Unos susurro sin sentido me despertaron. Abrí mis ojos de golpe, aunque la claridad que entra por mi ventana, hizo que me tapara los ojos con mi manta.
Por fin es de día, antes de levantarme hice un escaneo por toda mi habitación y me centré en mi armario.
Suspiré profundo con algo de nerviosismo, ya que las puertas comenzaron a chillar levemente.
Cerré mis ojos y apreté mis puños, acto seguido un portazo me sobresaltó y grité.
—¡Basta! —abrí mis ojos y me sorprendí ver a mamá entrar, alcé mis cejas y dirigí la mirada al armario.
—Vania, el almuerzo ya está listo —me miró de arriba a abajo, y luego al armario algo dudosa.
Me limité a mover la cabeza, y me volteé para que se vaya.
Una vez sola, me vestí rápidamente y antes de ir al comedor me puse de pie al frente del armario.
Alcé una ceja, y de un rápido movimiento abrí las puertas.
Nada ni nadie salió de allí, y me fui dejándolo así. Me tranquiliza más ver su interior y no oír los sonidos que salen de ahí.
—¿Y Papá? —dije mientras tomo asiento.
—Lo llamaron del trabajo, al parecer tienen un nuevo caso de... —al último decidió callarse.
Alcé mis cejas y me encogí de hombros —No hace falta que omitas detalles, soy mayorcita y puedo soportar cualquier clase de cosa. Ya no soy una niña mamá.
Ésta tomó asiento con una sonrisa radiante y negó rápidamente —Es innecesario traer éstos temas a la mesa, tu padre quizás venga más a la noche.
Miré mi comida sin ganas, y comencé a jugar con mi tenedor —¿tú hoy trabajas también?
Mamá dejo su bocado en la punta de sus labios, tratando de leer mis pensamientos —Sabes que hoy tengo guardia, ¿por qué preguntas Vania?
Me hundí un poco en mi silla y ésta vez llevé un pedazo pequeño de carne a mi boca —Por nada —tragué lentamente pensando en que estaré completamente sola en casa.
Si, mis padres tuvieron la ventaja (o podría decirse desventaja) de tener un año sabático. Ambos “preocupados por mi salud mental”.
Siempre trataron de no dejarme sola, y estar conmigo. La diferencia es que yo no lo sentí de tal forma. Los veía sufrir todo el tiempo, papá bebía, mamá fumaba cada vez más. Y la verdad que no los culpo, me parece una cosa muy antinatural que unos padres deban presenciar la muerte de sus hijos.
Lamentablemente a nuestra pequeña familia nos tocó vivirlo. Y siento que no nos dimos el apoyo suficiente para poder convivir entre nosotros.
Siento que estamos distanciados y que la indiferencia crece cada vez más.
Mi hogar podría decirse que es grande, tiene dos pisos, una galería que da al patio trasero y a la pileta.
Nunca nos faltó nada, siendo mi papá policía y mi mamá médica cirujana, debo admitir que se vive bastante bien.
Mi habitación da a la calle, mientras que la de mi hermana al patio, al igual que la de mis padres. Les pedí que usáramos la habitación de Heather como un depósito, o una sala de gimnasio. Pero no hay caso, la habitación está igual que como hace un año atrás.
Ellos sufren su muerte y yo sufro los lugares vacíos de la casa.
No me gusta, siempre estuve acostumbrada a estar todo el tiempo con mi hermana, y no logro acostumbrarme ya que a cada lugar que veo, me recuerda a ella.
Es por eso que también no veo la hora de terminar mis estudios e irme de aquí.
—Que tengas un lindo día, y si prometo que tomaré las pastillas —dije al ver su cara preocupada antes de que cerrara la puerta a mis espaldas.
—Nos vemos mañana a la mañana cariño, tu padre quizás no llegué para cenar así que no lo esperes despierta ¿si? —acarició vagamente mi mejilla —Cualquier cosa Vania, cualquier cosa, por favor llámame y yo vendré ¿está bien?
—Si mamá, no te preocupes. Voy a estar bien —le guiñé un ojo, y luego cerré la puerta.
Apreté mis labios y apoyé mi espalda sobre la madera.
Me quedé mirando por un rato largo el brillante candelabro de la sala, y luego llevé mi mirada a las escaleras que dan al pasillo de las habitaciones.
Allí las luces están apagadas, por lo que ni pienso subir.
Mejor me quedaré aquí en el living tratando de ver alguna que otra serie.
Hoy es sábado, por lo que debe de haber alguna maratón en la televisión.
Me recosté sobre el sofá y miré en mi celular el contacto de Lion. Arrugué mi frente y lo dejé a un costado, para tomar el control remoto.
No sé en qué momento me dormité y me desperté por un fuerte sonido que vino del segundo piso.
Apagué el televisor, y me puse de pie lentamente.
Caminé hacia el borde de la escalera, y me quedé allí observando un rato largo el pasillo a oscuras.
—Basta —le susurré —Por favor déjame en paz —al no recibir respuesta alguna, supuse que tal vez fue el sonido del viento que hizo caer alguna cosa. Pero en cuanto oí su risa, mi cuerpo se paralizó por completo.
Desde la oscuridad del pasillo puedo comenzar a distinguir un cuerpo caminando. Siento sus pisadas que se arrastran y cada vez se acerca más al borde de la escalera.
Con un sudor frío que recorre todo mi cuerpo vi de reojo mi celular. Estoy segura que al prenderlo aparecerá el contacto de Lion.
Puedo sentir mi corazón latir en mis oídos, y como si un manto frío me cubriera por completo.
—Vania —lo sentí cantar mi nombre.
Cerré mis ojos y corrí hacia mi celular, al mismo tiempo lo escuché bajar rápido las escaleras tras de mí y supe que debía ocultarme en algún lugar.
Con lágrimas en mis ojos me oculté debajo del sofá, y rápidamente le mandé un mensaje a Lion para que viniera a casa.
Cubrí mi boca para no emitir ningún sonido, y me quedé viendo la entrada del living.
Puedo sentir sus pasos cada vez más cerca, y como con sus uñas raspan las paredes. Me quedé sin aliento cuando vi sus pies descalzos y llenos de barro pisar la alfombra.
Se quedó parado allí por unos minutos, y poco a poco vi como comenzó a torcer su cuerpo a un costado.
Ya mis lágrimas no puedo controlarlas, y cada vez se inclina más y más hasta el suelo. Cerré mis ojos convenciendo que no es real, que ya se va a ir.
Editado: 05.09.2020