Capítulo 21

Cinco minutos fue el tiempo lo que tomó llegar a casa de Alex. Toqué el timbre mientras recupero el aliento.

—Oye…, —llamaron los chicos agotados— ¿por qué no nos haces caso? ¿Qué hacemos aquí?

Abrieron la puerta segundos después, es Ana, aún llora y su cuerpo no para de temblar.

—Tranquila, ya estoy aquí —me aproximé a ella y tomé sus manos—. ¿Dónde está Alex?
—A-arriba —dijo entre sollozos—. Intenté llevarlo a su cama, pero no lo aguanto.
—Deja que yo me encargue de eso. Espera al doctor y cuando llegue, dile que suba enseguida. Todo estará bien. Ustedes, quédense aquí con ella —ordené a los chicos, quienes asintieron sin reprochar.

Subí las escaleras rápidamente y dejé el bienestar de Ana en sus manos.

—Ya no llore señora, porque sino... voy a llorar yo también —dijo Fred con un nudo en la garganta.
—No es señora, —exclamó Carl después de darle un zape— es señorita. ¡Ten algo de respeto!
—Siéntese, no queremos que se nos vaya a desmayar —pidió Thomas al acercar una silla después de empujar a los otros dos, su discusión no ayuda en nada.
—Hay que hacerle un té. Tú, ve y hazle un té —ordenó Frank a Fred.
—¿Y cómo se supone que haga eso? —no deja de sobarse la cabeza—. Este lugar es gigante, no sé dónde está la cocina.
—Por favor, no se molesten, —dijo Ana ya sentada para intentar apagar la discordia—. Ahora que están aquí me siento mejor. Gracias por venir, muchachos. Sólo espero que Alex esté bien —juntó las manos con esperanza.
—Desde luego que estará bien, —aclaró Carl— está en manos de Josh, él siempre sabe qué hacer en estos casos.
—Alex es muy fuerte, nada ni nadie lo detiene —añadió Thomas orgulloso.
—Espero que sea así...

Tal y como Ana dijo, Alex se encontraba en el suelo. Hice a un lado charola que está tirada, lo cargué y lo recosté en la cama. Su fiebre no ha bajado, ha llegado al punto de colorear su cara. Fui a su baño, tomé una toalla y la humedecí para ponérsela en la frente; por lo menos ya respira mejor.

¿Qué ha pasado aquí? Revisé si tenía heridas, pero fuera de los moretones en sus muñecas producidos por las esposas que le colocaron, no hay nada; parece que simplemente se desmayó. ¿Cansancio? ¿Estrés? Este chico carga muchas cosas que lo pudieron llevar a esto. Recogí platos y vasos rotos para poder limpiar el desastre, fue entonces que encontré una tarjeta en el suelo junto con un medallón unido a una cadena, además de unos cuántos papeles extra. Al leer lo que la tarjeta dice supe lo que sucedió. Es probable que se haya desmayado por no poder aguantar más, lo extraño que esto no había pasado antes; esta fue la gota que derramó el vaso.

—Esto es importante para ti, ¿verdad? —acomodé la tarjeta, el medallón y los otros papales en su escritorio.

También vi varios paquetes en su mesa, su cumpleaños será pronto, deben estar aquí por eso. Limpié la comida del piso y Ana llegó con el doctor justo a tiempo. Nos pidió a ambos salir de la habitación y dio inicio a su chequeo.

Han veinte minutos y no escuchamos nada dentro de la habitación de Alex; Ana quiere ponerse ansiosa, mejor ocupo su mente con otra cosa.

—¿Qué son todos los paquetes que hay en la habitación de Alex? Vi muchos.
—Llegaron hace unos días, son obsequios para el señor.
—No es necesario que le digas así cuando hablas conmigo —sonreí—. ¿Tienes pensado algo para su cumpleaños? Es dentro de unos días.
—No creo que quiera hacer algo ese día...

El doctor salió de la habitación, fuimos a la sala para hablar con él, ahora soy yo el que quiere ponerse ansioso.

—¿Cómo está, doctor? —pregunté al no poder esperar su iniciativa para hablar.
—El paciente se encuentra estable. Sigue inconsciente, pero se pondrá bien.
—Gracias a Dios —mencionó Ana aliviada.
—¿Sabe qué pudo haber causado la recaída? —quiero estar seguro de que todo es debido al cansancio.
—Posibilidades hay varias. Por su apariencia física concluyo que está bajo mucha presión, lo cual pudo provocar el desmayo; un ataque de ansiedad que se salió de las manos muy rápido. También puede deberse a un mal descanso. Veo este tipo de casos con mucha frecuencia, lo desconcertante es que es más común en personas adultas, gente que tiende a permanecer un buen número de horas en lugares calurosos o repletos de gente. Cuando se presenta en jóvenes, si es por un caso así, se relaciona con una mala alimentación o problemas similares, sin embargo, nada de eso concuerda con este chico.

Ana y yo nos miramos en silencio. El diagnostico puede ser acertado y no, al día de hoy, Alex no lleva una vida del todo saludable... los factores de su recaída pueden ser muchos.

—Díganme, ¿ha pasado algo similar antes? —preguntó el doctor con una libreta en la mano.
—No. Nunca había sucedo algo así —contestó Ana.
—¿Ha presentado algún tipo de malestar físico?
—Sufre de dolores intensos de cabeza con frecuencia.
—¿Toma algún medicamento?
—Pastillas para aliviar los dolores ya mencionados.
—¿Desde cuando sufre este malestar?
—Desde hace unos meses —contestó con timidez y aflicción.
—Bien... es probable que se trate de dolores de cabeza crónicos, estos pueden ser provocados por el abuso de un medicamento, pero pueden ser controlados. Le recomiendo que evite la medicación hasta donde le sea posible. Por ahora lo mejor es que descanse. Si esto vuelve a ocurrir, asistan al médico para hacer un chequeo general.
—Muchas gracias, doctor —agradecí.

Tras una despedida de manos, el doctor se retiró. ¿Por que siento como si no me hubieran dicho nada nuevo? 

—Pienso que todo esto no va más allá del estrés —dije para calmar la mente perturbada de Ana—. Es normal que el cuerpo colapse cuando ya no puede más; Alex ha aguantado mucho sin descanso suficiente. Le ayudaremos a llevar una vida más tranquila y sana. Es muy terco y se va a resistir, pero no nos queda de otra.
—¿Y cómo lo haremos? No quiere hablar con nadie y... a veces tampoco quiere comer.
—Lo referente a su alimentación no lo veo como un reto, lo demás... aún debo meditarlo, ya se me ocurrirá algo. No dejes que esto te quite el sueño —le dediqué una sonrisa—, todo va a mejorar.