Huracán.

Capítulo nueve.

Capitulo nueve.

 

—¿Tu qué opinas?

—¿Ah?

Salgo de mi estupor girando la cabeza en su dirección. ¿De qué hablaba?

—¿Me decías, madre?

Sus ojos se entrecierran y el viento corre su cabello hacia atrás.

—Que eres una niña tonta, de eso hablaba —Murmura, su mirada es divertida. Gira a observar el bosque a su alrededor y suspira sacando una cucharada de helado del pote que tiene en sus piernas.

Una suave risa sale de mis labios al verla, convivir con ella me llena de tranquilidad.

—Oh, lo siento, Reina del volcán de bicarbonato —Bromeo—. Lamento que mi capacidad intelectual no iguale la tuya. En verdad, discúlpame.

Una carcajada brota de ella y yo acerco mi cuchara para robar un poco de su helado, al instante ella se queja diciendo que me compró uno a mí para que no robara del suyo. Aunque ambas sabemos que iba a robar de su helado.

—¿Sabes? —Volteo a verla— Hay momentos en que me gustaría que las cosas siempre estuvieran así, solo tú y yo. Sin miedo a nada ni nadie, donde no hubiera nada de por medio.

¿Miedo?

—¿A qué te refieres? —Indago, me encuentro un poco confundida.

Da un pequeño brinco y parpadea rápidamente saliendo de sus pensamientos, enarca una ceja en mi dirección y luego suaviza su mirada.

Creo que no esperaba que la escuchara decir eso.

—Oh, no es nada, cielo —Farfulla, soltando una risa nerviosa—, pensé en voz alta cosas sin importancia, no me prestes atención.

Las ganas de insistir me abarcan por un momento, pero se bien que cosas puedo lograr y esta no es una de ellas. Mamá no va a contarme sobre que hablaba.

—Es hora de irnos, esto se está derritiendo —Masculla, cierra su helado y se levanta del suelo.

Me quedo unos segundos mirando a la nada, preguntándome en porqué de su extraña actitud.

—¿Está todo bien, cielo? —Pregunta.

—Sí, es hora de irnos.

 

 

Harper.

 

Camino a su lado, mientras él da un paso yo tengo que dar dos. Cabe recordar que fue a mi quien se le ocurrió venir a pie con la excusa de que hay que cuidar el medio ambiente, así que no tengo derecho a quejarme cuando es mi culpa que Connor se esté burlando de mi manera de intentar alcanzarlo.

—No te rías —Murmuro, con un toque de irritación.

Él detiene su caminata, lleva una mano a su pecho y ahoga una exclamación.

—¿Me crees capaz de burlarme de ti? —Cuestiona divertido—. ¿En verdad?

Me finjo pensarlo un momento, estiro mis labios un poco y suavizo la mirada falsamente.

—No.

Levanta sus cejas con asombro y una sonrisa burlona tira de sus labios.

—Oh, pues deberías —Masculla y vuelve a caminar en dirección al restaurante—. Sería algo normal que me burle de ti.

—¿Es una advertencia o algo así?

—No, es un aviso a algo que pasara mucho si pasas tiempo conmigo.

Oh, gracias.

Caminamos unos minutos más y él se detiene para abrirme la puerta del lugar.

Vaya, pero que caballeroso. Punto para Connor por lindo.

¿Punto de qué? ¿Estas tonta?

No nos toma mucho entrar al establecimiento y buscar una mesa, al ubicarnos él corre una silla y me ayuda a tomar asiento. Y para ser sincera todo en este lugar derrocha lujo.

¿Por qué no me sorprende?

—Gracias, que lindo.

Da la vuelta y toma asiento frente a mí, sonríe de medio lado acomodándose en su lugar.

—¿Verdad que si? —Inquiere burlón—. Debería cobrar por dejarte observar mi lindura.

Idiota.

Ruedo mis ojos ante el comentario, cruzo mis brazos y él enarca una ceja en mi dirección.

—¿Qué? No puedes negarlo, soy muy lindo.

—¿Puedes dejarme respirar, por favor?

—Podría... —Responde.

—¿Pero...?

Porque siempre hay un pero en todo.

—Eso no sería divertido.

¿Ven? Lo dije.

Me abstengo de reír. Él apoya su codo en la mesa, posando una mano debajo de su barbilla y me observa entrecerrando sus ojos.

—¿Por qué me miras así? —Cuestiono, él ladea su cabeza y sonríe coqueto, entonces me le adelanto antes de que diga algo que no quiero escuchar—. Mira que si sales con algo como "Es que estás muy linda" me voy, me largo y almuerzas solo.

Su mirada se enseria y se recuesta en su silla observándome extrañado. Yo, por mi parte, suspiro y entrelazo mis dedos.

—No me gusta lo cursi —Aclaro.

—¿Eso es muy cursi para ti?

—Un poco, y también algo cliché.

Asiente y sube sus manos en modo de derrota.

—Esta bien —Rueda los ojos.

Puedes verme como alguien que arruinó un lindo momento o quizá una broma por su parte, posiblemente haya sido más en broma, pero no puedes culparme por tener razones para frenar lo que sea que hubiera podido salir de su boca.

No quiero darle una esperanza para creer que puede tener algo conmigo. No de ese modo.

No parece el tipo de hombre que le gusta pasar el rato.

Observamos el menú y el ambiente se encuentra un poco tenso, creo que debí buscar otras palabras para decir las cosas.

—¿Qué quieres ordenar? —Pregunta, la camarera lo observa embelesada e intento tragarme el disgusto que se instala en mi pecho al observarla.

Tuerzo un poco los labios con molestia y la miro de pies a cabeza sin disimulo.

—No sé, no me decido. ¿Qué quieres tú?

—Comeré lo mismo que tú —Se limita a responder, ignorando las miradas que le da la mujer a nuestro lado.

Creo que soy muy obvia... O quizá demasiado estúpida.

—Entonces quiero una pizza.

Ambos giran a verme como si me hubiera crecido una nueva cabeza, él de manera divertida y ella en forma molesta, en respuesta subo mis hombros y me recuesto en la silla bebiendo un sorbo de agua.

—¿Almorzaras pizza?

—Almorzaremos pizza, mi amor —Le recalco—. Porque dijiste que comerías lo mismo que yo ordenara, así que comeremos una, imposible que no vendan en este lugar, ¿no?




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