ni siquiera tengo cabeza para sentirme avergonzada. Me encanta como sonríe, su tono de voz, la forma en la que se sienta cuando está interesado en la conversación… Tiene sentido del humor, le gusta el chocolate. Jerry, es perfecto. Creo que me enamoré.
Y lo más importante de todo:
Hablamos sobre esa chica a la que le compró flores y NO.ES.SU.NOVIA. Es su sobrina y creo que nunca me había sentido tan aliviada. Es más, creo que a la chica también la amo.
Por desgracia, terminó. Y cuando me dijo que tenía que marcharse quise decirle que no se fuera, pero al menos ahí si me pude morder la lengua. Me pasé la tarde metiendo la pata, pero el es tan caballero que fingió no notarlo cada una de las veces. Se ofreció a acompañarme, pero le dije que me quedaría un rato más porque me daba demasiada ansiedad caminar con él.
Sí, sí. Sé que suena ridículo, pero no sé ni como explicarlo.
Igual siento que fue perfecto, lo juro, aunque casi todo el rato solo hablé yo. Seguro a ti te encantaría escuchar que hablé, pero no te voy a contar. Es decir, en la vida real, porque luego te emocionas y no sé como manejarlo.
Mejor me voy a dormir. Descansa Jerry.
Editado: 18.04.2022