C.A.: Un final prohibido

Mónica siempre ha sido una mujer muy social, con una actitud divertida y emocionante que hace a las personas que la rodean sentirse atraídos por ella.

Varios goblins incluso se han sentido atraídos románticamente hacia ella, pero ella se disculpa por no ser capaz de corresponder a sus sentimientos.

Pero no crean que es incapaz porque ellos tengan algún defecto, al contrario, los que se han confesado a ella, eran goblins trabajadores, responsables, inteligentes, amables, respetuosos, y muchos incluso eran bien parecidos, pero había algo que ellos no podían cambiar.

Mónica no se siente atraída por los hombres.

Desde que tiene memoria, ella jamás ha sentido atracción por ningún hombre en particular; era capaz de temer amigos varones y salir a divertirse con ellos, pero nada más allá de una simple amistad.

Así fue hasta su último año de la preparatoria, donde ingresó una chica nueva, la cual flechó el corazón de nuestra amada espadachina casi de inmediato.

Ella misma no podía comprender sus propios sentimientos, hasta que se los confesó directamente a esta chica, quien le mostró que aquello no tenía nada de raro, y que todos tenían el derecho de amar a quien quiera.

Pero lamentablemente la tuvo que rechazar, pues aunque esa chica también sentía atracción por las mujeres, ya tenía una pareja.

Fue un rechazo doloroso, pero al menos Mónica entendió que lo que sentía era normal. Ninguna mujer estaba obligada a amar a un hombre, y viceversa; existen las excepciones como ella.

Su vida continuó con naturalidad hasta la universidad, donde pudo encontrar a más personas como ella, e incluso a quien sería su primera pareja romántica.

Mónica sentía que había alcanzado la felicidad junto a ella, pero entonces sucedió.

Terminó enterándose de que su pareja se avergonzaba de ella, y para engañar a su familia, comenzó a salir con un hombre de su misma universidad, quien en un descuido la embarazó.

Esta chica fue con Mónica y le dijo con una sonrisa emocionada que se había curado de su “enfermedad”, que ya no le gustaban las mujeres, y que ahora podía ser una persona “normal”.

A Mónica se le rompió el corazón, ella en verdad había imaginado una vida feliz junto a su pareja, pero para ella no fue más que un experimento, una exploración para saber quién era en realidad.

Mónica estaba destrozada por dentro, pero la sonrisa de su amada se veía tan radiante y genuina, que no pudo hacer más que desearle una feliz vida de casada con ese hombre, ya que adicional a decirle la verdad, la invitó a su matrimonio.

Mónica jamás asistió a la ceremonia, pero le envió un mensaje de felicitaciones fingiendo un resfriado.

El tiempo pasó, y el dolor de aquel momento fue desapareciendo con los años, y una vez que se sintió lista para volver a continuar con su vida, su ex pareja de la universidad fue a visitarla, pidiéndole retomar la relación.

Ella había terminado con su esposo por una infidelidad, y estaba tan dolida por ello que solo buscaba consuelo en cualquier persona, sin fijarse en lo mucho que la había lastimado.

Mónica no dudó en rechazarla, echándole en cara todo el dolor que la hizo pasar con sus absurdos experimentos, y en lugar de disculparse, esta chica solo la minimizó, diciéndole que ella solo estaba celosa porque no pudo curarse de su enfermedad y volver a ser “una mujer normal”.

Mónica ya estaba harta de toda esta situación, y terminó llegando a los golpes con esta chica.

Los vecinos llamaron a la policía y estos terminaron la pelea, dejando a Mónica como la culpable de la agresión, y la única razón por la que la dejaron ir con una simple advertencia, fue porque sus vecinos testificaron a su favor, reportando a la otra chica como la que vino a buscarla y la que inició la discusión.

El tiempo pasó con relativa naturalidad después de eso, y un día, el caos de Mútsel sucedió.

Todo el mundo fue atacado por caballeros medievales, la mayoría usando espadas y escudos, pero hubo varios que usaban una energía extraña a la que llamaban magia.

Mónica se esmero en buscar a su hermana para ir a un lugar seguro, y a mitad de camino encontró a su pareja de la universidad, quien le rogó por ayuda cuando la vio.

Ella lo pensó por un instante, y aunque no fue la decisión más pacífica, le respondió:

—Lo siento, sigo estando enferma, y no me gustaría contagiarte.

Con esas palabras dejó a esa tipa a su suerte, siendo rodeada por una decena de soldados apuntándole con sus espadas.

……… 

…… 

…

Todo lo que ocurrió después fue la historia que ya conocen.

Hoy en día ella es feliz, su hermana encontró el amor, se dedica a lo que ama, y tiene una vida plena.

Pero esa era la felicidad de la persona que más le importa. ¿Qué hay de su propia felicidad?

Ella es feliz, a medias, ya que si bien tiene todo lo que quiere y hasta un poco más, aún siente que algo le falta.

Trabajó con su espada día tras día siguiendo las órdenes de Nerves, quien en cierto modo pasaba de ser su maestro, a una figura paterna para ella.

Alcanzó un nivel de maestría con su espada que el mismo Nerves la observaba con orgullo, siendo ella el fruto de todas sus lecciones y conocimiento adquirido con el pasar de los siglos.

Pero si bien era evidente que el arte de la espada era una gran pasión para ella, con el tiempo Nerves pudo notar que su entusiasmo iba decayendo, retrasando su progreso.

Él no podía permitir que todo su esfuerzo se perdiera, y trató de hablar seriamente con ella, mas nunca imaginó cual era el dilema de su aprendiz.

—¡¿Que quieres una pareja?! —exclamó Nerves, claramente sorprendido.

—¡Shhh! —Mónica hizo lo posible por silenciarlo—. ¡No lo diga en voz alta, maestro Nerves! ¡Se suponía que era algo personal!

—Oh, sí, lo siento —Nerves aclaró su garganta—. ¿Porqué surgió este repentino interés? ¿Te siguen molestando los jóvenes goblins? Ya te he dicho que simplemente los ignores.