Alex
Abigail vino a verme después de lo sucedido con Sara. Ambos estamos sentados frente a frente: mientras yo fumo, Abigail se prepara una taza fina con té de hierbas y aunque no sabía de "mi adicción" al cigarro, no me juzgó por eso. Al principio creí que diría algo, pero me equivoqué.
—¿Qué tal te fue con Sara? —preguntó con la mirada en su taza.
—Creí que sabías lo que había pasado.
—Quiero escuchar tu versión de los hechos.
—No acabó bien... —contesté después de un breve silencio.
—¿Discutieron? —no contesté—. Ya veo —movió con delicadeza la cuchara en su taza.
No puedo ocultarle nada a Abigail, me conoce lo suficiente, sabe el significado de todas mis acciones y de silencios.
—No fue tan grave —desvié la mirada desinteresado.
—A juzgar por tu rostro veo que mientes, aunque creo que te debo una disculpa. En parte soy responsable por lo que pasó.
—Es un quiebre que tarde o temprano iba suceder, solo aceleraste el proceso —volví a fumar y expulsé el humo.
—Sólo espero que esté bien.
—Estará bien mientras se mantenga alejada de mí.
—No has cambiado nada —sonrió nostálgica.
—¿Qué quieres decir?
—Aún intentas alejar a la gente de ti, todo el tiempo. Eres una persona muy hermosa, Alex, pero no entiendo por qué piensas que eres venenoso o algo parecido. Pones distancia entre los demás y tú para protegerlos, pero no sé de qué.
—¿No es evidente? —dije desanimado, otro poco y me pierdo en el humo del cigarro.
—Lo que está pasando no es tu culpa, deja de pensar que lo es.
¿Cómo dejo de hacerlo? La única constante en todo este infierno soy yo. Es difícil no verte como veneno cuando la gente que convive contigo sale lastimada sin excepción.
—¿Crees que hice lo correcto? —en mi voz dejé ver rastros de arrepentimiento.
—Bueno, aquí el inteligente eres tú, cariño.
—No me siento inteligente ahora —di otra calada.
—Entonces te preguntaré algo, ¿cuántas veces te ha funcionado seguir este patrón? —otra vez no pude contestar—. Exacto, ninguna, ¿por qué recurres a lo mismo?
—No lo sé.
—Yo te diré por qué, es debido a que tu corazón es tan grande y tan noble, que antes de pensar en ti, piensas en los demás y en su bienestar. ¿Sabes qué es lo que noto en ti?
—¿Qué?...
—Mientras más intentas alejar a una persona de ti, más la quieres y la aprecias.
—Eso no es... —me sonrió— eso no es verdad.
—Deja de engañarte. Sé que aceptar lo que somos a veces es difícil, pero no tienes que temerle a eso. Eres una persona maravillosa y cuando lo entiendas estarás feliz contigo mismo.
—Estaré feliz hasta que esto acabe —apagué el cigarro.
—Tú eres parte de esto y hasta que tú estés bien, las cosas se arreglarán. Acepta la ayuda de los demás y te prometo que todo se solucionará —bebió té.
—¿Para qué? Tarde o temprano quién me ayude acabará mal. No quiero comprobar mi teoría con otro funeral.
—Alex... —dejó la taza sobre la mesa.
—Esto es una maldita ruleta rusa, Abigail. Todos los que aprecio se van y no puedo hacer nada para protegerlos, ¿conoces la impotencia por la que estoy pasando? ¿Cómo sé que no le harán nada a Sara o a su familia? ¿Cómo sé que Josh y los otros estarán bien? Que tal si un día recibo la noticia de que tú... —apreté los puños emberrinchado—. Ya no quiero perder a nadie más. Estoy cansado.
Después de mirar el su reflejo en el té por algunos segundos, se sentó a mi lado.
—Por favor, Alex, no pienses así...
—¿Y qué se supone que haga? ¿Debo estar feliz, Abigail? —ahora pasé a la molestia.
—No es a lo que me refería...
—¿Debo estar feliz por ver caer a los que aprecio? Algo dentro de mí se rompe poco a poco, voy a llegar al punto sin retorno, no puedo detenerlo, ¡y eso me aterra! No puedo dormir en las noches por pensar qué va a pasar al día siguiente. No sé si habrá alguien más a quien velar o alguien más que necesite ser reconocido bajo una tela blanca en una morgue. ¡Dime! ¡¿Qué estoy haciendo mal?!
—No tengo la respuesta a esa pregunta —me miró compasiva.
