Llegué a mi casa y como era de esperarse mis padres aún no llegaban. Me serví un vaso de jugo y subí a mi habitación y cuando entré vi el libro encima de mi escritorio; me hizo recordar todo el teatro de antes.
—Ahí está bien el libro, ¿verdad, Sara? —me dije sarcásticamente.
¡¿Cómo se me pudo haber olvidado?! Si me levanté temprano por eso. No pude hacer más que dejar salir un pequeño grito de irritabilidad para desahogarme. No dejan de sonar esas últimas palabras en mi cabeza: «Ahora que sabes mi nombre, dejarás de seguirme y te alejarás de mí, porque no tolero y detesto a la gente como tú.» «Detesto a la gente como tú.» ¿La gente como yo? ¿A qué se refiere?
Sé que debería tomarme lo ocurrido como una advertencia y no volver a intentar hablar con ese chico, pero soy una persona muy terca y sinceramente, estoy interesada en él. Me parece atractivo, aunque me haya tratado tan mal...
Tengo que hablar con Paola sobre todo esto, necesito que me ayude a aclarar mis ideas. La llamé por teléfono y como es su costumbre, contestó de inmediato:
—Hola, ¿qué tal el examen?
—Sencillo, nada del otro mundo.
—¿En serio? Ya veremos las calificaciones mañana, señorita lista.
—Sí —reí—. Oye ¿puedo preguntarte algo?
—¡Claro! ¿Qué pasa?
—¿Conoces a un chico de la escuela llamado Alex? Es solitario, viste de negro casi siempre y no entra a clases.
—Las características que me das son muy generales. ¿Por qué preguntas? ¿Te has metido en un problema?
—No, no es eso.
—Será que, ¿es el chico en el que estás interesada? Pilla.
—¿Qué? No. Lo que pasa es que...
Diablos, sé que mentir está mal, pero también sé que si le digo la verdad se va a emocionar más de la cuenta, la conozco.
—Tu silencio te delata, Saraaa.
—Lo... lo que pasa es que el día que no me dejaron pasar al salón estuve dando vueltas por la escuela, vi a este chico y dejó olvidado su libro en una jardinera. No lo conozco y solo sé que su nombre es Alex porque está escrito en la contraportada del libro; quiero regresárselo, eso es todo.
Como respuesta, musitó dudosa. Los tantos años que llevamos de amistad le han dado la habilidad a Paola de saber cuándo miento y estoy segura de que ahora duda mucho de mis palabras.
—¿Y por qué no lo vamos a dejar a objetos perdidos? —sugirió—. Si le importa tanto su libro, lo buscará.
—Eso pensé hacer ayer, pero me dijeron que sería más fácil que lo entregara a su propietario en persona.
—¿Fuiste ayer? ¿Y te dijeron eso? ¿En serio?
—Sí. Tiene sentido, nadie busca un libro en objetos perdidos, solo cosas de valor —no se lo está creyendo, pero ya empecé con esta farsa, no me puedo echar para atrás.
—Cuando te fui a buscar pasé por la biblioteca y no te vi. Te encontré hasta el otro lado de la escuela...
—También busqué al chico allá, no sé de qué salón o curso es.
De nuevo, musitó con desconfianza. Diablos, cómo haga más preguntas, no voy a saber qué contestar, ¡no sirvo para mentir!
—¡Ay, está bien! —exclamó en un suspiro de resignación—. No sé qué te traes entre manos, pero lo descubriré tarde o temprano. Oye, yo no te puedo ayudar mucho a encontrar al tal Alex, pero sé de alguien que sí te puede ayudar.
—¿Quién?
—Cris: su padre es el director, es muy popular entre alumnos de todos los grados y conoce a casi toda la escuela; se entera de todo lo que pasa. Quizás él sepa algo del chico que buscas.
—Ah... ¿el director es su padre? —pregunté confundida al desviarme de la conversación principal.
—Sí, —río— piensa en sus apellidos. Dios, no te enteras de nada.
Dejé salí una risa avergonzada; es algo tan obvio que da pena no haberlo notado antes. Me justifico con mis frecuentes distracciones.
—Mañana no voy a ir a la escuela, tengo una cita con el médico, así que... van a poder hablar a sus anchas y sin que nadie los moleste... todo lo que quieran —insinuó con voz pícara para sacar de nuevo sus trapos viejos al sol.
—¡Ya te dije que no!
—No pierdo las esperanzas. Bueno, mañana hablamos y me cuentas cómo te fue…, pilla. ¡Chao! —me colgó el teléfono y lo dejé a un lado.
Con que Cris, ¿eh? Supongo que tendré que llegar temprano otra vez para poder hablar con él.
Miré de nuevo el libro y me hizo recordar la vergüenza de la tarde, me puse de pie y lo metí a mi mochila; no quiero pasar otro mal momento. ¡Si no fuera por mi olvido todo hubiera ido bien! Seguro Alex piensa que me falta un tornillo o algo así...
Al otro día
Afortunadamente escuché mi despertador y me levanté temprano. Llegué a tiempo a la escuela y como era de esperarse, Cris ya había llegado: hablaba con sus amigos antes de tener que ir a su lugar. Fui a mi asiento y dejé mi mochila en el respaldo para poder planear mi estrategia de detective con calma. ¿Cómo debo empezar la conversación? Por alguna razón, mis habilidades sociales últimamente son deplorables, empiezo a dudar de ellas. No se me dio tiempo de planear nada, pues mi objetivo tomó la iniciativa:
—Ah, Sara, ya llegaste —llamó Cris mientras se acercaba a saludarme.
—Sí... hola —dije alegre.
—Veo que estos días estás llegando más temprano —sonrió.
—Ah, eso, solo... trabajo mi disciplina.
—Te deseo éxito con eso. Oye... ayer Paola me dijo por mensaje que querías hablar conmigo y como llegaste temprano, quiero creer que no me estaba tomando el pelo —ya decía yo que esa mujer no se iba a quedar de brazos cruzados—. Si te soy sincero, tengo mucha curiosidad.
—Ah pues verás… —comencé a decir cuando el profesor me interrumpió con su cordial salud. Qué inoportuno—. Oh, ¿te parece si hablamos en el descanso?
—Claro, no hay problema.
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Editado: 26.07.2024