Kiona había logrado convencer a mi madre de que nos dejase hacer un año en un instituto, el último año, aunque en realidad no lo necesitáramos. Su insistencia en hacernos personas más sociables resultó dando frutos. En toda mi vida dentro de los McCall no pensé en tener un grupo de amigos propio, así como resulté teniéndolo. Siempre me habían tratado como un soldado nada más, no como una persona normal, con sus necesidades y deseos. Mis padres también habían notado ese cambio, lo sabía, aunque no me lo dijesen.
Uno de los intentos de Kiona por meterme al mundo exterior resultó en esa fiesta de un conocido de Axel. Ellos sí estudiaban en el instituto del pueblo en el que tenían la mayor parte de su territorio, en el lugar donde yo entraría a estudiar solo días después de esa fiesta junto a Trevor.
Mi hermano descendió del auto al mismo tiempo que yo. Él manejaba, no pensaba tomar y aunque yo no quería hacerlo, no podía asegurarlo.
—¿Entonces no conocemos al dueño de esta fiesta? —preguntó Trevor, alcanzándome en el camino a la puerta. No era mi primera fiesta, pero aun así me sentía inquieto.
—No, no lo conocemos, pero Axel sí. Estamos aquí precisamente para conocer a algunos de los que serán nuestros próximos compañeros, así que pórtate bien. —Mi hermano se rio, empujando mi hombro.
—Eso debería decírtelo yo a ti. Vamos a buscar a Axel antes de que esto se llene más.
Más… La casa estaba a reventar para a esa hora, aunque seguía estando relativamente temprano para una fiesta. Suponía que iba a cansarme pronto, porque la música estaba muy alta para ser saludable para mis oídos.
Un licántropo se podía controlar, no usar tanto sus sentidos para ser más como un humano normal, pero aun así estaba muy alto el volumen de la música.
Fui muy consciente de las miradas que nos dirigieron algunas chicas a nuestro paso. Preferí ignorarlas todas, porque estaba con Ixchel y la verdad no interesaba tener algo, aunque fuese de una noche, con alguien.
Era consciente de que mi relación con Ixchel era de papel, más que todo una amistad en donde teníamos algún que otro derecho que un amigo común no tendría. El título estaba, pero con ella ni siquiera había hablado hacía como dos semanas. Era muy mal novio, pero lo peor es que ni siquiera teníamos la necesidad de ser buenos o malos. Tanto ella como yo sabíamos que eso se acabaría pronto, solo éramos Ixchel y Alan, dos conocidos que por una mala decisión terminaron en una relación que no parecía una.
Al entrar a la casa todos los olores se mezclaron. Era difícil diferenciar solo uno entre todos, aunque reconocimos a Axel enseguida.
Iba con dos vasos rojos en sus manos y bailaba estirando un pie a un lado y luego el otro mientras se acercaba a nosotros.
—Pensaba que ya no vendrían.
—Axel, está temprano, la fiesta apenas comienza —respondí, aceptando una de las bebidas. Trevor lo rechazó, así que él se quedó con la que me había ofrecido a él.
—Comenzó hace horas, mentiroso.
—¿Y Kiona? Me dijo que estaría contigo.
—Rich la llamó, volverá en unos minutos. Vengan conmigo, los presentaré a los demás.
Axel fue quizá la primera persona, luego de Kiona, que me tendió una mano para adaptarme a todo el cambio. No le molestó que mi familia haya destronado la suya del puesto de familia beta, solo se encogió de hombros y nos dio la bienvenida. De hecho, mientras construíamos la casa, él se ofreció a ayudar, aunque no había necesidad, para eso mi padre pagaba a los trabajadores, pero aun así logré acercarme más a él mientras ayudábamos. Se había convertido en mi mejor amigo, así como Kiona se había convertido en mi mejor amiga.
Trevor y yo lo seguimos hasta que llegamos a un grupo cerrado de personas.
—¿Y no hay ninguna chica ahí? —preguntó mi hermano en broma al ver que la mayoría eran hombres, las pocas mujeres en el grupo eran abrazadas por alguien, así como un hombre abrazaría a su novia.
Axel se giró hacia nosotros, virando los ojos.
—Claro, te presentaré a tu compañera, ¿no te lo dijo Alan? —Ahogué mi risa luego de que mi hermano me diera una mirada. Palmeé su hombro, adelantándome para alcanzar a Axel, sin embargo, no pude evitar cuando un chico se tropezó y por su descuido regó su bebida sobre la camisa de una chica.
—¿Qué demonios te pasa? —preguntó enojado. Lo noté un poco bebido, así que no dije nada. No iba en busca de problemas, solo quería conocer a quienes serían mis próximos compañeros.
El castaño se acercó a mí, intimidante, aunque yo le gana en estatura por varios centímetros.
Mi hermana decía que mi porte era muy intimidante. Trevor y yo habíamos sacado muchos genes de mi padre, así que nuestras cejas eran muy tupidas, lo que nos hacía parecer siempre de malhumor. Éramos muy parecidos en lo físico, aunque no completamente iguales. Él era castaño, con muchos más lunares y sus ojos también eran más castaños, menos extraños que los míos. Yo era un tanto más alto que él, pero apenas un poco y en musculatura un poco más delgado, aunque mi fuerza no se comparara con la suya.
Habíamos nacido en la luna azul o luna de hielo, casi acabando con la vida de mi madre en el proceso. No era nada raro esa situación, mucho menos teniendo en cuenta el contexto y quién era mi madre; lo extraño de todo es que yo no morí cuando debí haberlo hecho, en cambio, la vida me había bendecido con más sentidos que los demás licántropos. Mi oído estaba muy desarrollado, mi fuerza era mayor al igual que mis reflejos, el daño que podía hacer convertido o sin estarlo era mucho mayor que el de cualquier otro hombre lobo. No me quejaba, por lo general podía pasar desapercibido ante los humanos, excepto por el color de mis ojos.
Axel se metió en medio de nosotros dos. No me disculpé con el chico. De no haber sido tan grosero lo hubiera hecho.
—Ya, Matt, déjalo ser. Alan ni siquiera fue quien te empujó.
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Editado: 15.01.2022