¡Jueves! Bendito y adorado jueves.
Al ser jueves sientes que finalmente la semana se termina y eso es un gran respiro para una vida universitaria ajetreada. Pero muy a mi pesar, este jueves ha sido un día difícil. Seguramente creerán que mi vida es una rueda de problema tras problema, pero no puede haber otra cosa en ella. Hoy he tenido un día de lo más duros, supongo que estoy en esa temporada en la que el mundo pone a prueba tu paciencia, tu fortaleza y tu resistencia. No me quejo porque ¿qué sería de mi vida si no hubiese más de algún problemilla? Esa en definitiva no sería mi vida. Comencemos por la mañana:
La clase de Anatomía I era la asignatura que más me costaba comprender, y no me pregunten por qué. Puse toda mi atención en mi cuaderno, debido a que el profesor me tenía de lo más aburrida; no crean que ese era la parte dura, si no que el día anterior luego de que Tedd se fuese de mi apartamento tuve que leer unos folletos del mismo grosor que la biblia, y por eso estaba adormilada durante la clase y el profesor no hacía nada por hacer la hora un poco más entretenida. Luché con todas mis fuerzas por no quedarme dormida, pero cuando finalizó el bloque de la asignatura, el maestro Tanner nos dijo con voz estridente:
—Jóvenes, habrá prueba sobre las últimas clases contando la impartida el día de hoy. Luego no digan que no se los advertí —finalizó, sentenciando así mi muerte.
Por la tarde en Jessie's estuvo casi a reventar, y las propinas fueron un asco. La gente debería de pensar que nosotros también tenemos gastos y por ello deberían dejar una propina decente, al final, todos trabajamos para vivir mediocremente, ¿no?. Conseguí que Jessie me dejara ir temprano del trabajo porque estaba ligeramente congestionada. Perdida en las clases, endeudada y enferma ¿algo que deba agregar a la lista? Oh si, Tyler me había mensajeado nuevamente preguntando por el cumpleaños de mamá; la cereza de todo el pastel.
Entonces ahora en mi apartamento lo primero que llegué a hacer fue tomarme una pastilla y me dirigí al baño para tomarme un baño caliente para reponerme. «¿Por qué no puedo reponerme así de fácil en otras cuestiones?» pensé cansina. Negué con mi cabeza mientras arrebataba una toalla limpia del closet y arrastraba mis pies hasta la ducha.
Mi mano se aferraba fuertemente a la puerta, seguramente mi cara reflejaba cuan pasmada e impactada me hallaba. En el pasillo se encontraba la persona que menos esperaba que fuese mi futuro compañero, y es que nadie me había preparado para volverlo a ver. Yo esperaba una ella, ¿qué pasa aquí?
—¿Tú? —soltamos al unísono. Él me arrasó con la mirada.
Sacudí mi cabeza, sin poder procesar qué hacía el aquí.
—¿Por qué estás en mi casa? —Le vi con desconfianza— ¿Me estás acosando? ¿Tienes algún problema psicológico que no te permita comprender que no quiero hablarte?
Él me observó sorprendido por mi respuesta y levantó sus manos.
—No, tú tienes un problema. ¿Quieres tranquilizarte? ¡Por Dios! ¿Siempre estás a la defensiva? —suspiró.
—No, pero que te aparezcas en mi puerta me causa escalofríos —le fulminé con la mirada.
—¿Éste es tu apartamento? Tedd está loco por enviarme contigo —murmuró estupefacto.
Entreabrí mi boca, algo indignada con su respuesta. Pero antes de poderle refunfuñar, alguien más habló.
—Oye viejo, ¿este es el apartamento? —se asomó por la puerta y me vio—. Pero mira nuestra suerte, Tobías, es la chica sexy del restaurante —soltó un Sirius juguetón. Yo chasquee mi lengua, molesta.
—Si, pero no creo que me permita vivir con ella. Perdemos el tiempo —respondió éste. Se metió sus manos a los bolsillos delanteros del pantalón y se balanceó sobre sus pies—, cree que intentaré conquistarla, y por ello no me quiere aquí.
—Oh no —se rascó su mentón, pensativo— ¿siquiera no nos dejarás ver el apartamento? Tobías necesita con urgencia alguna residencia donde vivir, mi lugar está lleno —expresó, apenado.
Me sentí mal de repente. Si, los había tratado de la mierda y a pesar de que hoy tuve un día muy malo, no podía descargármelo con los demás. Mi mamá me hubiese reprendido ante mis modales. Bajé mis hombros tensionados, mordí mi labio inferior, y haciéndome a un lado les indiqué que pasaran adelante. Ellos comprendieron de inmediato y Tobías fue el primero en abrirse camino hacia la sala. Absorbieron con la vista todo lo que se les presentaba conforme caminaban por el apartamento.
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Editado: 17.06.2019