Eran las siete y media de la tarde. Aún me quedaba media hora para poder cerrar la cafetería e irme a casa, más todo el rato que necesitaba para recoger y dejarlo todo listo para la mañana siguiente. Había una pareja merendando, levaban desde que había abierto a la cinco en punto y sólo habían tomado un café y una magdalena. Les maldecía por dentro. Si se hubiesen ido habría podido empezar a recoger y llegar a casa lo más rápido posible.
Mierda, había olvidado dejarme algo para cenar preparado. Recé para que al cerrar sobrase alguna cosa que me pudiese llevar... quedaba un bocata de queso. Genial, dudaba mucho que en media hora lo fuese a vender.
Empecé a limpiar los platos y la cafetería, y disimuladamente barrí el suelo sin que los clientes me vieran, así cuando por fin se largaran sólo me faltaría limpiar su trozo.
Miré por el aparador para ver si había mucho ambiente por la calle, pero, evidentemente, no había nadie... mi pueblo era la definición exacta de ciudad dormitorio. Todo el mundo trabajaba fuera, y cuando tenían fiesta o vacaciones todos aprovechaban para irse a Barcelona en lugar de quedarse en el pueblo. Normal, yo también lo haría si tuviese algo de tiempo libre para mí...
Al fin dieron las ocho, y la pareja gracias a Dios se levantó de la mesa. Se acercaron al mostrador para pagar y noté cómo el chico clavaba la mirada al bocata. Ni se te ocurra cogerlo...
- ¿Me podrías cobrar? Y de paso dame este bocata de queso.- dijo el chico. Ostia puta...
Cogí el bocata con las pinzas y me lo quedé mirando unos segundos. Mi última esperanza de comer algo decente para cenar de evaporó.
- Aquí tiene. Serán tres euros con ochenta céntimos.- le contesté con mi sonrisa más falsa posible al mismo tiempo que le entregaba el bocata ya envuelto en papel.
La pareja salió de la cafetería sin ni siquiera dar las gracias o decir adiós, gilipollas, y aproveché para cerrar la puerta justo detrás de ellos. Por suerte había podido avanzar bastante la faena así que a las ocho y media ya estaba en la calle en dirección a mi querida casa.
Cuando por fin llegué Marilyn ya me estaba esperando al lado de su bol de comida. A veces pensaba que me veía como una máquina expendedora de comida más que como su cuidadora... Le puse una buena ración de pienso y me preparé una tortilla a la francesa. Estaba tan cansada que ni siquiera tenía suficiente hambre como para prepararme una cena en condiciones.
Una vez terminé y lavé el plato junto con el vaso, me lavé los dientes, me metí en la cama con el portátil en el regazo y abrí Facebook. Eché un vistazo rápido a las noticias y a la fotos que colgaban mis amigos. Me deprimí aún más de o que ya estaba viendo la vida social que tiene y que en mi caso es casi inexistente.
De repente me paré en una noticia que llamó enormemente mi atención: "Un pueblo inglés de menos de 400 habitantes ofrece trabajo a cambio de irse a vivir a allí". Le di al enlace y empecé a leer la noticia. Se trataba una campaña que había iniciado su Ayuntamiento y que tenía el objetivo de aumentar el número de habitantes, o de como mínimo mantenerla, ya que en los últimos años mucha gente, especialmente jóvenes, habían ido a Londres y al resto de capitales, y el pueblo cada vez se estaba quedando con menos población. Ofrecían trabajo en el mismo pueblo y se encargaba de buscarte el piso; las únicas condiciones era que quien fuera allí supiera perfectamente el inglés y que tuviera la intención de hacer vida en el pueblo, comprando en los pequeños negocios y relacionándose con la gente de allí.
Miré fotografías del pueblo, se llamaba Lacock y la verdad era que tenía su encanto.
Pero era una locura... Una parte de mí gritaba para huir y empezar una nueva vida, pero mi parte más racional y miedosa me decía que no podía dejar el trabajo y alejarme de mi familia así como así. Sería una experiencia inolvidable... pero debía ser realista. De todos modos les mandé un correo electrónico pidiendo más información, cerré el ordenador y apagué la luz.
A la mañana siguiente me despertó la alarma del móvil. Me di una ducha rápida y me vestí para ir a trabajas. La mañana se me pasó extremadamente lenta y cuando llegué a casa de mis padres para comer juntos la cosa no mejoró... No dejaban de preguntarme que porqué me había ido de casa, cuando volverían, que si ya no los quería, que cuando tendría pareja... cada vez que iba la comida se convertía en un interrogatorio sobre por qué motivo aún no estaba con nadie. Y mi respuesta era siempre la misma: con 24 años aún tenía mucho tiempo de encontrar pareja. Pero seguían sin entenderlo... A pesar de estar en el siglo XXI seguían sin entender que una chica quisiera vivir sola, para ellos sólo te ibas de casa si era para irte a vivir con alguien...
Por la noche, en cuanto llegué de trabajar encendí el ordenador y vi que habían contestado a mi correo. Me informaron de que necesitaban gente para cubrir los principales negocios del pueblo; así como también gente con estudios en Administración para ayudar en el Ayuntamiento y en la Comisaría de Policía. Ofrecían jornada completa intensiva y una ayuda económica para la vivienda. Además me volvieron a asegurar que ellos mismos te buscaban la casa, lo que significaba que no me tendría que preocupar de buscar vivienda y que el mismo día que llegase ya podría dormir en mi propia casa.. La única condición era que te tenías que mudar en un plazo de un mes.