28 de junio.
—Come libros ¿Estás lista?
—No. Aún no lo estoy—. Suspiré terminando de vestirme. —¿Por qué diablos estoy haciendo esto?
—Porque es el cumpleaños de tu novio.
Mis mejillas se enrojecieron con esa última palabra. Más que nada porque insiste en decirla mucho, y eso me encanta.
—Si, si ya cállate—. Murmuré nerviosa.
Listo. Piensa en la caja llena de películas y casette que te regalo para tu cumpleaños. Esto no es nada. Él es un pervertido, pero se merece el mundo.
—Oye pesado ¿Los lentes son necesarios?
—Sip—. Siento que se está aprovechando de mi.
En muchos sentidos posibles.
—¿Ya terminaste de cambiarte también?
—Ya lo hice. Y me veo como un roquero de escuela.
Reí bastante. Si yo me iba a poner un ridículo disfraz, mi novio también lo haría.
—Saldré ahora—. Avisé al terminar de acomodar las medias, y colocarme los lentes sin aumento.
—¡Okey!
—¿Preparado?
—¡Mucho!
—¿Seguro?
—Sal de una vez come libros.
Abrí la puerta del cubículo del baño despacio, que se ubicaba en la habitación de Jayce. Estaba roja como un tomate y no podía verlo a los ojos.
—¿Feliz? Me veo como una chica con miopía, y uniforme de preparatoria sin derechos humanos.
—Te ves como una come libros de verdad—. Insinuó con una sonrisa al acercarse.
Miré de lado el enorme espejo. La camisa negra formal de cuello y manga larga que llevaba puesta, junto con el chaleco sobre la misma de color blanco. Las medias negras, y una falda del mismo color, no se me veía tan mal.
—Por esto querías una fiesta de disfraces ¿Cierto?—. Miré de mala manera al pelinegro.
—Has acertado...— Sujetó mi rostro y empezó a dejar besos por todo el. Yo me quedé inmóvil disfrutando de ser la persona que este chico más amara.
Hasta que llegó a mi boca, donde está vez dejo uno más romántico, más largo. A veces pienso que hubiera dado todo por disfrutar de esto mucho antes, pero, nunca se llega a un amor que estaba destinado a ser tuyo ¿Cierto?
Presionó mi cintura y me subió al espacio entre los lavamanos. Dejando mi cuerpo ahí mientras el retrocedía. Al principio lo mire con el ceño fruncido.
—¿Cómo me veo?—. Solté una carcajada cuando empezó a posar de diferentes formas, parecía el típico chico malo de las historias.
Jeans negros y rasgados, una camisa simple del mismo color, y para la cereza del pastel, una chaqueta de cuero. Su cabello despeinado como siempre se le veía bien, y sus ojos azules quedaban a la perfección.
—Me veo increíble no lo niegues—. Hice un ademán para que se callará.
Estaba empezando a reír demasiado fuerte. Con demasiadas ganas. Como siempre que estoy con él.
—Basta d-de eso.
—¿Un beso y nos vamos?—. Siempre encuentra la manera de salirse con la suya.
—Un beso y nos vamos.
Se acercó a mí. Me miró a los ojos, hace eso con frecuencia, como si quisiera grabar cada expresión de mi rostro. Cada fracción que cambia con sus acciones.
Como si cada vez quisiera decir. No me dejes ¿Okey? No dejes de caminar a mi lado, no te alejes, no permitas que nuestro fuego se haga cenizas. Jamás haría algo como eso, porque cada vez que nuestros ojos se encuentran, siento que eres el lugar más seguro sobre la tierra.
—Sigue creando historias conmigo ¿Okey?—. Creería responder.
Pero él no me dio la oportunidad, acarició mi rostro y me besó. Nunca terminaba de acostumbrarme a su cálido aliento, a su respiración y la mía fusionarse. Jamás voy a dejar de aprender de ti, me has enseñado que está bien ser un ser humano por completo, que mostrar tus grietas ante otra persona no es ser débil, me has enseñado a vivir con menos miedos.
Me enseñaste que no merezco menos que alguien como tú.
Lo envolví con mis brazos, dejando perder la yema de mis dedos entre su espalda. Los suyos también bajaron de mi rostro. Uno me rodeó la cintura apretando suavemente está, lo supe por el escalofrío en ese lugar. Mientras el otro subió por mi muslo detonando mis nervios por completo, justo cuando apartaba mi falda para cruzar los límites.
—Tus manos son ansiosas—. Murmuré contra sus labios y luego sonreí.
—Solo cuando te tengo enfrente.
—Y no... no haremos nada en tu cumpleaños, menos en el baño de tu casa.
—Pero...
—No... ¿Me bajas de aquí?
—¡Agh! ¡Come libros!
Me bajo a regañadientes. Acomodé mi falda y tome su mano, ambos salimos del baño, solo para enfrentarnos por primera vez a la multitud en la casa de mis suegros.
—¿Y Dennis, Willian y mi cuñada?—. Nos detuvimos frente al balcón observando a todas las personas abajo.
Talvez grabando todo ese lugar, tan como lo hace una cámara ante una escena peculiar.
—Salieron a cenar con mi suegro... También se iban a quedar en un hotel hoy.
—Mi papá no me dijo nada—. Fruncí el ceño.
—Porque lo iban a secuestrar a tu casa, así que básicamente él no sabía.
—Todo tiene sentido—. Reí hasta que perdí el aire, eran tan similares.
—¿Vendrás a cenar mañana?
—Preguntan mis suegros o mi novio.
—Tu novio—. Mencionó Adams al atraerme hacía él.
—Lo haré.
—Come libros ¡Mira allá!—. Me señaló entre la multitud a Lukas y Nora.
—¿Se le declaró?—. Jayce asintió.
—Lo hizo ayer después del entrenamiento... Lo curioso es que ya le había dicho al equipo que tenía novia.
—Nora lo va a matar si se entera.
—Si lo hará—. Mi novio me dedico una sonrisa de complicidad.
—¿Bajamos?
—Donde vayas... Yo te sigo.
—Eres un pesado—. Puse los ojos en blanco.
(...)
Llegando abajo la escena no era del todo agradable, más bien divertida.
Marcus estaba sentado en el sofá, mientras Aspen dormía profundamente en sus piernas. Por donde lo vean esa chica es la mejor amiga que se puede desear, a penas durmió por estudiar para sus exámenes y sin embargo está en el cumpleaños de su amigo.
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Editado: 13.03.2024