Desde aquel primer incidente con "la banda del Halcón", pasaron tres días sin que esos bandidos hicieran presencia en el pueblo.
Los habitantes de Silon se sentían en paz, y llegaron a pensar que aquellos hombres ya no volverían jamás.
Me he encontrado con Lilia unas cuantas veces durante el tiempo que he estado aquí, aunque siempre es ella la que termina encontrándome o se me acerca para iniciar una plática.
Básicamente nuestra rutina se resume a: me saluda, hablamos un poco, y luego cada quien se va por su lado.
Hemos estado viviendo en una pequeña casa de madera que nos consiguió el alcalde, o al menos eso me gustaría decir.
En realidad, se trata de dos pequeñas construcciones que incluyen una única habitación, y dos camas, eso es todo, no hay nada más que describir.
Literalmente son dos habitaciones de madera, Érick y yo compartimos una, y las hermanas comparten la otra. La comida nos la da el alcalde, y en el asunto del baño pues… No teníamos uno, pero por suerte, Érick se encargó de construirlo para el uso de los cuatro. Supongo que lo aprendió en el ejército, en verdad fue útil.
El alcalde es un hombre anciano, siempre lo veo dando paseos por el pueblo, y aunque su apariencia le da la imagen de una persona frágil, lo he visto caminar durante horas, e incluso cargar objetos pesados, como sacos de harina, pilas de madera, entre otras cosas.
Poco a poco los niños volvieron a jugar afuera, padres e hijos salían a pasear, los ancianos se reunían a contar sus historias, todo era un ambiente de total calma mientras disfrutamos de una paz imperturbable.
Al menos, eso pensábamos.
—¡¡¿DÓNDE ESTÁN?!!
Un fuerte grito dejó paralizado al pueblo entero, la gente miraba alrededor sin saber de dónde provenía aquella voz.
Hasta que finalmente, el responsable se hizo presente.
Varios hombres aparecieron en la entrada del pueblo, todos ellos vestían unos pantalones negros y un chaleco gris, lo cual hizo fácil averiguar de quiénes se trataba.
Aquellos hombres se dividieron en dos filas, formando un camino despejado entre ellos como si fuera a venir alguien de la realeza, y entonces apareció.
Un hombre calvo extremadamente alto, muy cerca de los dos metros y medio de altura; tenía un cuerpo musculoso, color de piel morena, y estaba vestido igual que los bandidos, o quizás los bandidos se vestían igual que él, no lo sé.
—¡¿Dónde están los que atacaron a mis hombres?! —gritó aquel gigante.
El pueblo de Silon se envolvió en gritos de pánico, todos corrían a esconderse donde pudieran.
Nosotros estábamos al otro lado del pueblo, pero ya habíamos sido advertidos del peligro, y fuimos a hacerle frente. Después de todo, están aquí por nosotros.
Eran ellos, "La banda del Halcón" finalmente apareció, y aquel hombre gigante, no era otro más que su líder.
Llegamos al lugar de los hechos, y quedamos impactados ante la presencia de un humano tan grande. Aunque teníamos nuestras dudas de que ese tipo fuera realmente un humano.
"Esto tiene que ser una broma… ¡Ese tipo es enorme!"
Sofía y Mónica estaban aterradas, y temblaban de solo ver a ese gigante. En cambio Érick, aunque estaba sorprendido como los demás, trató de guardar la calma.
—No sé si ese sujeto es real o no —afirmó Érick, tragando saliva y cerrando los puños con fuerza—. ¡Pero lo que sí sé, es que hay que sacarlo de aquí!
El jefe de los bandidos dio un paso hacia adelante en cuanto nos vio.
—¡¿Ustedes van a sacarme de aquí?! —preguntó el gigante, mofándose de nosotros—. ¡Jajajajaja, me gustaría ver que lo intentaran!
Sus subordinados se rieron a carcajadas junto a él, luego guardaron silencio y empezaron a sacar cuchillos, palos de madera, entre otras cosas que puedan usar como armas.
—Chicos… no tenemos armas para defendernos, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Mónica, parada detrás de nosotros.
—Los únicos capaces de pelear con los puños son ustedes tres… —murmuró Sofía con preocupación—. Yo solo soy enfermera, no sé como luchar en realidad.
"¿Quieres que te recuerde cuando estrellaste un extintor en la cara de alguien?"
