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VII

No he podido conciliar el sueño. No sé qué ha sido de él en todo el día. Tres veces revisé desde mi ventana en espera de alguna señal de vida pero todo es lo mismo: una ventana cerrada y una lámpara apagada. No creería que estuviese durmiendo.

Abrazo la almohada con la vista fija al techo. No sé cuántas horas han pasado, aún no siento los ojos pesados y mi inquietud aumenta con el tiempo.

Me detengo solo un momento para pensar detenidamente en Ethan. Lo conozco hace poco y se puede resumir en tres formas: simple, amable y muy callado. Con todo, es fácil acostumbrarse a él, diría que mi nueva rutina es verlo por las noches y cómo no, es el único momento en el que coincidimos. Tenía mucho entusiasmo por darle la buena noticia, que tendrá un techo y un lugar para él sin preocuparse por terceros ni la necesidad de entrar por la ventana de un edificio vacío, aunque debo admitir que extrañaré hacer eso.

Cuando supo sobre la reanudación del proyecto su reacción fue nula, supongo que no tiene otra opción que adaptarse a los lugares donde se queda y estar acostumbrado a hacer lo mismo. Lo ha hecho todo solo y sin ayuda, pero esta vez siento alivio de poder darle algo que realmente merece.

Ahora sí dejo que mis párpados se cierren lentamente quedando por fin en un profundo sueño.
 

° ° °
 

—Venecia.

Escucho una voz lejana, la ignoro y me acomodo lista para volver a quedar dormida.

—Venecia —escucho mi nombre otra vez seguido de unos ligeros toques en mi hombro. Volteo y me encuentro con los ojos de Alec.

Cuánto le encanta despertarme.

—¿Qué pasa? —recosté mi espalda en la pared para terminar de despertar. Me pican los ojos y no puedo evitar frotarlos.

—¿Cuántas horas dormiste? Mejor no te veas en el espejo, tus ojeras son peores que las mías después de terminar los proyectos.

Entre los hermanos debe haber sinceridad pero esto ya es demasiado.

—¿Me despertaste solo para decirme eso? Y no, no pude dormir mucho.

—Claro que no —revolotea mi pelo despeinándolo un poco—, lamento decirte que debes dejar tu cómoda cama y ayudarme a limpiar y atender al abuelo, hoy nos toca.

—Bien, yo me encargo del abuelo y tú limpias.

—¿Por qué siempre escoges la mejor parte? Solo tienes que prepararle el café.

—Adiós Alec —reí y lo veo irse murmurando cosas.

De pie comienzo a organizar la habitación, me aseo y peino. Terminé y me dirigía a la puerta cuando recordé verificar la ventana, paré en seco. Camino hacia ella con la esperanza de verla por lo menos abierta, pero me llevo una decepción al verla en el mismo estado de anoche: cerrada.

¿Quién soy yo para exigirle que vuelva? Pero, ¿es que acaso no lo volveré a ver? ¿Se habría ido sin siquiera decirme nada?

No lo sé.

No me siento con los mejores ánimos. Aun así, salgo de mi habitación y bajo las escaleras con buena cara, no es momento de preocupar a los demás.

El abuelo se sienta en el sofá y luego nota mi presencia.

—Oh, buenos días renacuajo, cúbreme con la manta y prepara mi café por favor.

—Sí, señor —lo saludo besando su mejilla y hago lo que me dice.

Voy a la cocina y Alec lleva puesto el delantal preparando el desayuno. Busco lo que necesito para preparar el café.

—Ya te ves mejor —me mira y vuelve su vista a la mezcla de pancakes que está batiendo.

Le sonrió y sigo con el deber de preparar el famoso café. Solo tomó unos minutos en estar listo y, sirviendo en una tasa caliente, lo llevo hasta el abuelo. Este agradece y presta atención al documental, ve demasiados pero son realmente interesantes.

—¿Necesita algo más?

—Ya estoy cubierto, tengo mi café y el documental está puesto —mira a su alrededor y luego a mí— creo que no necesito nada más.

Por eso me gusta escoger atender al abuelo. Me siento con él en espera de que necesite algo más.

Pasado un tiempo Alec termina de preparar el desayuno y como de costumbre nos sentamos los tres. Es fin de semana, pero mamá trabaja incluso estos días aunque salga más temprano. Es una mujer muy entregada y ha salido adelante frente a los problemas por más duros que sean. Es resiliente, algo que admiro mucho de ella.

La mañana transcurre bastante normal. El abuelo es de poco pedir así que ayudo a mi hermano con algunas tareas. Ha aprendido a ser un hombre hecho y derecho ya que es bueno en sus estudios y nos ayuda en casa; además, tiene una personalidad y humor increíbles, no puedo pedir a nadie más como él.

Tomo los últimos platos secos y los coloco en su lugar terminando la última tarea del hogar, cuatro manos avanzan mucho. La puerta se abre y el perfume de mamá inunda la casa con su frase «al fin en casa» después de entrar. Nos saluda y se acomoda junto al abuelo.

Estoy libre, tomo las llaves, ajusto mis converse y salgo de casa con una sola cosa pendiente. Mis pies no se detienen en dirección al edificio y mis nervios aumentan a flor de piel. Tomo el primer impulso y sigo así hasta llegar a la ventana de Ethan como tantas veces lo he hecho. Mis nudillos chocan tres veces en esta y espero unos segundos.

Sin respuesta.

Repito tres veces más pero es lo mismo. Intento visualizar dentro como puedo y me siento triste por lo que veo. Solo quedan algunas de sus cosas a comparación de antes, apenas unas sillas y el colchón, lo demás no está incluyendo su lámpara de noche; ahora todo tiene sentido.

Se ha llevado sus cosas poco a poco.

¿Cuándo lo hizo?

Bajo con cuidado tocando suelo. No voy a negar que estoy un poco dolida, pero él tendrá sus razones, es momento difícil para él. Pero eso no quita mis ganas de seguir el plan de la vieja casa. Terminaré de arreglarla porque esto es para él, en algún momento tendrá que volver por las demás cosas y ahí sí podremos coincidir otra vez.

Continúo mi camino y llego al final de la cuadra más rápido de lo que pensé. A primera vista la casa tiene otro aspecto, uno más vivo y cuidado, creo que hoy no tengo mucha tarea qué hacer. Quito las hojas que estorban el frente y riego la jardinera, abro la puerta y el interior sigue igual de limpio. Hoy decidí revisar la electricidad, no tengo mucho habilidad para estas cosas pero no es tan difícil, cambié algunas luces y probé los enchufes, entre otras cosas. Una casa pequeña no necesita tantos ajustes, lo más difícil fue limpiar.



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En el texto hay: amor, timidez, conmovedor

Editado: 08.09.2023

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