Huracán.

Capítulo cinco.

—Quiero hacerte un regalo.

—¿Qué? ¿Y eso por qué?

—Quiero hacerlo. Mereces lo mejor, y no lo soy pero lo intento por ti —Masculla mirando al cielo, y seguidamente se levanta del césped y camina a su auto. Abre la puerta trasera, se voltea, le da una patada a la puerta para cerrarla y camina hacia mi con una caja en sus manos. Me mira y sonriendo pide—: Cierra los ojos, dulce. No seas curiosa.

—¿Es en serio? —Cuestiono riendo.

Me mira con un dramatismo fingido y responde:

—Sí, solo ciérralos, no dañes mi efecto sorpresa.

Obedezco y seguidamente siento cuando deja la caja en mis piernas y se sienta a mi lado. Se acerca y susurra en mi oído:

—Sorpresa.

Al abrir los ojos miro directo a la caja. El animal que se encuentra ahí me observa con ojos asustados. Es pequeño y su pelaje es blanco con unas mínimas manchas grises.

—Oh, Evan yo...

—Aún no tiene nombre —Murmura interrumpiendo mi habla— Aunque, no estoy seguro de que a los conejos se les asigne uno pero, ¿Por qué no hacerlo? Sería genial.

Su comentario me hace soltar una pequeña risa.

Dejo la caja con el pequeño conejo a un lado y me acerco a Evan para tomar su cuello y besarlo.

—¿Te gustó, dulce? —Cuestiona juguetón.

—Sí. Gracias, gracias, gracias —Le respondo entre besos— es el mejor regalo que me has dado. Gracias en verdad.

Me alejo de su boca y me aproximo a la caja a sacar el lindo conejo de la misma y lo acerco a mi pecho para consentirlo como a un bebé, mientras Evan me dice que no lo deje el piso porque no quiere ir detrás del bonito animal por el pequeño bosque en que nos encontramos. Según él no es tan fácil atraparlos como parece.

Porque si amigos, así soy. Él ya me conoce lo suficiente como para saber que el conejo puede escapar de mis brazos y que yo no podré alcanzarlos por más que quiera.

—¿Por qué un conejo? —Inquiero con la vista en el pequeño cuerpo del animal— ¿Es por lo tierno que se ve?

Él sonríe y cuando creo que me dirá algo serio o al menos lindo, dice:

—Porque son folladores en exceso —Al ver mi expresión rueda sus ojos—. ¿Quién no quisiera ser un conejo?

Señoras y señores con ustedes: Evan Sanders Taylor.

Mi novio.

Tengo de novio a un estúpido, ya lo noté.

Al ver mi expresión por su inesperada respuesta suelta una sonora carcajada y las ganas de propinarle un golpe me abarcan por un momento.

Estúpido.

Es ahí que la respuesta llega a mi mente. Se iluminó encima de mi cabeza la bombilla que da a entender que una idea llego a mí.

O simplemente tengo un exceso de ideas y de habla tontas.

—¿Me estás diciendo que te gustaría ser precoz? —Le pregunto con burla. ¿Quería estar de chistoso? Bueno, yo también lo soy.

—Pues no, pero sería genial ser un follador compulsivo algunas veces —Masculla subiendo los hombros, siguiendo mi juego— Porque hay que...

—Porque si es así no quiero que tengamos sexo y dure veinte segundos. Así no es bueno, paso. —Interrumpo su habla, alzando mi mano fingiendo drama. Y después de decir aquello me río un poco en mi mente.

Porque si me voy a reír de él —o en este caso, de la situación— no quiero que lo vea, pues se supone que me estoy haciendo la seria.

La expresión de burla en su cara se va.

—Yo no dije eso —Replica.

—Si, te creo. —Ironizo mirandolo con una sonrisa— Chico que le gustaría follar como conejo.

Evan se acerca con cuidado y sujeta el conejo que se encuentra encima de mí y lo aproxima para dejarlo en su caja. Después de hacerlo se voltea y con un aire juguetón me pregunta:

—¿Estas segura que me gusta hacerlo como conejo? ¿Quieres comprobarlo?

Sería mentira decir que me lo cuestioné porque antes siquiera de pensarlo yo ya estaba respondiendo.

—Sí, por supuesto

 

 

 

Harper. 
 

—¿Me estás jodiendo, verdad? —Le pregunto a mi amiga que me mira con un aire extasiado y una gran sonrisa mientras baila y tararea una canción latina lo bastante obscena pero genial que amamos—. No haré tal cosa, la última vez que hice algo así el tipo quería que lo besara y le diera mi número, era un fastidio si te lo recuerdo.

Brooke nos observa desde la esquina del cuarto riendo mientras le sube un poco más a la canción para unirse a Danna e intentar bailarla.

Parece drogada.

—No seas aburrida, solo irás como mi acompañante, eso no pasará otra vez —Reprocha Danna y se acerca a cambiar la canción y poner a Brooke a cantar como loca para que no se queje de la absurda disputa que tenemos Danna y yo.

Hora de sacar tu lado fastidioso, Brookie.

—¿Por qué no puedes conseguir una cita normal y no en un sitio soso de internet? —Respondo de igual modo que ella— No me apetece un secuestro, gracias.

—Por favor, Harper bonita. No me dejes ir sola —Susurra sentándose en la cama a mi lado y después  me mira haciendo un ridículo puchero.

Al parecer ella cree que es mejor un secuestro conmigo que uno estando sola.

—¿Y si su acompañante es un pelele? —Cuestiono con un poco de recelo.

—¿Y si su amigo es lindo? —Refuta con fastidio— No lo sabremos si no vamos, porque sola no iré. —Dice fingiendo indignación.

Se que va a terminar convenciéndome de acompañarla pero no pierdo nada con hacerla creer que no.

—¿Qué me darás si te acompaño?

—Mi amor eterno.

Me finjo pensarlo un poco.

—¿Cuándo será?

El chillido que emite es tan fuerte y aturdidor que hasta Brooke —quien se encuentra en el otro extremo del cuarto bailando mientras mira su celular— sobre la fuerte música la manda a callar.




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