A continuación, vino la escuela, pero yo solía sonreír por todo así que no... No hubo ninguna historia de bullying ni nada por el estilo, si los niños no entendían o me miraban raro yo les explicaba, y les dejaba ver mis manos, sus preguntas eran muy inocentes, la mayoría de las veces preguntaban ¿y te duele? y yo les contestaba que no, algunos tenían miedo a tocarme y algunos eran más terribles o malosos pero la verdad no me importaba, yo tenía mi propio grupo de amigas, jugábamos a todo lo que se nos ocurría. Y yo fui feliz siempre, claro era malgeniada, es más creo que hoy en día aun lo soy, pero desde pequeña debí forjar carácter para que nadie pasara por encima mío. Nunca tuve ningún problema en las escuelas con mis compañeros, es más me estimaban, ya entrando al bachillerato (secundaria) ya no todos me estimaban, pero ¿quién es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo?, cuando me querían ofender me hacían comentarios respecto a mis brazos, lo que ellos no sabían era que ya no me dolía, porque para ese entonces aprendí la lección de mi madre. “Aceptarme y agradecer por lo que Dios me había dado”.