Una vez saqué todo mi veneno contra alguien que no se lo merecía, pasé al arrepentimiento; entendí el horrible patrón en el que me he sumergido y no me gusta nada.
—Lo siento, no... —suspiré fastidiado— no debí hablarte así. Me das todo tu apoyo y yo... solo soy un idiota.
—Solo son palabras que gritan por alivio —me dio palmadas en la espalda con una sonrisa en el rostro—. Entiendo que estés enojado y estás en todo tu derecho de querer gritarle a todo mundo.
—No tengo que comportarme así, no ayuda en nada, pero sí… ya estoy harto de todo esta situación que parece no tener fin —me pasé la mano por el cabello estresado, la dejé en mi frente y me recargué en mi rodilla—. A veces solo quisiera desaparecer.
Supongo que este es un punto característico de la depresión. Nunca me he metido tanto en el tema como para conocer el trastorno; antes se me recomendó visitar a un psicólogo para sentirme mejor, pero me negué. Simple y sencillamente porque no le vi sentido. Sí, quizá me ayudaría a entender mi situación, saber cómo aprender a sentirme mejor, pero eso no haría volver a mis padres, no me enseñaría a tratar temas delicados con abogados como debe de, no representaría ningún avance en el problema legal que estoy metido (por no mencionar la palabra “asesinato”). No necesito que alguien me diga con bases teóricas que sufro trastornos o que me drogue con más con pastillas, necesito mentes y manos que me apoyen para defender lo que es mío y hacer que el responsable de mi pérdida pagué por eso o al menos convencer a la gente de que todo esto no inició por un simple accidente. No sé si explico mi impotencia, solo diré que muy pocos comprenden mi situación y debido a ello, no puedo malgastar tiempo el relatar mi cuento a cada persona que se acerque. MI vida es un asco, con eso resumiré todo.
—Nada de lo que haces está mal —contestó Abigail para subirme el ánimo—, simplemente no puedes controlar todo lo que pasa a tu alrededor, nadie puede. No sería correcto prometerte un final feliz, pero lo que te puedo jurar es que voy a estar aquí para brindarte todo mi apoyo. Les haremos pagar por todo, recibirán su merecido castigo ya sea tras las rejas o bajo tierra, sólo no te rindas, por favor. Tu fortaleza vale más de lo que crees.
La miré de reojo con frialdad. Lo sé, no debería de, pero, ¿no es un poco egoísta exigirme aún más? Creo que la vida me quiere cobrar algo que no me corresponde pagar. ¿Cuánto más debo sacrificar?
—Alex —apoyó su mano sobre la mía—, sé que tienes muchos pensamientos reprimidos y no es bueno para ti esconderlos. Odio verte así.
—Es cierto, las circunstancias sacan lo peor de mí. No soy capaz de expresar lo agradecido que estoy con todos. Han hecho tanto por mí y siento que la recompensa por ayudarme es... morir y eso me frustra mucho. Tanto Ana como Roberto estuvieron ahí para mí, me extendieron su mano para ayudarme y no pude protegerlos —mis ojos se volvieron cristalinos—. No puedo evitar sentirme culpable. Sí tan solo yo... —apreté los puños sobre mis rodillas—. Deben odiarme.
Abigail mostró sorpresa por mi confesión, después sonrió y movió mi cabello para ver mis ojos:
—Nadie sería capaz de odiar a alguien como tú. Eres la persona más honrada y leal que conozco, tan tierno y honesto. Tienes un enorme corazón y estás dispuesto a compartir todo de ti a los demás, pero te es difícil por las cosas que han pasado… —acomodó mis mechones entre caricias—. Dónde sea que estén, estoy segura que no se arrepienten de nada.
Dejé caer un par de lágrimas al no poder contenerme más.
—Hablar por ellos no es correcto, pero si algo me pasara a mí, no me arrepentiría de haberte conocido, ni de estar aquí y ofrecerte mi apoyo incondicional. Creo que todos preferimos enfrentar las consecuencias a dejarte solo en tu dolor con esta situación; no es correcto que lidies con esto sin apoyo —por último, posó su mano en mi hombro, no tardé en acariciarla como gesto de gratitud.
Sus palabras me reconfortaron por un momento, me alejaron del pequeño trance de confusión en el que estaba a punto de entrar. Pensar en el pasado no me ayuda en nada, solo me hunde más. Tengo que acabar con esto cuanto antes.
—Dime, ¿hay algo que pueda hacer por ti ahora?
