Honest (editando)

Capítulo 69

No puedo mirar su sonrisa y ojos sin querer temblar. Es imposible explicar lo feliz que me siento ahora… 

—Oh, perdona —notó mi reacción pasmada—, no quería incomodarte. Me dejé llevar —alejó su mano de mi cabeza— quise gritarle que no dejara de hacerlo, pero me quedé callada. Estoy muy nerviosa para hacer algo al respecto—. De todas formas gracias por las galletas. 
—Sí… no es nada. 

Creí que el "Gracias" de antes era por las galletas, ¿no fue así? ¿Había otra cosa que agradecerme? El silencio de la cocina volvió ser perturbado con escándalo desmedido, Alex no pudo evitar sentir curiosidad al respecto… o mejor dicho preocupación. ¿Josh no pudo controlar a los chicos? Eso fue lo que lo motivó a levantarse para averiguar lo que ocurría. Fui tras él sin mostrar desespero, ¿de qué me sirve quedarme sola? 

—¿Quieres conocer las semillas de alcaravea? —preguntó al verme andar a su lado. 
—Te burlarás de esto por mucho tiempo, ¿verdad? 
—No lo dije por burla. Si no quieres saber cómo son entonces no. 
—No, sí quiero —¿cómo hace que me arrepienta de mis actitudes tan rápido? 

Lo primero que vimos al entrar a la cocina fue a Carl en el suelo mientras los otros le dan aire. Abigail se ve preocupada, mucho. 

—¿Qué pasó? —preguntó Alex sin mucha angustia. ¿Ver a alguien desmayado es parte de su día a día? A mí me quiere dar algo. 
—No lo sé —contestó Abigail al borde de los nervios—. Le dije que tenía una migaja en la mejilla, se la quité y se desmayó. 
—Te repito Abigail, es una reacción natural en él —aclaró Josh insistente. 
—Desmayarse no es natural, ¿de qué hablas? 
—Danos un segundo y lo despertaremos. Denos un vaso con agua, buen hombre —pidió Frank a Alfred. 
—No es buena idea verter agua en alguien que ha perdido el conocimiento. 
—Nosotros lo hacemos todo el tiempo, solo confíe. 

Él hombre no quiso acceder ante tal solución irresponsable, su sentido común le dicta no perjudicar con malos actos a personas que gocen de sus servicios. Josh quiso explicar que la situación no se trataba de algo alarmante, pero Fred lo resumió en palabras entendibles: 


—Solo está de payaso. Denos un vaso de agua y nos olvidaremos de esto en breve. Atrás, señorita —pidió al recibir el remedo milagroso—, no quiero salpicarla.  

Dejó caer el agua en el rostro de Carl sin cuidado alguno (otro poco y le avienta el vaso) y recuperó el conocimiento de inmediato. Tosió repetidas veces, quitó los excesos de agua de su rostro y por fin Abigail suspiró aliviada. 

—¡El agua está helada! —reclamó con la mayor parte de su ropa mojada. 
—¿La quería tibia, su majestad? —reclamó Thomas con menosprecio—. Por andar de payaso preocupaste a Abigail. ¿Qué esperas para disculparte? 
—¿Estás bien? —preguntó ella con la intención de calmar el abuso hacia el perjudicado. 
—Sí. Lo siento, no quería... 
—Te falta inclinarte —ordenó Thomas a punto de ponerlo en posición. 
—Basta, por favor, chicos. 

La petición de la dama calmó la burlas cotidianas del grupo. Carl se puso de pie y secó su rostro con una toalla que le extendió Alfred. 

—Ahora me crees cuando te digo que es una reacción natural —replicó Josh con una sonrisa 
—El señor es sensible al tacto "amistoso" —añadió Fred—. Un roce es más que suficiente para emocionarlo… 
—Fue como si un ángel me acogiera. No pueden culparme, chicos —dijo Carl avergonzado por ser victima de sus hormonas masculinas. 
—Solo porque al resto nos pasa con algo te perdonamos. Las noticias inesperadas son mi debilidad. 

Carl sacudió un poco su ropa en un vano intento por secarla. Y los demás (como los mejores amigos que son), le ofrecieron desnudarlo para que sus defensas no se bajaran y así, evitar un resfriado. Abigail se volteó por cualquier cosa en cuanto vio el inicio de la contienda. 


—Muy mal para ser tu primera vez no, ¿Abigail? —preguntó Alex al tenerla de frente. 
—Aún sigo nerviosa… 
—Todos pasamos por esto, no te sientas mal. Mi primer sufrimiento fue gracias a Thomas, odia las arañas y le dijeron que tenía una el cabello. Se desmayó en la acera, ya te imaginarás lo que pasó después... El agua es el único método que funciona en casos así, según ellos y sus estudios profundos. Después entendí que esto pasa muy seguido y dejé de preocuparme demasiado. Te recomiendo hacer lo mismo. 

