Sara
Ha pasado una semana… ¡una aburrida semana! Josh me dijo que procurara no salir de casa y le hice caso, la que no estuvo muy de acuerdo con la idea fue Paola; del coraje dijo que iba a cachetear a Josh y mis comentarios respecto a que harían una bonita pareja no ayudan a relajarla.
—Vamos, no te enojes —pedí y obtuve una mirada de disgusto como respuesta—. ¿No será que estás enojada porque no lo has visto en una semana? Yo también estaría de mal humor.
—¡No me cambies el tema! Estoy enojada porque te dice qué hacer y qué no, toma el control sobre ti, te manipula y lo peor de todo es que se lo permites. Eso no está bien.
—Pero... tú también me manipulas.
—Yo soy tu mejor amiga y él solo es el mejor amigo del chico que te gusta. ¡Y no me contradigas!
—Así no se puede conversar—reclamé al apoyar las manos en mis mejillas, resignada a no ganar esta pelea.
—Tú empezaste. Ya solo falta que el “señor mandón” no me deje salir a mí.
—Tú no estabas presente… —contestó Josh al aparecer detrás suya.
Su repentina presencia fue evidente sorpresa para ambas, más para ella, se le ve pálida. Creo que está a nada de un infarto.
—…pero de haberlo estado te hubiera pedido lo mismo.
—¿Qué haces aquí? —mi susto se transformo en emoción casi de inmediato—. ¿Cómo entraste a mi casa?
—Tu madre me recibió. Me conformaba con hablar contigo en la entrada, pero me invitó a pasar. Tu hermana por su parte me sometió a un pequeño interrogatorio sobre la ubicación del príncipe. Así es como llegué aquí.
Mi hermana se asomó por detrás de la pierna de Josh mientras ríe, sabe que es el centro de atención. Josh acarició su cabeza como gesto amistoso y ella salió corriendo satisfecha de haberlo escoltado
—Es bonito tener hermanos pequeños, ¿no?—me preguntó al verla jugar con tanta inocencia.
—Ni tanto…
Recordando el enojo anterior y dejando de lado la impresión del momento, Paola se puso de pie dispuesta a darle un cachetada (su enojo se avivó más que nunca). No contó con las destrezas del muchacho, pues la tomó de la muñeca antes de que su mano alcanzara su rostro. Creó que se ofendió con tal bienvenida, pues cerró los ojos con seriedad.
—No creas que te vas a salvar de esta tan fácil. Más te vale que tengas una muy buena explicación para todo lo que está pasando, “cariñito” —las manos de ambos tiemblan debido a la fuerza aplicada, aunque Josh se ve mucho más relajado que su adversaria.
En verdad me causa mucha curiosidad saber cómo va a calmar toda esta furia, supongo que tiene sus métodos. Muy pronto, mostró su característica personalidad: sonrió repentino y la jaló con él para abrazarla:
—También me alegra verte, Paola. No esperaba encontrarte aquí —acarició su cabeza enternecido.
—¡Suéltame! —reclamó al forcejear molesta—. Estamos en medio de una discusión, no se supone que me abraces. ¡Y deja de acariciarme! No soy tu perro.
—Una discusión es el acto de tratar un asunto proponiendo argumentos o razonamientos para explicarlo, con el fin de llegar a un acuerdo. En este caso, no se ha dado a entender el asunto a tratar entre todos los participantes presentes y una cachetada no es una propuesta ni un argumento. Por lo tanto no es una discusión. El motivo por el que te abrazo es porque estoy feliz de verte, no por querer evadir una responsabilidad.
—Lástima que no compartimos ese sentimiento...
—Lo sé —le dio un beso en la frente.
La caldera mental de Paola explotó. Su cara se puso al rojo vivo, se liberó como pudo de esos brazos que la rodeaban y vino a esconderse detrás de mí con una mano en la frente. Mientras Josh la mira simpático, ella lo juzga con la mirada entrecerrada.
