Ya lo había dicho, pero debía resaltarlo cuantas veces fuesen necesarias: no le tenía miedo a Kirian, no si solo fuese yo el involucrado en la ecuación.
Antes no había temido por nada de lo que él pudiese representar, pero en ese instante temía mucho, demasiado, lo que él pudiese hacer.
Debo ser sincero: temía, más que todo, decirle a Abril mi verdadera naturaleza. Ella había estado teniendo pesadillas desde nuestro primer encuentro, no quería imaginar tan si quiera qué pasaría de saber que las cosas en su mente podrían ser ciertas. Se volvería loca, me apartaría y todo estaría aún más jodido.
No todos los humanos emparejados con licántropos se lo tomaban bien. Esos humanos solían desaparecer porque no podíamos arriesgarnos a que los demás lo supieran, así que se quedaban dentro de la protección, en una clase de sanatorio o los hechiceros manipulaban sus mentes para que olvidasen a quienes fueron sus novios, esposos o amigos, pero ese era un dolor mucho más grande. No quería que Abril tuviese que pasar por eso.
También teníamos una clase de ley que nos prohibía revelarle a un humano nuestra naturaleza si no era estrictamente necesario. No debo aclarar que esa ley estaba protegida por la magia, era un juramento que ninguno de nosotros podía desobedecer.
Todo eso lo pensaba mientras iba camino a la casa de Abril, convencido de que ella me estaba evitando gracias a la conversación su padre.
Puede ser muy grosero y feo lo que diré, pero Abril no tenía muchos amigos, salía más que todo con Alicia o conmigo, y a mí me estaba evitando y Alicia estaba en mi casa con Trevor, así que lo que quedaba era una mentira.
Además, aunque fuese cierto ¿por qué me habría de dejar plantado si todo estaba bien entre nosotros?
Bajé del auto, dejándolo en el lugar característico cada que estaba ahí. Las luces de su casa, en su mayoría, estaban apagadas a excepción de las luces de la planta inferior.
Llegué a la puerta con las manos sudando, mi corazón latiendo como nunca y mi boca seca. Al escuchar que dentro de su casa había alguien cerca y teniendo en cuenta las luces, no toqué el timbre, sino que lo hice directamente en la puerta.
Todo sonido se pausó por un segundo, antes de que los pasos se reanudaran camino a la puerta.
Solté el aire por mi boca alejándome un paso. Sequé las palmas de mis manos en mi pantalón segundos antes de que la puerta se abriera.
Abril apareció por la puerta, su mirada hacia el suelo. No dije nada, solo tragué al notar que sus ojos se alzaban con lentitud hacia mí.
Me quedé sin aliento al verlos empañados, tristes, fríos, la ira reflejada en ellos.
Abril era una persona muy limpia y expresiva. Todo sentimiento que pasase por su corazón lo reflejaban sus ojos, así que con solo una mirada supe que ella había visto el beso entre Amber y yo… Bien, el beso que ella me había dado porque en realidad yo no tuve ninguna explicación.
¿Pero cómo se lo decía sin tener que admitirle lo que soy? Ella me pediría explicaciones, haría todo tipo de preguntas, muchas de ellas de seguro que no sabría cómo responderlas.
Volví a tragar, recordando de nuevo las palabras de Kirian.
Ella era delicada, una pequeña humana que tuvo la desgracia de haber sido enlazada a mí. No tenía ninguna prueba en contra de Kirian por el momento para mandarlo lejos de ella, para evitar algo peor.
Me tranquilicé al ver la cadena en su cuello, protegiéndola de todo aquel que quisiera hacerle un daño físico.
¿Pero dónde quedaba el daño emocional?
No podía respirar bien. Cada inhalación que tomaba parecía recorrer un laberinto antes de llegar a mis pulmones. Un nudo se estaba formando en mi garganta producto del temor, la desilusión y la tristeza.
—¿Por qué no contestabas mis llamadas? —pregunté luego de varios instantes de silencio.
Sus ojos se desenfocaron, su tono volviéndose rígido, plano, carente de cualquier emoción.
—No he tenido el móvil a la mano. —Mordió el interior de su mejilla.
—¿Todo el día? —pregunté en un tono más rudo del que pretendía—. Está bien, digamos que es así entonces ¿Por qué no fuiste? Te estaba esperando, Abril.
Retuve el aire cuando sus ojos se humedecieron un poco más mientras la tristeza aumentaba. Abrió la boca, sin soltar ningún sonido por un momento, como si el solo hecho de responder le robara el aliento.
—Te vi... muy ocupado, no quise molestarte —dijo por fin.
Sus ojos se desviaron de los míos, dando pequeños tics involuntarios mientras se retenía las lágrimas.
Por mi mente pasaron miles de excusas para que me diera una oportunidad, para que me escuchara y seguir como estábamos.
Pero el temor se interpuso, las excusas no valdrían y la voz de Kirian tomaba más terreno dentro de mi mente.
—Yo… no creí que te fueras a enterar de esa forma. —Metí mis manos en mis bolsillos al sentirlas temblar. Quise gemir por el dolor cuando algo se quebró dentro de ella, posiblemente su corazón.
—Yo no creí que tu fueras a hacer eso, pero me equivoqué... ¿Qué sucede, Alan?
—Ahora nada. —No mentí, porque, aunque dentro de mí todo estaba revolucionado, entre ella y yo, estaba seguro, ya no quedaría nada. Ella estaba enojada, dolida y la conocía; no iba a perdonar eso con facilidad y Kirian estaba vigilándome, vería que ella no es solo una simple amiga.
Jadeó, dando un pasito hacia mí. Su ceño se frunció más mientras intentaba no llorar frente a mí.
—¿Nada? ¿Para ti esto es nada? ¿Te veo besándote con otra chica, una que me odia, por cierto, y me dices que no pasa nada? —Tuve que quedarme en silencio, solo intentando pasar el nudo en mi garganta. No podía decirle que para mí lo que tenía con ella lo era todo, en ese instante no— ¿Cuánto tiempo? ¿Por cuánto tiempo me has visto la cara de idiota? —Volví a quedarme callado— ¿¡Qué demonios soy entonces para ti, Alan!? —Explotó, casi que gritando.
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Editado: 15.01.2022