Me desperté con Paola a mi lado en la misma cama, aún sigue fuera de combate. Me incorporé, fui al baño y cuando regresé la encontré con las manos en su cabeza:
—¿Estás bien? —pregunté tras escucharla emitir un sonido de molestia—. Creo que los efectos del alcohol ya están haciendo efecto.
—¿Dónde estamos? —masajeó sus sienes.
—En casa de Alex.
—Debí haber vuelto a casa anoche.
—Eso no era una buena idea —me senté en la cama.
Quise explicarle mis razones para que no se molestara por no haber seguido el plan de cada fin de fiesta, cuando alguien tocó la puerta:
—Señoritas, el desayuno está servido —dijo Ana sin entrar a la habitación.
—Gracias, bajamos enseguida. Vamos vístete —le ordené a Paola.
—Espero que tengan algo para la resaca...
Una vez abajo, nos reunimos con todos en la mesa, a excepción Alex.
—¿Qué no hicimos desastre aquí ayer? —preguntó Thomas al ver todo organizado, ellos también acaban de despertar.
—¿Recuerdas algo de lo que hicimos ayer? —le preguntó Carl.
—Diablos, no —rió.
—¿Cómo durmieron, chicas? —nos preguntó Josh.
—Bien, gracias —agradecí.
Sus ojos no demoraron en dirigirse a Paola, quien no ha soltado su cabeza desde que salimos de la habitación:
—¿Tienes resaca? —sonrió burlón—. Vaya que te excediste ayer... lástima que no estuve consiente para verlo.
—Cállate ya. Tú voz me molesta...
—Señorita, ¿quiere que le prepare un jugo de naranja para su malestar? —preguntó Ana al percatarse de la situación—. Se sentirá mejor después de beberlo.
Aceptó el ofrecimiento de la dulce señora sin mucho ánimo (su mal humor es normal cuando tiene molestias físicas) y se levantó rápido de su silla para ir al baño; la naturaleza llama.
—¿Oye, Josh? —llamé su atención—. ¿Por qué Alex no está aquí, con nosotros?
—Él siempre come en su habitación. No le gustan que lo vean comer, prefiere estar solo. Ya sabes, muy reservado.
—Qué extraño.
Terminamos la comida y cada quién se dispuso a regresar a su casa; nos despedimos de Ana y le agradecimos por sus servicios. También les desee buen viaje a Paola y a Josh, quien dijo que la iba a acompañar a su casa para que no hubiera problemas, después de todo, ella aún se siente un poco mal. Por mi parte, debo pensar en cómo enfrentar a mi madre por mi falta de ayer... me va a matar cuando me vea.
Me dispuse a empezar mi camino, cuando alguien me tomó del brazo. Grité asustada, un escalofrió recorrió mi espalda.
—¿Qué te pasa? —preguntó Alex confundido.
—Ah... sólo eras tú, —respiré agitada— me asustaste. ¿Qué haces aquí? —pregunté en cuanto me soltó.
—Voy a llevarte a tu casa.
—¿Qué?
—¿No me escuchaste?
—Ah, no, s-sí te escuché.
—Bueno, entonces andando.
¿Por qué quiere llevarme a mi casa? ¿De dónde sale esta iniciativa tan repentina? ¿Será un progreso?
Caminamos por la calle y no hemos dicho ni una palabra desde que partimos. No me gusta el silencio, me hace sentir incómoda, más creo que para él es muy normal y no le molesta en lo absoluto. Justo en este momento me percaté de que muchas personas con las que nos topamos por la acera nos miran extraño, quizás no a mí, si no a Alex; trae de nuevo sus lentes oscuros puestos. ¿Será cierto que la gente lo mira con morbo por sus ojos?
—¿Por qué usas tus lentes ahora?
—Creí haberlo explicado antes.
—Yo también te había dicho algo —volteó su mirada al frente para evadirme—. Qué terco eres.
Seguimos con nuestro camino en silencio, las miradas se hacen más notorias y son bastante molestas. Me gustaría solo quejarme de eso, pero no es lo único que me irrita. También escucho susurros y comentarios nada constructivos en bajo de aquellos que nos pasan por el lado y que muy seguramente, voltean para vernos las espaldas cuando han avanzado un poco. ¿Cómo es que Alex soporta esto?
—Oye, conozco otro camino —llamé su atención—. Hay menos gente por aquí, sígueme.
Sin dejarlo opinar y al tomarlo por sorpresa, opté por una ruta más tranquila y desierta. Es más larga si cuento mi casa como destino, pero prefiero eso a tener que aguantar a todos esos metiches. Llegó el punto en el que se volvieron insoportables, tal vez por eso Alex no dice nada al caminar, con eso de que no le gusta llamar la atención... entiendo un poco su actuar.
—Por fin, paz —exclamé aliviada. Alex no comprende nada, lo sé por su ceño fruncido—. No te preocupes, por aquí no pasa mucha gente, podemos caminar más tranquilos.
—¿Tranquilos? ¿De qué hablas?
—Ya sabes, las miradas, ¿cómo es que las toleras? Qué chismosa es la gente a veces. Ignoro si pasas por lo mismo siempre, pero en definitiva es molesto del modo que sea.
Alex
Ahora entiendo, eso explica por qué cambiamos de calle. Admito que me sorprendió su comentario respecto a lo de las miradas, estaba tan sumergido en mis pensamientos que ni siquiera las había notado. ¿Será que estoy tan acostumbrado a ellas que ya ni siquiera me importan?
—Quizás no fue buena idea venir contigo —no debí ceder a la presión de Josh esta mañana.
—¿Por qué lo dices? —imitó la cara de un perro regañado.
—Ahora también te miran raro a ti... —como lo supuse, tarde o temprano mi mera existencia en su vida la iba a afectar de algún modo. Si me hubiera hecho caso en un principio cuando le dije que no quería compañía, no pasaríamos por esto ahora —lamento que mi presencia te perjudique.
—No seas payaso —rió después de un momento pacífico y me dio un pequeño golpe en el brazo.
¿Escuché bien? ¿Me llamó... ¡payaso!? Ahora resulta que procurar su bienestar me hace ser un ridículo de primera... eso me gano por ser amable; había olvidado el por qué de mi hostilidad hacia otros.
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Editado: 26.07.2024