Estuvieron a nada de dejar a Carl en paños menores, hasta que el hambre atacó el estómago de Fred. Rugió como un león. 

—¿Y... cómo va la sopa? —preguntó para desviar la atención de todos. 
—Le falta un poco más —contestó Alfred—. Aún no han decidido qué van a comer, jóvenes —sacó una pequeña libreta y una pluma, listo para anotar. 

Tanto Josh como yo no tuvimos problemas para elegir un platillo, pero las lentitudes de Fred desesperaron a los chicos. Comenzaron a discutir de nuevo… creo que Abigail empieza a entender el comportamiento del grupo. 

—Creo que será mejor que yo te diga qué darles de comer —sugirió Josh como mamá gallina—. Van a tardar un rato en acabar de discutir. 

Definitivamente están locos esos chicos. Alex pidió lo de siempre y se encaminó a una especie de almacén con puertas parecidas a las de un armario. Hay muchos frascos de cristal acomodados entre otras cosas; es grande, todo en esta casa es grande. 

—¿Puedo preguntarte algo, Sara? 
—Claro, lo que quieras. 
—¿Crees que tengo una actitud hostil? —mi silencio confuso lo hizo reformular su pregunta—. Hace rato malinterpretaste mi comentario, en verdad no quise burlarme de ti, ¿soy malo para darme a entender? No es la primera vez que alguien confunde o malinterpreta mis intensiones. 
—Supongo que… es la forma en la que hablas, el tono o quizás el gesto. Es un lenguaje que también logra a confundir a muchos. 
—Es bueno saber que piensas de esa forma... —abrió un estante y sacó un frasco vacío. ¿Detecté un tono desanimado? 
—No digo que tu forma de ser sea mala, al contrario, está bien. Es solo que a veces, por mi parte, noto un tono burlón cuando hablas. Bueno no burlón, es diferente, pero para bien... bueno no. 

Confundido por mi balbuceo, frunció el ceño. Metió las galletas que carga en su mano desde hace rato en el frasco, lo cerró y se dedicó a buscarles un espacio. Mientras yo sigo con mi eterno tartamudeo: 

—O sea, es bueno, pero a la vez no: es burlón, pero es bueno porque es tu forma de ser y tu forma de ser está bien. Aunque quizás burlón no es la palabra correcta —creo que no me entiende nada, no deja de verme confundido—, no obstante, como lo entiendo para mal, creo que te burlas de mis comentarios todo el tiempo, cuando no es así. Igual puede ser que uses ese tono para cualquier ocasión y por el hecho de que no te conozco demasiado pienso que te burlas de mí. 
—¿Por qué estás nerviosa? —interrumpió. Quise continuar, pero me detuve al escuchar su pregunta—. Tiendes a hablar mucho y rápido cuando estás nerviosa —acomodó el frasco en un lugar de su agrado. 
—¿Estoy hablando rápido? 
—Sí. ¿Por qué estás nerviosa? 
—No estoy nerviosa. En serio —insistí ante su escepticismo. 

¡Obvio sí estoy nerviosa! Siempre sufro de tal emoción cuando hablo con él, pero no le puedo confesar eso. Improvisaré: 

—Cuando me concentro en un tema empiezo a hablar y hablar —fue lo mejor que se me ocurrió. 
—Ya veo... Y cuando mientes, ¿te sonrojas? —ahora busca entre los frascos. 
—¿Qué? 
—Estás sonrojada. 
—Ah… es que hace calor aquí, ¿no tienes calor? —me eché aire—. Qué cosas. ¿no?  

Concluyó nuestra disputa con una negación amistosa y se dedicó de lleno a lo que hace, que aclaro, sigo sin entender qué es.  

—¿Qué buscas? 
—Nada, ya las encontré —sacó un frasco casi lleno y lo abrió para mostrarme—. Estas son las semillas de alcaravea. Me sorprende que nunca las hayas visto. 
—¿Para qué dijiste que sirven? —saqué unas cuantas y las dejé en mi palma. 
—Se usan para la elaboración de licores, panes, repostería y también para algunos platos salados y encurtidos —cerró el frasco y se giró para guardarlo de nuevo en su lugar. Eché todas las que poseía en mi boca y las mastiqué—. Deben de usarse con moderación debido a que tienen un sabor muy intenso, pero eso ya es otro tema. 

