A la edad de seis tenía más cirugías que años. Cirugías para todo, corregir la postura de mis brazos, despegar mis dedos... etc. Para explicarlo mejor me estaban haciendo funcional, para que no tuviera que depender de nadie. Pero claro, como en todo al principio hubo problemas para encontrar un buen ortopedista, los que me veían no daban ni un peso por mí, pero como siempre, mi madre tan perseverante encontró un buen médico que me ayudó. Al día de hoy tengo 19 cirugías, y no quise más, porque sentí que ya todo estaba hecho, ya podía hacer mis cosas sola, escribir, ir al baño, digitar, con decirles que en mi casa soy la que menos vajilla ha roto. En fin, con el paso del tiempo y el avance de las cirugías cada vez podía hacer más cosas. Gracias a él que era como mi segundo padre, y a mis padres, pero en especial a mi madre quien me enseñó cómo ser fuerte en esta vida, y que algunas veces podemos mostrarle un horizonte más amplio a los demás, no debían tener lástima porque yo estaba orgullosa de lo que había logrado, y estaba orgullosa de que mi madre me hiciera una persona valiente, una persona que no se derrotaba con casi nada. En verdad se lo agradezco.