—Qué bonitos son cuando están juntos. Díganme, ¿planean tener hijos? —Josh tosió sorprendido por mi pregunta tan repentina.
—¡¿Qué?! ¡Estás loca! —exclamó Paola.
—¿Qué? Es bueno ser precavido. ¿Cómo se van a llamar? ¿Cuántos van a ser? ¿Seré la madrina de alguno?
—¡Deja de decir tonterías!
—Me alegra ver que estás bien, Sara —sonrió Josh—, sigues siendo igual de impredecible con las palabras.
—Hice lo que me pediste —revelé con orgullosa.
—Y te lo agradezco.
—Entonces… ¿qué te trae por aquí?
—Quería pedirte que me acompañaras. Te debo una explicación, ¿no es así?
¡Por fin mi ignorancia será atendida! No más sueños predictivos, no más momentos de ansiedad por no poder dejar de pensar.
—¿Ahora ya quieres que salga? —Paola entró a la discusión, espero que esto no altere los hechos.
—Ya tenemos todo bajo control —desvió la mirada apenado—, puedes acompañarnos si quieres.
—Lo iba a hacer aunque no me lo preguntaras, ni loca vuelvo a dejar a Sara sola ustedes.
Con el permiso de mi mamá para salir un rato, partimos en bola. En menos de cinco minutos ya estábamos arriba de un choche de servicio con el chofer de la familia de Josh al volante. Otro que tiene chófer. ¿Por qué todos cuentan con un servicio así? ¿Acaso soy la única que anda el taxi y le gusta caminar?
A todo esto, Josh no dijo cuál era nuestro destino y no es un lugar a donde ya hubiéramos ido, porque no reconozco el camino. Dejé de mirar por la ventana y dirigí mis ojos a Paola, quién ve malhumorada con los brazos cruzados a Josh, mientras él revisaba algo en su celular. Está tan concentrada en él que no dijo nada sobre «nos van a secuestrar» o algo parecido, ya saben "Paola paranoica".
—Si quieres decir algo, hazlo. Te escucho —contestó Josh con una actitud neutra.
—No has levantado la vista, ¿cómo sabes que te miro? —preguntó ella con escaso asombro.
—No lo sé, scopaesthesia quizás... —levantó la mirada y guardó su teléfono—. Ya llegamos.
Estamos en un barrio lleno de casas, la mayoría son de dos pisos, muy simples a mi parecer. Josh salió del coche, dejó la puerta abierta y nos invitó a salir.
—¿Dónde estamos? —cuestioné al no adivinar.
—Es la casa de los chicos.
—¿Viven solos?
—Así es. Lo contaron el día que fuimos a casa de Alex, ¿ya lo olvidaste?
—Ah, es cierto.
Supongo que por todo lo que pasó después lo olvidé. Llegamos hasta a la puerta, Josh iba a tocar el timbre, pero se detuvo a escuchar por unos segundos, sonrió en breve.
—¿Qué pasa? —preguntó Paola, le ansiaba ver la puerta abierta.
—Esto les gustará —sacó unas llaves de su bolsillo. Con una de esas abrió la puerta y nos cedió el paso.
—¿Tienes una llave maestra?
—No, es la llave de la casa… tengo una explicación para esto también.
La casa no está en silencio absoluto, a lo lejos se escucha música proveniente de unas bocinas. Me parece conocida la canción. Josh nos guio por entre los pasillos hasta una puerta de la misma primera planta, de aquí es de donde proviene el ruido. Tan pronto vimos el interior de la habitación nos quedamos boquiabiertas: los chicos cantan frente a su karaoke muy inspirados y sobra decir que bastante bien. Interpretan una de las muchas canciones que están de moda actualmente. Fred lidera, Thomas, Carl y Frank lo acompañaron con la voz de fondo en los coros.
No pudimos hacer más que mirar anonadadas el espectáculo, fueron los tres minutos más satisfactorios de mi vida. En cuánto la música acabó aplaudieron y chocaron las palmas entre ellos como festejo. Después de hablar entre ellos sobre lo bien que había salido, se percataron de nuestra presencia, se quedaron estáticos.
