Honest (editando)

Capítulo 66

Como si nada hubiera pasado, en la salida nos encontramos de nuevo con los chicos. Se ven más relajados que antes y por mi parte, no pude contener mi felicidad por lo que en espera mañana. De nueva cuenta, le relaté mi futura aventura a Paola en alto y los chicos me escucharon aún cuando iban a nuestras espaldas: 

—¿Tú también vas, Sara? —preguntó Thomas asombrado. 
—¿Ustedes van? —este mundo está lleno de sorpresas. 
—Alex nos llamó el otro día y comentó su deseo de presentarnos a alguien —aclaró Fred—. Qué curioso…  
—Obvio tú me acompañarás, ¿verdad Paola? 
—Lo lamento, tengo planes con mis padres, pero me siento más tranquila sabiendo que no irás sola. 

Mientras yo me lamento en silencio por la ausencia de mi amiga en un día que a mi parecer es importante, los cuatro se empeñaron en molestarla: 

—No te preocupes, Paola, dejar a Sara en nuestras manos es la mejor opción —señaló Frank con un pulgar en alto— y la única que tienes.  Después de ver a Alex, le daremos la mejor borrachera de su vida. Se nota de primeras que le hace falta una buena… 
—¡¿Qué?! 
—Tú solo confía —sonrió Thomas pícaro. 

El mejor método de Paola para mostrar imponencia sobre mi protección, es abrazarme. Creo que juzga de mi juicio para saber qué cosas está bien hacer y cuáles no.  

—Como el día de su cumpleaños —agregó Fred— . Ese día fue genial… espero con ansias del tuyo , Paola—sonrió para reafirmar rivalidad—. Seré el primero en felicitarte. 
—Ni siquiera lo pienses.  

Quedamos de vernos en un punto medio de la ciudad para llegar juntos a la casa de Alex. Josh también asistirá a la reunión, así que seremos seis en total. ¡Qué emoción! 

—Esos locos... —Paola sigue disgustada. Todo el buen humor que recolectó en el día se vino abajo con esto. 
—Solo bromeaban. Además, sabes que no me gusta el alcohol y Josh va a estar con nosotros; es muy maduro. 
—Es el líder de los locos... pero sí, supongo que es más responsable que esos cuatro juntos. 
—Qué cruel eres, ya pareces mi mamá con tu sobreprotección, 
—Yo me muero si algo te pasa, eres mi mejor amiga. Quiero que me llames cuando llegues a casa —adoptó una imagen autoritaria apara hacerme reír—. Solo ten cuidado ¿quieres? 
—No es como que vaya a ir a la guerra… 
—No puedo evitar preocuparme, vas a estar rodeada de hombres... ¡hombres! No juzgo, pero tampoco me gusta que andes sola entre mentes masculinas. En general son muy descuidados; ¿sabías que sus esperanzas de vida son más bajas? 
—Paola paranoica ha vuelto. Ahora que lo pienso… tenemos más amigos hombres que mujeres. ¿Por qué será? 
—¡Es verdad! —para qué desperté su paranoia interior—. ¡Estamos rodeadas de puros hombres! 
 
Ahora me rio, pero estoy segura de que si continúo alimentando sus miedos y preocupaciones, se me saldrá de las manos y todo se volverá molesto. Es un problema futuro, da igual. 



Alex 
 


Sentado en el comedor y con una taza de té frente a mí, el vapor sube y mi mirada se pierde en él. Varias imágenes se reflejaban en la superficie, me hundieron sin piedad en mis pensamientos. El avanzar del segundero se volvió más fuerte con cada tic, hasta que una exclamación quebró todo este limbo: 

—¡Alex! —Abigail suena casi desesperada—. Ah, aquí estás. Lo siento, ¿te asusté? 
—No esperaba que gritaras... —mi gesto dice demasiado a pesar de ser serio. 
—Te he llamado por toda la casa, grité porque no me contestabas. 
—Disculpa por eso. 

Estaba tan concentrado que ignoré por completo los ruidos del exterior, al menos la mayoría. Estuve en un profundo vacío por varios minutos, se sentía bien y traumatizante a la vez. ¿Así será estar muerto? Tal vez por dentro sí.  

