De nuevo, a empezar la semana. Me distraje lo suficiente estos últimos días, incluso me es difícil volver a la realidad. Ojalá mi vida pudiera ser así de relajada y simple siempre... o al menos más seguido; ya me di cuenta de que lo necesito.
—¡Hola, Alex! —saludó Roberto con entusiasmo desde la ventanilla de su cabina—. ¿Cómo estás? Te ves… diferente, en el buen sentido.
—¿Ah, sí?
—Sí, te noto más... relajado, descansado.
—Podría ser. Este fin de semana no fue tan estresante como los otros.
—¿Te la pasaste bien? Fue tu cumpleaños, felicidades.
—Unos amigos fueron a mi casa... no me quejó, me divertí con lo agradable del momento.
—¿Hiciste una fiesta y no me invitaste? —dijo divertido.
—El pequeño evento se planeó y llevó a cabo en contra de mi voluntad.
—Me lo imaginaba —rio simpático.
Ambos miramos el interior del instituto y pensamos lo mismo:
—¿Qué crees que pase hoy? —me preguntó con un tono más serio.
—No tengo idea. No sé que más puedan hacer para intentar convencerme.
—Están nerviosos, los tienes entre la espada y la pared, chico.
El cómo alguien se abalanzó por detrás mía con brusquedad quiso dejarme sin aire del susto; rodeó mi cintura con sus brazos con una presión semejante a la que ejercen los tentáculos de un pulpo.
—¡¿Qué dem...?! Ah, solo eres tú…
—¡Hoy va a ser un gran día! —exclamó Sara emocionada con la intención de empezar a zangolotearme.
—¿Qué haces aquí? Las clases empezaron hace diez minutos.
Se rió nerviosa y escondió la cara entre mi ropa sin dejar de abrazarme. ¿Qué clase de respuesta es esa?
—¿De nuevo tarde, señorita? —preguntó Roberto al inclinar la cabeza para verla detrás de mí.
—No escuché mi despertador —contestó apenada.
—¿Cómo qué "de nuevo"? —interrumpí con aires de reclamo. Me miró divertida, pero no me contestó.
—Esta señorita todos los días llega tarde a la escuela, Alex, —aclaró Roberto— no sabía que la conocías.
—Ella me encontró a mí, no al revés.
—¿Ah, sí? Pues opino que son tal para cual.
—¿Usted cree eso? —preguntó Sara. Me abrazó con más fuerza debido a la emoción que le causó el recién comentario, ¿cómo puede apretar tanto?
—Totalmente.
—¿No deberías ir a tu salón ya? —interrumpí la ilusión hormonal—. Si tardas más no te dejarán entrar.
—Es cierto. Nos vemos —se despidió de Roberto—. ¡Nos vemos, Alex!
Ambos nos despedimos con una breve agitación de la mano y la vimos correr a toda velocidad hacia uno de los edificios.
—Qué chica tan simpática... —volteó a verme tras dejar una risa a boca cerrada—. Tú también deberías ir a dar unos paseos, patrullar quizás.
—Ya lo creo —comencé a caminar—. Si sabes algo no dudes en decírmelo, por favor.
—Así será.
Deambulo por los pasillos: todos los salones están cerrados, nadie merodea, ningún sonido... el lugar está desierto y sereno. Me pregunto si mi ausencia cambiaría algo, soy importante, pero no creo perjudicar demasiado al instituto.
Llegué al "muro de honor", aquí están los nombres de los estudiantes más destacados, entre otras cosas. El primer nombre es Cris, ¿acaso es el amigo de Sara? Sinceramente no le creí cuando me dijo que era hijo del director, pero ahora que veo su nombre completo, me doy cuenta de que no era una mentira. Es el alumno con mejores calificaciones, se toma en serio eso de la "reputación"... o lo obligan a eso. No pude evitar sonreír de lado, pobre chico, sólo puedo sentir lástima por él.
—Qué gran forma de empezar la semana ¿no crees? —saludó el director mientras se acerca. Volteé a mirarlo con indiferencia aún cuando su modo de aproximarse es parecido al de un jaguar hacia su presa—. Ahora le creo a los docentes sus historias donde relatan que te paseas cuando no hay nadie cerca.
—Tenemos eso en común usted y yo... —regresé la vista la cuadro de honor—. Sólo cumplo mi parte del trato.
—¿Acaso aceptaste tomar tu lugar con nosotros?
—No me refiero a eso.
—Debí suponerlo —dijo entre risas—. ¿Qué sucede? ¿Extrañas que tu nombre esté en el primer lugar?
—¿Por qué extrañaría algo así?
—Si no es por eso, ¿a qué se debe tu mirada en el mural con tanto detenimiento?
—No sabía que tenía un hijo, mucho menos que él era el primer lugar entre los estudiantes.
Percibí un ligero aire de inseguridad venir de él. ¿Cómo explicarlo? Esa sensación que te llena el cuerpo cuando tu coraza se debilita en el peor de los momentos y quedas vulnerable ante todo. Ese miedo de ser atacado y sufrir por ese leve descuido el resto de tus días; tan complejo y es algo que sucede en solo segundos, no te deja respirar.
—¿Conoces a Cris?
—Hace unos días me enteré de su existencia. De no haberlo tenido en frente y hablar con él, diría que sólo está en su alto puesto por palanca, pero no es mal chico.
—Admito que él y tú se parecen, sólo que yo no voy a permitir que mi hijo tome un camino equivocado.
—Suerte con eso. A esta edad las personas son capaces de muchas cosas.
—Si los sabes manejar, no.
—Lo que diga —dije con desinterés.
Por un momento ese aire de inseguridad en él volvió, ¿acaso mi repentino e indiferente actuar hizo despertar su sentido de alerta?
—¿Qué te pasa? Hoy no estás a la defensiva —buscó obtener mi atención de nuevo con esa máscara de reto.
—No le voy a decir cómo criar a su hijo, eso no me corresponde ni me importa.
—¿Por qué noto rastros de resentimiento en tus palabras? O quizás sea envidia.
—No sé de qué habla.
—Es obvio y muy comprensible que anheles poder tener una vida como la de mi hijo.
—¿Por qué sentiría envidia por él?
—Porque él tiene lo que tú ya no.
La mezcla de sus palabras me hizo girar para verlo directo a los ojos y en silencio. Le doy la atención que buscó en un inicio, no quise caer en su juego, pero sus intenciones al hablar me hacen pensar que me saldré de mis casillas si no me controlo.
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Editado: 26.07.2024