La noche en la que entré a su habitación comenzaron los sueños.
No puedo decir que sean malos, pero me avergonzaban. Esa noche, unos días después, soñé que estaba con Abril, en su habitación. No recuerdo los hechos, lo sueños suelen ser un poco extraños y también olvidaba mucha parte de ellos, pero sí que recordaba que de un momento a otro estaba con Abril, besándonos mientras yo le quitaba la ropa y la hacía mía en un sentido más… corporal.
Fue muy vívido el sueño, casi que podía decir que sentía sus caricias en mi pecho mientras soñaba, o que en realidad gemía mi nombre en mi oído con cada estocada. Desperté agitado, con la imagen de unos pechos inventados por mi imaginación y las ganas que tenía de Abril.
—Ah, mierda —susurré por lo bajo.
Me enojé conmigo mismo. ¿Es que acaso era un adolescente cachondo para andar con eso? Sí, nadie podía controlar los sueños o evitar tener de ese tipo, de hecho, creería que era algo común, pero ¿por qué en ese instante? ¿Por qué con Abril?
Lo único que vería en toda la mañana sería una imagen de Abril desnuda debajo de mí.
Me levanté, incómodo porque no podía alejar la imagen de mi mente y, por lo tanto, tampoco podía bajar la erección que me molestaba, muy diferente al calambre mañanero común.
Creía que una ducha fría sería mi salvación, pero me equivoqué.
Muy a mi pesar tuve que arreglar el asunto con mis propias manos. No es que estuviera mal, no tenía nada en contra del auto placer, pero hacerlo teniendo la imagen de Abril en mi mente… se sintió mal de alguna manera. Ella era tan pura, tan linda e inocente, que sentía vergüenza de admitir que me había masturbado por ella y un estúpido sueño.
Me organicé para ir a clases con prisa. Iba tarde.
—Uh, miren quien se levantó con el pie izquierdo hoy —se burló de mi Axel al verme en mi casilla varios minutos después.
—Cállate, Axel.
—Es cierto, debería callarme porque con el pie izquierdo te has levantado desde hace como un mes atrás… Wow
Sí, wow.
Axel se quedó en silencio a la vez que mi mandíbula casi que tocaba el suelo al ver entrar a Abril con un pantalón ajustado que marcaba todo su trasero y una que… ¡Santo cielo, sus pechos! Se veían exquisitos debajo de la tela que apenas y los cubría. Tragué, sin despegar mi mirada de ella.
Quise protestar al verla. ¿Dónde estaban sus vestidos? Quería sus vestidos de vuelta, no quería ese jean.
¡Mierda! Si hubiera usado ese atuendo estando conmigo no hubiese durado mucho tiempo con ropa, eso seguro… bien, no tan seguro, ella no se acostaría conmigo a solo un mes de estar saliendo, pero sin duda no hubiese despegado mis manos de su cuerpo, ni hubiera dejado de besarla. No era solo su atuendo, sino su cuello, descubierto porque había decidido hacerse una trenza.
No era un secreto que cuando Abril recogía su cabello solo podía pensar en besar su cuello.
—Cierra la boca que se te sale la baba.
—¡Está demasiado… sexy! Dios —jadeé—. ¿Cómo mierda la haré en clase? —No lo sabía y era una pregunta muy buena porque se me estaba dificultando no ir hasta ella. Mi respiración se había agitado, incluso; estar a su lado, con la tentación de sus pechos en esa blusa…
La seguí con la mirada, sin poder apartarla de su trasero.
¿Por qué se tenía que vestir así justo ahora? ¡Demonios! De seguro soñaría todas las noches con ella vestida de esa manera.
Mis ojos se desviaron más allá del pasillo, hacia Stevenson.
Me sentí morir de celos al verlo acercarse a ella. Toda esa semana se la había pasado dándose sonrisitas con él, riéndose y, según lo que me había comentado Kiona, saliendo juntos.
Stevenson tenía una nueva novia decían en los pasillos.
Me molestaba que lo dijeran. Ella no salía con él de esa manera. Ella no podía salir con él, de todas maneras, podrían verse todo lo que quisieran, pero volverse pareja, eso sí que no. Sonaba egoísta, pero era cierto. Tomaba todo mi autocontrol no moler a golpes a Stevenson cada que lo pillaba con sus ojos sobre ella, saber que tenían algo me enloquecería.
Rebusqué una sudadera en lo profundo de mi casillero. Yo tenía una puesta así que no sospecharía si era mía.
La pegué al pecho de Axel.
—Llévasela, debe tener frío —demandé sin despegar la vista de ella.
Si seguía viéndola me avergonzaría a mí mismo.
El deseo aumentó un poco más.
—Claro, solo quieres que se tape del frío.
—Tengo varias razones para dársela. —Jadeé al obtener otra vista de sus bonitos senos—. Dásela, por favor.
Hizo lo que dije. Metí mi cabeza dentro de la casilla para no verla más. Estaba hermosa, demasiado hermosa se podría decir.
Puse mis manos en mi cabeza, sintiendo que Kiona llegaba a mi lado.
—Listo, logré convencerla de que era mía y no tuya.
—Gracias —dije con voz estrangulada. Kiona se rio a mi lado—. No tiene gracia, Kiona.
—Si la tiene. ¿Qué estará pensando para haber venido así? Nunca la había visto maquillada para venir a clase.
Hice un sonido con mi garganta.
—¿Está maquillada? —pregunté con voz chiquita. Axel volvió a reír.
—Oh, hombre, se nota lo mucho que quieres enterrarte en ella—. Gemí, recordando el sueño de la noche pasada.
—No seas guarro, no digas cosas esas —zanjé cerrando la puertecilla de metal—. Se nos hace tarde, mejor vamos.
—Sí, mejor vamos para que puedas ver a tu amada Abril —dijo mi amiga.
Sí, era momento de verla, pero el malhumor aumentó al ver a Matthew sentado en mi asiento, haciendo reír a Abril. Gruñí, dando zancadas hasta que estuve frente a ellos. Puse las manos en el escritorio con fuerza, llamando la atención de Abril y de Stevenson, quien solo me sonrió, complacido.
—Estás en mi lugar —¿Lo dije solo por el asiento o porque sentía que estaba tomando mi lugar en corazón de Abril?
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Editado: 15.01.2022