—Olvídalo. ¿Qué hacías? 
—Sólo pienso y... bebo té. 
—¿Te duele la cabeza otra vez? —ante su preocupación negué de inmediato, no quiero tener un doctor en la mansión otra vez—. Espero que no me digas mentiras. 
—Comienzo a creer que el té realmente calma los nervios… eso o solo se ha vuelto un efecto placebo efectivo —bebí un poco más. 
—Mientras funcione no veo motivo para dejarlo —sonrió optimista—.Y… ¿has hablado con el detective? 
—No. Desde ayer no ha vuelto a llamar. 
—Debe de seguir ocupado con los análisis —evitó la negatividad—, no debe ser un trabajo fácil sacar conclusiones aceleradas. 
—Sí, lo sé. Trato de ignorar el tema para no entrar en crisis de pensamientos. 
—Eso es excelente. Lo de mañana te ayudará con esa iniciativa. 

Tal vez ignoré demasiado. ¿Qué sucede mañana? No quise decir nada, me avergüenzo de no estar al pendiente del día a día con los eventos y compromisos. Traté de fingir estar al tanto… pero me descubrieron de inmediato. 

—Ya lo olvidaste, ¿no es así? Me vas a presentar a tus amigos. 
—¿Ya es mañana? —miré la fecha en mi celular. Esta desorientación comienza a preocuparme, estoy muy perdido. ¿Qué me está pasando? 
—Tienes la cabeza hecha un desastre, ¿verdad? —me abrazó por detrás empática. 
—Intento no amargarme, evitar pensar en la situación, pero siempre hay algo que me recuerda el presente. No importa si veo al futuro o al pasado, estoy enjaulado en la miseria. 
—Si no te sientes con ganas podemos cancelar lo de mañana. 
—No, no es necesario. Estoy bien, aún puedo recibir visitar y hacer el intento por ser sociable. Ellos me entienden, solo espero poder relajarme un rato con ellos aquí.  

Orgullosa de mí, se sentó a mi lado. Parezco becerro con las tazas de té que Alfred me da, no porque me drogue con ellas, sino porque disfruto su sabor suave y fresco, algo que hace mucho no pasaba. Hasta mi sentido del gusto se vio afectado.  

—¿Cómo hacen para que estos tés sepan tan bien? —llené de nuevo la taza.  
—Eso depende de muchas cosas. 
—¿Receta secreta? 
—Puede ser... y yo que pensé que no gustaba el té. De pequeño era lo último que pedias, eras más de jugos 
—Azúcar, eso es lo que más busca un niño. No cualquier té me agrada, este tiene algo especial que no llego a detectar. 
—Muchachito... tenías que ser de gustos estrictos. Por cierto, no olvides que debes decirme qué es lo que le gusta a tus amigos, así Alfred podrá hacer su parte. 
—Comienzo a creer que es mejor idea ser directos con ellos. La gente cambia de gustos constantemente y aunque nunca los he visto rechazar un patillo, no siempre tienen humor para lo mismo. 
—Tienes razón… pero sí tendrás que ayudarme con mi vestido. 
—¿En qué podría ayudarte yo? Tu gusto para eso es mejor que el mío... 
—Quiero tu opinión. A parte, no te quites crédito, tu gusto en la ropa también es bueno, elegante y casual. Vamos, solo por esta vez —insistió al apoyar sus manos en mi brazo. 
—Todo lo que te he visto ponerte te queda bien, cualquier cosa va para la ocasión, esa es mi opinión —apoyé la taza en su plato sin soltarla—. Lo que sea que elijas estoy seguro de que se te verá perfecto. 


Llegué a creer que su silencio era producto de una ofensa por haber sido tan directo y breve con ella, luego chilló emocionada y se lanzó a abrazarme. Me hizo derramar un poco de té sobre la mesa, no podía faltar un desastre hoy, ¿verdad? 

—O-oye… 
—Eres encantador, tesoro —rebosa de alegría—, muy encantador. 

La confusión me llevó a sonreír; es la primera vez que mi honestidad produce tal efecto positivo en alguien. Qué mujer… 

—Oh, derramaste té. 
—¿Yo?  
—¿Quién bebe té? 
—¿Quién me hizo derramarlo? 
—Da gracias que solo fue un poco de té —volvió a adoptar compostura—. Otro poco y te tiro de la silla. 
—No podrías moverme de aquí aunque lo intentes. 
—¿Eso fue un reto? —se asombró con cierta adrenalina. 
—En absoluto, solo digo la verdad —sonreí al ir en busca de un trapo para remediar mi supuesto desorden. 
—Muchachito... 




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