Pasaron un par de horas desde que Lena y Keiji entraron a la acogedora casa, en donde bebieron chocolate caliente y hablaron sobre muchas cosas. Kero se había acostado a los pies de Keiji y ahora eran capaces de escuchar los suaves ronquidos del can.
Lena sabía ahora que Keiji se había mudado de Japón al pueblo hace tres años con Kero siendo un cachorro por un trabajo en bienes raíces. Conoció a sus padres cuando salió a la plaza para comprar adornos de Navidad para su hogar, tomaron un café juntos y, cuando regresaron, se dieron cuenta de que eran vecinos.
Keiji, por su parte, se había enterado de la razón por la que Lena se había ido de su casa: seguir un sueño y a un hombre que le prometía cumplirlo. De soñar con ser una cantante exitosa, ahora trabajaba como secretaria en un consultorio dental. Vivió con Dixie por diez años hasta que murió y decidió regresar para hacer las paces con su familia, pero nada iba bien.
—¿Y tu familia? —había preguntado ella—. Creí ver algunas fotografías en la sala.
Él sonrió con melancolía escrita en sus ojos.
—Mis padres murieron en un accidente de tráfico hace siete años —dijo, con una suavidad y calma que sorprendieron a Lena—. Yo era muy joven, tenía veinte años y mi hermano dieciséis. Fue muy difícil para ambos, pero pudimos sobrellevarlo, o al menos eso pensé durante mucho tiempo.
Keiji se detuvo por un momento, como si reviviera esos recuerdos en su mente antes de continuar.
—Creí que estábamos sobrellevándolo bien, que éramos suficientemente fuertes como para seguir adelante. Pero un día, mi hermano decidió poner fin a su vida —mientras esas palabras salían de su boca, la sonrisa es sus labios flaqueó—. Fue muy difícil para mí en ese momento..., pero Kero llegó a mi vida.
Keiji acarició con ternura la cabeza de Kero, que seguía dormido a sus pies.
—Fue mi ancla en esos tiempos oscuros. Kero me ayudó a encontrar una razón para seguir adelante, a pesar de la tristeza. Me recordaba constantemente que aún había amor y compañía en el mundo. Su alegría y lealtad hicieron más llevadera la carga que llevaba en mi corazón.
Había una parte de Lena que lo comprendía completamente y otra que, a su vez, no lo hacía.
Dixie fue su única ayuda cuando parecía hundirse al fondo de un agujero junto con sus esperanzas y sueños. Fue gracias a esa peludita de cuatro patas que pudo seguir adelante y levantarse las veces que fueran necesarias, porque ella estaría a su lado... para siempre.
Pero, ¿cómo era capaz Keiji de contarle todo eso con una tranquilidad increíble? Ella había vivido por diez años preguntándose qué pasaría si volvía a casa, si alguno de los miembros de su familia había muerto sin que ella lo supiera, si sus padres estaban viviendo bien y tranquilos, pero nunca quiso obtener una respuesta a sus preguntas.
Keiji no podría hacer eso de nuevo, pero parecía que en su memoria mantenía el recuerdo de cuando fue feliz con ellos, en vez de recordarlos con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta como ella recordaba a Dixie.
Se preguntó si algún día ella podría hablar de Dixie como él lo hacía de su familia.
—¿¡Lena!? ¿E-estás llorando de nuevo?
La castaña se limpió rápidamente sus lágrimas, pero no pudo evitar que continuaran saliendo. No solo lloraba por los recuerdos que tenía sobre Dixie, sino porque en realidad sentía las trágicas muertes de la familia de Keiji.
—Siento mucho tu pérdida —murmuró.
Keiji sonrió con gratitud.
No quería que la chica dejara de llorar solo porque sintiera pena. Pensaba que, si su hermano hubiera tenido la confianza de llorar frente a él como lo hacía Lena, tal vez todo habría sido diferente.
Sabía que el hubiera no existía, pero había momentos en los que su cabeza no dejaba de llenarse de ellos.
Lena era joven y poco a poco comenzaba a sumirse en la oscuridad; aún así, estaba luchando por encontrar una luz a la cual aferrarse, por eso había regresado a la casa de la que huyó cuando más joven y Keiji lo reconocía, pero ella aún lo ignoraba.
Ella no sabía lo valiente que era solo por encontrarse ahí en ese momento.
Keiji se levantó con suavidad y, sin decir una palabra, se acercó y envolvió a Lena en un abrazo cálido y consolador. La cercanía ofrecía un apoyo silencioso, y Lena, a pesar de ser una completa extraña para él hace unas horas, se sintió agradecida por este gesto de consuelo... Aún cuando ella no debía ser consolada ahora.
—Gracias, Lena —dijo él—. Es reconfortante saber que no estoy solo en esto.
Después de unos minutos, cuando Kero quiso meterse entre ellos, moviendo la cola y ladrando porque creía que era hora de jugar de nuevo, Lena sugirió que debería volver a casa de sus padres. Keiji asintió y dijo que ambos la acompañarían.
El corto camino hacia la casa de al lado fue lento y silencioso. Aún cuando Lena no lo mencionara en voz alta, Keiji sabía que no se sentía cómoda volviendo a la casa de sus padres. Sabía que ella deseaba arreglar las cosas con su familia, pero no encontraba la manera de hacerlo.
No quería que su regreso al pueblo se sintiera tan frío como el lugar, así que se atrevió a decir:
—Lena, ¿te gustaría dar un paseo por el pueblo mañana? Es Nochebuena, y todo cobra vida desde temprano.
Ella se sorprendió al escuchar el sonido de su voz. Aunque la casa estuviera cerca, el corto trayecto a ella le llenó la cabeza de tontos pensamientos. Kero ladró en su dirección, corriendo alrededor de ambos como si entendiera lo que su dueño le decía a Lena y estuviera esperando con impaciencia su respuesta.
Ella miró a Keiji, agradecida por su amabilidad.
—Sí, me encantaría —respondió—. Muchas gracias, Keiji.
Por la ventana de la casa que daba al porche, Olivia observó a los muchachos que se acercaban y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la cálida sonrisa que se dibujaba en los labios de su hija.
Editado: 20.12.2023