Abrí los ojos como platos al escuchar eso, ¿moderación? Oh no... Tan pronto terminó de dejar todo en orden, volteó conmigo para adquirir una nueva duda: 

—¿Qué te pasa ? —mis ojos llorando 
—¡Pica! —saqué la lengua y empecé a hacer aire desesperada. 
—¿Te las comiste? ¿Por qué? ¿No escuchaste lo que dije? 
—Quería conocer su sabor y para cuando mencionaste la intensidad ya era demasiado tarde…. ¡Ahora pica más! 

Se resignó a aceptar mi torpeza con una sonrisa enternecida. En cualquier otro momento me hallaría en éxtasis de ver dicha expresión en él, pero ahora mi lengua pide a gritos alivio inmediato. 

—¿Por qué pica así esta cosa? ¡¿Cómo pueden hacer comida con esto?! 
—¿Quieres que te lo explique? 
—Agua... ¡Agua! 
—Anda, vamos, con eso será más que suficiente. 

Después de esa horrible experiencia (y de dos litros de agua acompañados de dos viajes al baño) nos sentamos en el comedor pequeño, porque al parecer esa casa tiene dos: el grande y el chico. No tengo idea para qué es el grande si no es para comer ahí… quizás solo es decoración, una muy egocéntrica. 

Al compás de la comida un nuevo tema de charla inició: los chicos hablan con Abigail sobre sus tan culinarias actividades escolares, mientras que Josh y yo complementábamos sus comentarios. El único que no dijo nada en absoluto fue Alex, está muy concentrado en lo suyo, como si nosotros no estuviéramos aquí, a mi parecer. 

Mientras lo veo comer llegó una idea a mi mente un tanto desubicada: esta es la primera vez que lo veo alimentarse. No sé por qué me parecieron muy lindos sus modos para usar los cubiertos. Llámenme loca, pero es cierto; no hay nada de especial en ellos, todos en la mesa comen con decencia, pero él es el único capaz de llamar mi atención. Quizás sí hay algo especial, los muchos modales que muestra… debe ser eso, algo nuevo para mí y mi mente acostumbrada a lo cotidiano. 

Antes, cuando no estaba interesada en alguien, escuchaba a otros decir que el amor es algo muy raro, pero todos estaban de acuerdo en que la forma de ver las cosas es siempre igual y nadie se escapa de la regla. Para ser breve, consiste en que cuando se está enamorado o enamorada de alguien, todo, absolutamente todo lo que haga esa persona te va a parecer lindo o bonito. Incluso algo tan común como el respirar será agradable de ver y sospecho que es lo que me pasa en este momento. Otro buen ejemplo es lo ocurrido hace rato: sonrió y echó su cabeza para atrás, eso fue suficiente para darle rienda suelta a mis hormonas traicioneras. Ver su perfil me hizo perder la cabeza... ¿Qué cosas estoy diciendo? 

—Saraaaa... —insistió Fred como por quinta vez. 
—¿Ah? ¿Qué? 
—Sigue viva —rio Thomas. 
—Te hablo y no me haces caso. 
—Lo siento, pensaba en algo. 
—Alguien está enamorada… —dijo Frank con papel de Cupido. ¿Tan obvia soy? No pudo haberme descubierto… 
—Ya cambia tu frase —reclamó Carl‐—. Dices eso todo el tiempo cuando alguien no te hace caso. 

Qué alivio, solo fue una falsa alarma. Al parecer aún puedo ocultar mis emociones... menos mal 

Alfred llegó al comedor y se dirigió a Alex para comunicarle que lo buscaban en la puerta. Su expresión cambió notablemente ante esas palabras. 

—¿Quiere recibirlos en otro momento, joven? —preguntó al enfrentarse a su silencio. 
—No. Llévalos a la oficina, voy en un momento. 
—En seguida. 
—¿Todo bien, bicolor? —preguntó Thomas después de percibir la evidente tensión. 
—Sí, todo está bien —con su plato vacío, dejó su servilleta en la mesa y se pudo de pie—. Por favor, no se preocupen —insistió al poco convencimiento de las miradas—, sigan con la comida. 

La confusión nos pegó a todos por igual, a excepción de Josh y Abigail, quienes tuvieron una mirada sospechosa por unos segundos. Ella fue la primera en reaccionar: 

—Díganme, chicos, —se aclaró la garganta para obtener la atención de los varones—, ¿cuándo decidieron irse a vivir juntos? 
—Es una historia muy graciosa, ¿no es así? —Josh alentó la curiosidad. 
—Demasiado —sonrió Fred entusiasmado—. Acércate, Sara —soy más alejada de él—, quiero que me escuches fuerte y claro. 

 




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