- Dame un café – le dije al barman que me miró aburrido al otro lado de la barra- que sea escoces.
El hombre manteniendo expresión de pesadumbre tomó un jarrito y se volcó en la máquina. Un café era justo lo que necesitaba para levantar un poco el calor, de aquellos cinco grados bajo cero que en el frio seco del norte atravesaban cualquier tela hasta dejar congelado el pecho. En Buenos Aires no hacia tanto frio, y eran precisamente aquellos descensos de temperatura los que me hacían desear estar alli.
-Café escoces- dijo el barman y depositó el jarrito humeante de café que despedía aromas de whisky y canela.
- Esto le encantaba a mi mujer- le dije como queriendo arrancar una conversación, el hombre mantuvo su vista en el trapo con el que limpiaba la barra – de Junio a Agosto, una o dos veces a la semana prendíamos la cafetera y abríamos el whisky, después al sofá mientras buscábamos enganchar alguna película en la tele.
- Y, dígame ¿su mujer se quedó en Buenos Aires? – dijo una mujer que se sentaba pegada a la pared, la mire sorprendido y vi que vestía un largo saco que le llegaba a la cintura que continuaba en sus piernas casi desnudas apenas cubiertas por unas medias de red. Por la vestimenta deduje que no era nativa de aquel rincón perdido del norte, aunque su tez morena y facciones afiladas me indicaban que posiblemente fuera de la capital. Antes de siquiera responderle, la mujer me interrumpió de nuevo- sabe que su acento es fácil de distinguir ¿no?
- Ya me parecía- le contesté sonriendo – y en cuanto a mi mujer, la verdad es que no la veo desde hace meses. Tuvimos una pelea bastante seria y me hecho de la casa. No me mire así, por favor, yo no la engañe ni nada por el estilo sino que la convivencia termino siendo difícil. Para colmo hace poco me habían corrido del trabajo, y ni un kilo de pan podía llevar a mi casa – me reí - ¿sabe que un hombre no es nada sin plata? Y ella me reclamaba que no hacía nada, que me la pasaba tirado ¡¿Cómo esperaba que hiciera algo?! Si en efecto, no era nada ¿Qué fuerzas le pueden quedar a uno cuando no hay razones para levantarse siquiera?
- Pero bueno hombre, no me cuente su vida entera – me dijo la mujer – creo que tengo bastante con mi propia carga, no sé si tengo ganas de la suya. Aun así…- la mujer sonríe y pasa un dedo lentamente por su pelo – nunca he tenido la compañía de un porteño, me gustaría dejarlo invitarme una copa.
La mujer vuelve volvió sobre su copa y sorbe un pequeño trago mientras de reojo miraba hacia donde me encontraba.
- Que manera de dar una primera impresión ¿no? – le digo al barman que se limitó a sonreír y asentir.
- ¡Maestro! Tenga cuidado con esta mujer – gritó un hombre de manera casi inentendible al otro lado de la barra – le va a dejar la billetera seca, le digo yo ¡Mire que es cara!
- ¡Oiga! – le dije al balbuceante hombre que , evidentemente, estaba borracho – no sea irrespetuoso.
- Ninguna falta de respeto caballero – dijo la mujer impasible – no me avergüenzo de lo que hago para vivir. Aunque si le soy sincera, le he agarrado un poco de cariño a usted. No se preocupe por su dinero, que el amor de una dama norteña no le costara.
La mujer repitió su risa por lo bajo y el borracho levantó su botella de vino y respondió con un fuerte “¡Salud por eso!”. La mujer imitó el gesto. Para no quedar atrás hice lo mismo.
-¡Esa compadre! - dijo el borracho – que hay que ahogar las penas – tomó un último sorbo al vino y se desplomó con fuerza sobre la barra, inconsciente, no sin antes largar un sollozo casi inaudible.
- Discúlpelo – me dijo el barman – no hace poco que perdió a su mujer y a su hijo. Desde ese día que toma, casi como un juramento a sí mismo – miró hacia el borracho, afligido- solo espero que el día que se reencuentre con su gente, si es que lo hace, deje su bebida definitivamente sobre la mesa.
-Que desgracia- dije yo también con un nudo en la garganta y di otro sorbo a mi café.
-¿Y qué hay de usted? – Dijo la mujer y el barman dejo escapar una sonrisa- ¿no es acaso otro desgraciado?
-Ciertamente- respondí- y mi más reciente desgracia es que me encuentro perdido.
Mis dos compañeros de charla me miraron y comprendí que querían que prosiga.
- He recibido una tentadora oferta de trabaj por estos lugares, por casualidad ¿no conoce esta dirección?- le pregunté al barman, él miró el pedazo de papel que le había acercado. Sonrió.
-Yo conozco este lugar mejor que nadie, créame, y nunca he escuchado esa dirección. Me parece que le han jugado una broma.
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Editado: 26.09.2019