Honest (editando)

Capítulo 38

Alex


Ahora que la escuela está cerrada por las vacaciones tengo mucho tiempo libre; decidí invertirlo con los que más quiero. Acompaño a Ana en uno de sus nuevos días de compras, no se opuso cuando le hice saber mi petición por venir con ella, al contrario, se alegró. Intuyo que mostrar ganas de salir de la mansión para algo más que torturarme por problemas que no puedo controlar, hace que se ponga feliz, no le gusta que esté encerrado todo el día, aunque eso no me moleste. Normalmente dejo que vaya sola y que el chofer la apoye en lo que necesite (cosas pesadas y demás), pero como ya dije, no tengo algo mejor que hacer; convivir con ella me hace bien.


Subimos al coche, partió y Ana comenzó a hablar sobre su nueva aventura en este nuevo día de compras... es una mujer sencilla. Le gusta mucho hablar con las personas (en especial con el chofer en momentos como este) y levantar el ánimo cuando puede, no se necesita mucho esfuerzo para notar su emoción. Estando con ella experimento frecuentes contagios emocionales positivos, me alegra verla feliz. Sé a la perfección que es capaz de convertir un día nublado en un momento memorable, sin seriedad ni cansancio, me siento afortunado de poder formar parte de experiencias así.


El sonido de mi teléfono me sacó de mis tantos pensamientos. Tan pronto contesté el desconcierto me atacó.


—Hola de nuevo —contestó Paola del otro lado.
—Este no es el número de Josh, te equivocaste.
—¡Ay! ¡Cierra el pico! ¡No me equivoqué de número!
—De acuerdo, entonces, ¿a qué se debe este "honor"?
—Solo quiero comunicarte algo. En tres días va a ser el cumpleaños de Sara y eres uno de los invitados.
—¿Y? —no pude ser más indiferente—. ¿Qué quieres que haga?
—Podrías mostrar un poco de entusiasmo, ¿no crees?
—¿Por qué? Es un cumpleaños ajeno, no el mío —ni siquiera en fiestas propias me comporto eufórico, pedir que lo haga por alguien más es ridículo.
—Eres uno de los invitados, deberías sentirte afortunado.


A veces pienso que Paola siente estar en una nube donde es inalcanzable. Personalidades como la suya me son muy difíciles de digerir y aceptar, pero haré el mejor esfuerzo por no comportarme tajante con ella y seguirle la corriente. Al fin y al cabo, es parte de mi grupo social... la culpa es mía por permitir esto desde un inicio.


—La fiesta se celebrará en su casa, así que llega puntual y no olvides su regalo —continuó con exigencia.
—La decisión de llevar regalo la toma el invitado.
—En esta fiesta no. Yo soy la organizadora y quiero que todo sea perfecto —es perfeccionista, eso explica muchas cosas—. ¿Me escuchaste?
—Sí, muy fuerte y claro.
—Muy gracioso... No puedo creer que con esa actitud le gustes a Sara, no sé qué ve en ti —escuchar eso me hizo abrir los ojos sorprendido. La última vez que hablaron del tema fue hace mucho, ¿no lo habíamos superado ya? Odio que esto del amor se desarrolle por estaciones y no por etapas—. En fin, no hay más que comunicar, solo no lo olvides —pidió tras un suspiro—. Si no llegas, te juro que te cuelgo de los tobillos.


Fue lo último que dijo y colgó el teléfono. Qué mujer tan singular... a veces dudo de los raros gustos de Josh cuando se trata de chicas. Es inteligente y capaz de muchas cosas, ¿por qué se desvía tanto con ese tipo de atracción? Aunque... ¿quién soy yo para juzgarlo? Qué extraño es el amor.


—Tal vez deba reconsiderar aquellas entradas que permito en mi círculo social... —guardé mi teléfono en la bolsa interior de mi saco.
—¿Todo bien, señor? —preguntó Ana.
—Sí, solo que tendremos que hacer otra parada. El cumpleaños de Sara es en tres días y debo conseguir un regalo.
—¡Ow! Un detalle de su parte —no pude evitar suspirar cansado, aquí vamos de nuevo—. Sé de un lugar perfecto para comprarle un regalo a una señorita. Puedo acompañarlo si quiere.
—Por favor, hazlo. El lugar no importa.
—¡Está bien! Chofer, ¿puede llevarnos a esta dirección después de pasar por los víveres? —señaló una ubicación en el GPS.
—Claro que sí, madam —contestó el chofer sin distraerse demasiado.
—Ya verá señor, le encontraremos el regalo perfecto a la señorita. ¡Qué emoción!


Después de concluir las compras principales, el chofer nos llevó a la tienda que se le indicó con anterioridad.  Me coloqué mis lentes oscuros y al salir del coche, pude apreciar el establecimiento: el lugar tiene mucha luz gracias a la pintura blanca que tapiza cada rincón, puertas de cristal y ventanas enormes que dejan ver infinidad de estantes llenos de bisutería en el interior; Crystal, una joyería de alta clase.


Al entrar, pude encontrar a más mujeres que hombres como clientes, de inmediato pude sentir muchas miradas sobre mí. Volvemos a la rutina de siempre... igual puede ser porque es raro ver a un hombre entrar en una tienda de joyas, no seré pesimista esta vez.


Ana empezó a caminar y observó lo que hay exhibido en cada uno de los mostradores, eso sin dejar de darme ideas para el regalo que me trajo aquí. En donde me quede quieto escucho risitas detrás de mí y comentarios en murmullos, es imposible evitar dejar salir suspiros.


—Bienvenidos, —saludó una de las joyeras al servicio— ¿puedo ayudarlos? ¿Buscaban algo en especial?
—Oh sí, queremos un regalo para una señorita, es un cumpleaños —explicó Ana.
—Vinieron al lugar indicado. Síganme, por favor —nos guió por detrás de los mostradores— tenemos mucha variedad de bisutería y presentes.


Nos mostraron collares, pulseras, aretes, anillos, conjuntos, etcétera, todo con pedrería fina y bañados de oro, pero nada termina por agradarme.


—¿Qué opina de este, señor? Tiene unos colores muy bonitos —preguntó Ana al estar maravillada por la pieza.
—Nunca he visto portar a Sara accesorios tan... vistosos. Sus gustos son muy simples comparado a esto.
—Quizás prefiera algo más pequeño, como un anillo —sugirió la joyera al sacar un exhibidor pequeño con muchos más anillos.




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