—¿Qué demonios acabo de ver? —dijo Paola sin poder creerlo aún. Yo sigo en shock como para hablar.
—Carl, —llamó Fred después de aclararse la garganta— ponle al rock, quita esas payasadas de pop…
—Vaya, chicos, no sabía que les gustaba cantar —fue lo mejor que pude decir.
—¿Verdad que les sale bien?—preguntó Josh recargado en la puerta.
Los cuatro se miraron entre ellos sin palabras, un poco avergonzados por los elogios para nada esperados.
—Ya decía yo que me sonaba la tonada de la música, es una de tus canciones favoritas, Paola —expliqué iluminada. Los chicos salieron de su vergüenza tan pronto entendieron la relación entre ambos.
—Sí... me gusta la canción... un poco.
—¡No te hagas! Es de tus favoritas. La repites una y otra y otra y otra vez —dije al darle un pequeño golpe en el brazo.
Los chicos dejaron los micrófonos de su karaoke en la mesa y se aproximaron a nosotros. No quisieron darle más vueltas a la tan inesperada revelación.
—No creí que vivían solos en realidad, pensé que bromeaban al respecto.
—Que crueldad, Sara —rio Thomas—. ¿Tan incapaces nos vemos?
—No, no, no, no, no es lo que quise decir —definitivamente mis habilidades lingüísticas están bastante oxidadas.
—Lo que yo no sabía era que Josh tenía la llave de su casa —añadió Paola en busca de satisfacer su curiosidad.
—Justamente pensaba en cómo habían entrado —respondió Frank pensativo.
—Capaz y abrieron la cerradura —Carl codeó a Fred, quien se mostró orgulloso. No sé de qué—. No. Le dimos una llave cuando compramos la casa, todo porque lo queremos y tiene la libertad de entrar y salir de aquí cuando quiera.
—Me dieron una llave porque siempre pierden las suyas —reiteró Josh.
—También… pero suena más bonita mi versión. En fin, ¿a qué se debe esta intrusión?
—Es momento de hablar, chicos.
Su anuncio los hizo quedarse con la boca seca. De un momento a otro el ambiente del lugar cambió drásticamente, ¿será muy especial y tenso lo que pasa en realidad? Fred insistió en saber si tener esta charla era necesario, Josh alegó al decir que merecemos una explicación.
—Oigan... —llamó Frank— deberíamos ir a limpiar primero. Nuestra casa no estaba preparada para las visitas.
—Se supone que limpiar y dar buena apariencia es tu trabajo —reclamó Thomas—. Ya habíamos hablado sobre las responsabilidades de cada uno y todos estuvimos de acuerdo.
—¡Me ataron a una silla y me obligaron a firmar un papel pedorro que decía todo eso! ¿Qué parte de la experiencia incluye la unanimidad?
—Es que dejas bien limpio y bonito el baño —explicó Fred como excusa tierna.
El cumplido extra del buen olor y frescura de los interiores cuando Frank termina el aseo no recompensó su disgusto. Tampoco las supuestas veces que terminó “fumigado” debido a los químicos sanitarios.
—Por lo menos no te toca cocinar, —reprochó Carl para aprovechar el momento de quejas— tengo el brazo lleno de quemaduras de aceite y no veo a nadie preocupándose por mí. Mejor el señor del correo me pregunta si estoy bien…
—¡Cierra el pico! Es mi momento de protagonismo —Frank lo hizo a un lado—. Un poco de ayuda no me vendría mal, ¿saben lo difícil que es limpiar la cerveza seca? ¡¿Lo saben?!
—¿Sabes lo difícil y vergonzoso que es ir por el mandado? —Thomas entró a la pelea—. Ya me ven como señora ama de casa en la tienda
—Y creo que se volvió más creíble cuando te vieron con el gorrito y el delantal rosa.
—Se me olvidó que lo traía puesto, ¿sí?
