Humo | S.S

CAPÍTULO 2.

Astoria despierta de un largo sueño el lunes. Es la segunda semana de clases y ya sabe que va a ser un mal día.

Su corazón se siente como plomo mientras late con fuerza contra su pecho. Es un golpe lento, fuerte y doloroso que lo siente tan fuerte que podría matarla. Sus ojos arden por las lágrimas aún no derramadas y su cabeza duele por el estrés de su actual vida.

Es solo el comienzo de la segunda semana de clases y ya está atrasada con sus tareas. Los profesores ni siquiera se molestan en castigarla, en cambio, le dan sonrisas tristes e intentan decirle que saben cómo se siente.

No es que dude que hayan perdido a alguien al cual aman, es solo que se siente diferente a los demás. Se siente diferente al dolor de su madre, padre y a todos los amigos de Jacob. Es diferente y duele. Duele mucho.

Así que tal vez debería haber comenzado el proyecto que vence al final de la semana, pero no puede porque le duele moverse incluso respirar. Sus profesores pueden decir que la entienden, pero posiblemente no puedan entender el sentimiento de perder al ser más cercano a ti. O tal vez puedan, Astoria realmente no lo sabe.

Todo lo que sabe es que se niega a llorar más. Sus ojos arden, pero de sus ojos negros no escapan lágrimas y sus labios pueden temblar, pero no se escuchan sus sollozos.

Cuando termina su rutina matutina, finalmente ve el clima afuera. Es gris, hay una lluvia ligera que cae del cielo, creando un pequeño golpeteo de gotas de lluvia. Astoria se para en su ventana, mirando como la lluvia golpea los pequeños charcos que se habían formado y pensó; ¿Cómo el mundo parece reflejar tu estado de ánimo?

Es como si la madre naturaleza supiera como te sientes y lo refleja. Como si pudiera sentir su tristeza, por lo tanto, también está triste. Casi como si el pensamiento de su dolor le causara dolor, así que se abre y llora. Deja que las gotas fluyan de ella, mostrándole al mundo cuanto duele. Se abre y llora porque la misma Astoria ya no puede llorar. Es hermoso para ella, ver la lluvia caer de manera uniforme porque es relajante, pero puedes sentir la tristeza. Es como si la lluvia fuera ella.

Camina lentamente hasta su coche, las gotas de lluvia caen sobre su rostro. Ella las acepta y deja que la lluvia sea su propia lágrima. No llora, pero está cerca de hacerlo. Abre la puerta de su coche y rápidamente lo enciende. Enciende los limpiabrisas y luego se va. Deja su casa fría, con sus padres fríos y espera que sus amigas puedan alejar su melancólico y triste día.

El camino al colegio es borroso y no recuerda detenerse en las señales de alto o luces rojas. Ni siquiera recuerda haber entrado en el estacionamiento del instituto, sin embargo, está estacionada en su lugar habitual. Apaga el coche y la lluvia es fuerte cuando golpea contra el capó de su coche, Lo escucha y deja que la lleve más adentro de su propia cabeza.

Érase una vez una chica feliz. Asistía a todas las fiestas, fue una estudiante muy activa en el colegio y siempre obtenía excelentes calificaciones. Ahora sabe que sus notas bajarán este semestre y sabe que ya ha perdido muchas fiestas en el último mes y medio. Las actividades escolares que alguna vez le interesaron ya no le intrigan y solo quiere que todo desaparezca. Solo quiere retroceder en el tiempo y cambiarlo todo.

Hay un pequeño golpe en su ventana, gira lentamente su cabeza para encontrar a Josephine mirándola. La chica de ojos avellana la mira preocupada, Astoria se mueve para abrir la puerta. Se estira para agarrar su bolso y luego sale a la mañana fría y lluviosa.

—Asto, ¿estás bien? —Preguntó Josephine. Lleva una sudadera negra y lleva el gorro de esta en su cabeza, pero sus medias y zapatos están completamente empapadas.

—Sí, tranquila. Estaba pensando en como empezar el proyecto de ciencias. —Astoria le mintió dándole una sonrisa. Josephine asiente en comprensión y las dos empiezan a correr hacia el edificio.    Josephine le abre la puerta a Astoria, que ni siquiera tiene el blazer del uniforme.

—¿Quieres que la hagamos juntas? Ya casi lo termino. —Le sugirió la chica de cabello castaño.

—Claro. ¿La hacemos en tu casa? —Astoria le pregunta y por primera vez en un mes se emociona realmente de algo. Odia estar en su casa hoy en día. Ver a sus padres tan tristes la rompen aún más y no quiere que Josephine o Florence sepan cuán arruinada se ha vuelto su vida.

—Sí, obvio ¿Mañana? Tengo clases de dibujo hoy. —Josephine le dice. Astoria asiente y caminan a sus casilleros. Florence, Josephine y Astoria tienen casilleros uno al lado del otro y Florence ya está en el suyo cuando llegan.

—Estás mojada. —Dice Florence mirando el cabello de Astoria.

—No me digas. —Josephine pone los ojos en blanco. Astoria no dice nada y simplemente se dirige a su casillero, que está entre las dos.

—En fin. ¿Qué vas a hacer en la noche, Asto? —Preguntó Florence cerrando su casillero. Astoria la mira directamente a los ojos con el ceño fruncido. No tiene planes, pero realmente no tiene energía para hacer nada. Es lunes y está agotada.

—No lo sé… seguramente dormir. —Astoria respondió, su voz profunda y suave casi inaudible.

—Deberías venir a mi casa. Podemos hacer la tarea, ver películas, comer papas fritas. —Sugiere Florence con una sonrisa. Le pidió a Astoria que viniera el fin de semana también, pero Astoria se negó. Le gusta pasar tiempo con Florence, pero siente que Florence la trata diferente ahora. Tal vez solo necesita tratar de ser como la antigua Astoria y Flo la trataría como solía hacerlo.



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En el texto hay: juvenil, romance, lgbt+

Editado: 04.03.2022

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