No me gustaba verla temblar de esa manera, pero no podía negar la cruel realidad, ellos nos superan en número, y posiblemente en fuerza también, lo único que nos quedaba era tratar de ser más listos que ellos. O dejarle toda la planeación a Érick, ambas funcionaban para mí.
Entonces, sin tiempo suficiente para pensar en un plan, el ataque empezó.
—¡Vayan, muchachos! —ordenó el jefe de los bandidos—. ¡Tomen la comida, roben todo su dinero, Silon no volverá a ver la luz del día!
Los bandidos se dispersaron por todo el pueblo, patearon puertas, rompieron ventanas, y encendieron sus palos de madera como antorchas, las cuales usaron para empezar a quemar las tiendas y hogares.
Los aldeanos gritaban aterrados, los niños lloraban, todos trataban de huir como podían, era un caos total.
—¡Hay que detenerlos! —exclamé aterrado.
—¿Pero cómo? —preguntó Sofía.
—¡Ustedes ayuden a evacuar a la gente del pueblo! —ordenó Érick con firmeza—. Michael y yo nos encargamos aquí, ¡vamos, vayan!
Las chicas se fueron a ayudar a los que quedaban en Silon, pero a los tres pasos Sofía se detuvo, y con una voz temblorosa dijo: "No mueran por favor…"
Luego de eso ella también se fue.
—¿Cómo haremos con el "grandulón"? —pregunté un poco nervioso.
—Luego pensaremos en eso —respondió Érick—. Por ahora, debemos detener a sus subordinados, andando.
Érick aparentaba estar tranquilo, pero en realidad, su cuerpo temblaba, era una reacción normal al miedo. Antes vencimos a caballeros con armadura, pero en ese entonces teníamos armas, en cambio, esta vez estábamos desarmados, superados en número, y contra un enemigo de capacidades desconocidas.
Corrimos hacia uno de los bandidos, y como era de esperarse, a Érick solo le bastó un golpe para dejarlo en el suelo.
Continuamos así, uno tras otro íbamos derribando a los bandidos, Érick se encargaba de los que estaban armados, y yo de los otros. Igualmente me costaba mucho enfrentar a cada uno, incluso tuve que recurrir a trucos sucios como lanzar tierra a los ojos, entre otras cosas. En el amor y la guerra, todo se vale, así que no me juzguen, no quiero morir.
Tomamos un par de cuchillos de los bandidos caídos, y los usamos para enfrentar a los restantes. Nos estuvimos defendiendo lo mejor que pudimos, pero al final resultaron ser demasiados.
Nos tenían totalmente rodeados, un paso en falso, y nos matarían a ambos, no teníamos escape. Al menos, eso fue lo que creímos.
Los bandidos estaban dispuestos a matarnos, cuando desde el cielo vimos una luz naranja caer en nuestra dirección, la cual resultó ser una antorcha que acabó por impactar sobre la espalda de uno de ellos, encendiendo su chaleco.
—¡Aaah! —gritó de dolor el bandido.
—¡¿Quién hizo eso?! —preguntaron los demás, mirando alrededor.
Entonces la vi, se trataba de Sofía, ella había lanzado aquella antorcha, y decidimos aprovechar su pequeña distracción para escabullirnos de allí.
Corrimos hacia adelante, empujando a los bandidos que teníamos enfrente haciéndolos caer.
Logramos liberarnos, pero cometimos un grave error, el cual, fue no tener vigilado al jefe de la banda.
—¿Pero qué tenemos aquí? —preguntó el gigante, parado detrás de Sofía—. Que mujer tan linda he encontrado en este basurero.
Sofía quedó paralizada, no gritaba ni corría, únicamente se puso a temblar mientras lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
Corrimos hacia ella para alejarla de aquel gigante, pero fuimos detenidos por los bandidos.
Uno de ellos me dio un golpe en el abdomen, lo que provocó que cayera al suelo, Érick trató de ayudarme, pero eran demasiados para él, y lo sometieron entre ocho.
—Pensé que ustedes me sacarían de aquí —dijo el gigante, burlándose—. Parece que me equivoqué… Bueno, estaba un poco lejos ocupado con unos asuntos, pero al menos conseguí un premio por venir hasta aquí.
El gigante tomó a Sofía con una de sus enormes manos y dijo: "Nos la llevamos a casa."
—¡¡Sofía!! —gritó Érick, mientras intentaba levantarse.