—Que bueno que sacamos esta foto —la sacó de su bolsillo
El gesto de Thomas habló solo: estupefacción, vergüenza… venganza. Frank alcanzó a darnos el ejemplar, luego fue arrojado al piso por la victima retratada; dicho evento no nos importó mucho, la foto absorbe toda nuestra atención. Mientras Frank muele a Thomas, Fred y Carl trataron de ser los mediadores.
—¡¿Por qué traes esa cosa contigo?! —reclamó Thomas entre golpe y golpe.
—Para la ocasión. ¡Me pedías a gritos que te la tomara! —entre empujones mezclados con golpes se escuchó que algo de vidrio se rompió.
—¡Mi jarrón! —exclamó Carl triste, no tardó en molestarse—. Ahora sí... —se arremangó y se unió a la pelea.
Fred (sin saber qué hacer para detener la pelea), alzó los hombros confundido y se unió a dar puñetazos.
—¡Voy a tener que limpiar este desastre después! —reclamó Frank molesto.
—Oh que bien... te pondremos el mandil rosita, —sonrió Thomas— ¡y te dejaremos a fuera!
—¿Quién me va a devolver mi jarrón? —exclamó Carl
—Yo... ¡apoyo la causa actual! —añadió Fred—. Igual voy a ser quién cure sus heridas… así que aprovecho el momento de desestrés.
Otros objetos se cayeron y varias cosas más de vidrio se rompieron durante su disputa física. En este momento fue cuando Josh se tomó más en serio su pleito y fue separarlos. Después de unos minutos la tranquilidad volvió a inspirar paz, se puede decir que todo volvió a la "normalidad".
—No te preocupes Carl, podemos reparar tu jarrón —explicó Josh al verlo desanimado mientras recogía los vidrios—. Conozco a alguien que trabaja el vidrio, es muy bueno, seguramente podrá volver todo esto una pieza.
Frank llegó casi de inmediato para ayudar y aclarar que él pagaría el monto total de la reparación. En el otro extremo de la habitación, Thomas no dejaba de quejarse por el dolor: Fred atendía sus heridas, terminó de curar a Frank muy rápido.
—Deja de moverte —reclamó Fred con objetos del botiquín en manos.
—Chicos… no se van a salvar de la plática que tenemos pendiente —recordó Josh el verlos tan relajados. ¿Acaso todo este show fue con ese propósito? No los creo capaces.
Resignados, se dirigieron a la sala de la casa para dejarla “decente” y así recibirnos como debió ser en un principio. No me molesta tener una charla en un lugar con polvo común, pero es la casa de los chicos: su casa sus reglas.
—Se ven nerviosos... —Paola arqueó una ceja sin comprender dicha actitud.
—No quieren hablar del tema —respondió Josh—, sinceramente yo tampoco, pero la verdad es algo que les debo… que les debemos. No puedo explicarles todo yo solo, ellos... suelen expresar mejor las cosas y además... —la incomodidad de sus posibles recuerdos lo hizo quedarse sin palabras.
—Todo tiene que ver con Alex, ¿cierto? ¿No sería mejor preguntarle a él directamente? —sugerí original—. No es por hacerle el feo, pero eso les ahorraría a ustedes toda esta dificultad —por cierto, ¿dónde esta él ahora?
—Ayudarle con esto es un enorme favor para él: evitar la dolorosa situación de revivir el pasado, uno que al día de hoy aún lo atormenta y persigue. No es fácil para nosotros dar explicaciones, mucho menos para él; ya tiene mucho en la cabeza de lo que preocuparse. Antes… cuando recién te conocí, no era para nada seguro involucrarte en este asunto, pero por una u otra cosa estás aquí y entiendo tu necedad por las explicaciones. Hice esta cita con todo el consentimiento de Alex, por tu bien es mejor que sepas lo que ocurrió y así, entenderás nuestra necedad por mantenerte al borde. Una vez sepas en lo que estamos metidos ya no habrá vuelta atrás.
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Editado: 26.07.2024