– Esto es increíble. No puedo creer que estuvieras haciendo todo esto tú sola. –me dice, mirándome con gran preocupación. – ¿Te sientes mal?
– ¿Mal? No sé si esa sería la palabra para describir como me siento. Tal vez enojada, furiosa, despedazada, dolida. Pero mal, no. –le regalo una de mis mejores sonrisas, y él me mira con una cara de “¿Acaso estás loca?”, y preguntándose cómo puedo reír en un momento como este. Pero la verdad es que tengo muy buenos motivos para sonreír. – Ya lo recuerdo todo.
Después de que mi madre muriera decidí venir a estudiar a la Universidad de Bersey. Ellos aprobaron mi solicitud y eso para mí era un gran logro. En el último año de la carrera tuve que realizar un trabajo que consistía en entrevistar a Tomas Woodside para una revista.
Así lo reconocí, y fui a encararlo, pero él me pidió que mantuviera en secreto todo y que me largara de la ciudad. Yo no le hice caso y me quedé en Bersey, termine mi carrera y empecé a trabajar en la agencia de noticias. Y por pura casualidad me topé con un caso que me alarmó bastante. Me dijeron que lo olvidara y que no volviera a hablar del tema, pero empecé a investigar, hasta que di con la contaminación, lo cual me llevo hasta la empresa de mi padre. Fui hasta él como ilusa a pedirle explicaciones por todo lo que había descubierto y él solo se dignó a negarlo rotundamente.
Después de unas semanas, él declaró en la prensa que yo era su hija y me pidió que fuera a vivir un tiempo con él. Que quería retomar nuestra relación de padre e hija y yo le creí. Unos días después fui secuestrada por unos hombres cuando iba de camino para su casa.
Me mantuvieron encerrada por un tiempo, quizás días, hasta que logré escapar, pero en mi intento de huida, caí por un barranco. Luego de eso lo único que recuerdo es cuando caminaba como loca por el bosque y Matías me encontró.
– ¿Hablas en serio? ¿Pero qué recuerdas, que fue lo que pasó entonces?–me preguntó desesperado por saber mi respuesta, después que le dije que había recuperado la memoria.
Me tumbo en una silla, tomo aire profundamente y le explicó con lujo de detalles todo lo que pasó.
Cuando termino él se queda un rato pensativo, seguramente procesando lo que le acabo de revelar y me pregunta. –Tienes alguna idea de quién te pudo haber secuestrado.
– No, no sé, y no quiero ni imaginármelo.
– ¿Crees que pudo haber sido tu padre?
– Como te dije, no sé. Y no quiero pensar que haya sido él.
– Vale, pero tienes que decidir qué vas a hacer con esa información.
– Tengo que pensarlo Estefan, pensarlo bien. Por un lado él es mi padre pero por el otro esto que está haciendo está mal.
– Están muriendo gente, Celeste. –me dice con una voz dura, incluso molesta.
– Lo sé, yo misma los vi, pero...
– ¿Pero qué?
– Me duele hacerle eso a mi padre. –le digo resignándome a la verdad.
– Escúchame. –Me coloca las manos a ambos lados de mi rostro y me hace levantar la cabeza y mirarlo a los ojos. –Tu padre te abandonó, a ti y a tu madre, se fue sin dar explicaciones. Tú sufriste mucho por esa causa. Yo estoy de testigo para afirmarlo. Su empresa está haciendo que muchas personas pierdan la vida y él no ha hecho nada para impedirlo, solamente está sentado en una silla disfrutando de su asqueroso dinero. Por muy padre tuyo que sea, él no merece ni tu lástima, ni tus lágrimas. –lo dice limpiándome una lágrima que empezó a deslizarse por mi mejilla. –Así que mantén la cabeza en alto y piensa con claridad, decide si de verdad quieres dejarlo pasar o encararlo de una vez por todas.
Sus palabras me llegan como puñales al pecho pero no pueden ser más reales. Él está en lo cierto, debo afrontarlo.