—¿Puedes contestarme una pregunta? —pedí serio al limpiar mis ojos con una mano.
—Claro.
—¿Qué tanto poder tengo sobre las siete familias?
—¿Poder?
—Quiero que me hagas un favor, pero necesito saber cuáles podrían ser la posibles consecuencias de mis actos.
Sara
Todo acabó mal. Estoy acostada en mi cama, deprimida. No puedo dejar de pensar en todo lo que ha pasado. Llegué a casa de Paola y para mi sorpresa, Josh estaba con ella. Por la mirada con la que me recibió supe que mis horas estaban contadas:
—Creí haber sido claro, Sara —expresó con suma decepción.
—Lo sé, pero...
—Te dije que era muy peligroso y no me hiciste caso.
—¡No hizo nada malo! —Paola alegó a mi favor.
—Tú también eres parte de este problema —contestó él sin cariño—. Ambas escucharon mis palabras y aún así...
—¡No hagas un drama de esto!
—¡Fue muy peligroso lo que hizo! Tuviste suerte, Sara, pero si algo hubiera salido mal, Alex estaría en peligro en estos momentos. Entiendo tus motivos, pero no son suficientes para justificarte. ¿Sabes que harán si descubren dónde se oculta ahora?
Guardé silencio con la vista fija en el piso; soy un niña regañada.
—Todo esto fue idea de la pelirroja, ¿por qué no vas y te quejas con ella? —de nuevo Paola trató de liberarme de la culpa.
—No la voy a defender, pero independientemente de lo que ella haya dicho, la decisión final la tuvo Sara —aclaró Josh al voltear a verme— y aún sabiendo la gravedad del asunto, fue algo muy irresponsable de tu parte aceptar tal oferta.
—Más te vale que dejes de hablarle así —las riendas de Paola están soltarse, pero esta vez Josh no mostró defensas amigables, dejó ver su decepción y real molestia reprimida.
—Creí que eras sensata, Paola, pero en lugar de impedir que esto pasara la apoyaste. ¿Dónde está tu sentido común?
—Igual, ya no importa... —comenté para evitar que ardiera Troya frente a mí— Alex no quiere volver a verme. Dejó muy claro ese punto.
Josh desvió la mirada, no parecía estar muy interesado en el rompimiento o más bien, apoyó que todo contacto se terminara.
—Entonces, ¿dónde estuviste todo este tiempo? —dijo Paola confundida.
—Salí corriendo, me encontré con Cris y me ayudó a sentirme mejor.
El rostro de Josh cambió por completo, se alertó en cuanto escuchó su nombre:
—Espera, ¿le dijiste lo que pasó?
—Yo… —jugué con mis dedos nerviosa.
—Deja de titubear, Sara, contéstame.
—Lo siento.
—¡Sara! —el hombre está al borde del colapso nervioso. Se llevó una mano a los ojos, creo que pasó del mal humor a la angustia.
—¡Lo siento! Estaba muy mal, se ofreció a ayudarme y me desahogué con él. Sé que dijiste que él era un sospechoso, lo cual no apoyo, pero no le dije nada respecto a la ubicación de Alex.
—Hablar de él es suficiente para deducir que no está lejos de ahí. Demonios —se dio la vuelta y salió por la puerta.
Lo llamé sin éxito mientras lo veía ir en dirección a su moto. Mandó un mensaje rápido y tomó su casco, listo para partir. Tuve que volar para alcanzarlo antes de que encendiera el motor:
—¡Josh, espera, por favor! Cris no es malo, sé lo que te digo.
—¿Tienes acaso una idea de lo que hiciste, Sara? Su padre no es ningún idiota, solo le basta una simple idea para mover montañas y conseguir lo que quiere. Cris es un sospechoso, sin importar lo que digas, bien pudo decirle a ese hombre todo lo que le contaste.
—Lo dudo —musité ofendida.
—No estamos en posición de esperar lo mejor. Quiero creer en tu palabra, creer que Cris no tiene nada que ver, pero no podemos arriesgarnos y no vamos a hacerlo. Ve a tu casa y por favor, no hagas otra cosa.
Encendió su moto y en segundos se perdió entre las calles.
Desde mi punto de vista creo que exageró las cosas. Quizá lo mejor sea que no me meta más en esto, en verdad lo vi molesto por mis acciones y tiene motivos suficientes. ¿A quién engaño? Tiene razón. No debí de aceptar ver a Alex en primer lugar; me pregunto si todo estará bien. Creo que acabo de arruinar todo.
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Editado: 26.07.2024