—¡Cállate! —dijo un bandido, luego de patear a Érick en el rostro.
—¡Vámonos! —ordenó el gigante—. Ya no tenemos nada que hacer aquí, espero que con esto, Silon aprenda cuál es su lugar.
Empezaron a alejarse, pero a los pocos pasos fueron detenidos por otros dos bandidos que acababan de llegar.
—¡Jefe, mire lo que encontramos! —dijo uno de ellos, con una gran sonrisa.
Era Lilia, la hija del panadero; la tenían sujetada de ambos brazos, y se la mostraron a su jefe. Uno esperaría que estuviera temblando de miedo, pero contrario a eso, ella se mostraba enojada, mirando de manera desafiante a los bandidos.
—Ella trataba de ayudar a unos viejos a escapar, y aunque nos costó al principio, fuimos capaces de capturarla —informó uno de los bandidos.
No era una broma el hecho de que les costó.
Ninguno de los bandidos estaba intacto, uno tenía un ojo morado y rasguños en la cara, mientras que el otro tenía el labio partido y rastros de harina en el cuerpo.
Lilia acabó siendo una panadera bastante audaz.
—Hmm… ¡Traigan a las dos! —ordenó el gigante, para luego voltear a verme a los ojos con una gran sonrisa—. Me gustan los tipos fuertes, y a veces, hasta los cachorros más frágiles pueden volverse peligrosos si se les da un incentivo para serlo. Tú me das curiosidad, niño. Tienen hasta hoy a media noche, vengan a rescatar a sus amigas si pueden, después de todo, "ustedes me sacarán de aquí", ¿verdad? ¡Jajajajaja!
—¡No… Lilia…! —grité con la poca fuerza que me quedaba, estirando mi mano temblorosa hacia ella.
No podía levantarme, el dolor me lo impedía, podía sentir como si estuviera apunto de llorar de la impotencia al no poder ayudarlas.
El golpe de aquel bandido no fue uno cualquiera, ese maldito desgraciado tenía unas nudilleras de acero en las manos, lo que hizo que el dolor fuera más profundo.
Érick yacía tendido en el suelo, no se levantaba, posiblemente había quedado inconsciente por el golpe en la cabeza que recibió.
Dejé a mis ojos pasearse por el pueblo.
Había fuego consumiendo casas y tiendas, escombros regados por el suelo, y el humo negro hacía que respirar se volviera cada vez más complicado.
Queriendo creer que nada de esto estaba pasando realmente, cerré mis ojos por un momento, y de pronto, todo se llenó de oscuridad.
—Ayúdanos…
"Esa voz otra vez… sigo sin saber quien eres…"
—Levántate… Ayúdanos…
"No puedo, mi cuerpo no me lo permite…"
—Levántate… Ayúdanos… Sálvanos…
"¡Que no puedo!"
—¡¡Levántate!!
Abrí mis ojos nuevamente. El dolor del golpe que recibí cuando me retuvieron había desaparecido por completo, pero Érick aún se encontraba acostado sobre el suelo.
No sabía cómo hice para recuperarme de aquel daño, pero lo que sí sabía, era que no tenía tiempo que perder.
Levanté a Érick, y lo cargué con todas mis fuerzas hasta finalmente sacarlo del pueblo que aún continuaba envuelto en llamas.
Lo dejé sobre el césped de los alrededores, confiando en que el fuego no llegaría hasta él, o al menos que no llegara tan rápido.
—No te preocupes, Érick —dije, mientras tomaba un par de cuchillos que dejaron los bandidos—. Te prometo que las traeré de vuelta. Tú descansa.
Tuve más suerte de lo que hubiera imaginado, ya que a lo lejos, podía visualizar a la banda del Halcón caminando en dirección al bosque.
—Los encontré, malditos —hablé conmigo mismo, totalmente cargado de ira—, ahora iré por ustedes…
Aquel bosque, fue el mismo que vimos antes de llegar al pueblo de Silon. Ésta sería la primera vez que me adentro en él desde que llegué a este lugar, pero algo en mi me decía que no sería la última.
………
……
…
Conseguí llegar al bosque, de hecho, era más grande de lo que hubiera imaginado, todo lucía tranquilo.
"Tanto silencio no es bueno."
Seguí avanzando hasta llegar a un pequeño río, el cual crucé con facilidad.
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Editado: 26.07.2024