Levanté mi mirada al cielo, contemplando un azul hermoso de fondo, con unas estrellas esparcidas brillando como diamantes preciosos y la luna llena alumbrando las calles. Estoy con la cabeza recostada a la ventana del Chevrolet Camaro de Tobías. Nunca me imagine estar precisamente sentada en este auto con él a mi lado. Debo de admitir que los asientos de cuero son muy cómodos, y ahora entiendo porque muchas chicas hablan de su auto. E inmediatamente, recuerdo a las chicas que se ha tirado en este mismo asiento, el sudor que de seguro compartieron y quien sabe que más. Me estremezco asqueada con sólo pensarlo y trato de cerrar los ojos por unos segundos para olvidar esos pensamientos.
¡Agh! Esto es lo malo de ser muy imaginativa. Te vienen unas cosas a la mente.
Olvidando lo anterior, sé que Tobías es algo así como un 'seductor', pero nunca he oído que hable mal de una chica o que despreció a otra. Según lo que dicen, es un caballero con capa blanca. Y ahora que lo veo más de cerca con detalle, es atractivo. Demasiado. Sería el tipo de chico por el cual una chica se arrastraría y suplicaría de su atención; dicen que es atento y cariñoso, también es el tipo de chico que si pudieras, te lo comerías de postre; pero a pesar de ello, conforme pasamos más tiempo juntos logro comprobar lo que dicen acerca de él, y en cierta parte me agrada que sea un buen tipo. Pero no crean que me empieza a gustar, es lo que más evito por ahora y evitaré por los meses venideros.
A nuestro alrededor todo pasaba rápido, algunos establecimientos ya están cerrados, mientras otros tienen poca gente dentro de ellos. Las calles tienen aún transeúntes, y hay uno que otro coche que todavía circulan por las calles. Según la hora de mi reloj son las 10:50 pm, y espero que el sueño no me venza. Volteé a ver a Tobías, el cual me daba miradas de reojo desde hace 5 minutos que subimos al auto. Le pregunté divertida:
—¿Me dirás finalmente a dónde vamos? ¿O esperas ganarte toda mi confianza, luego me matarás y venderás mis órganos al mercado negro?—el ríe mientras niega con la cabeza.
—Pensaba degollarte doblando la esquina, pero si tú quieres, puedo hacerlo ahora mismo. A menos que prefieras que lo haga después de comer —me observó rápidamente, aguantando la risa.
—Por favor, que sea después de comer. Quiero pasar la eternidad con el estómago lleno y que así los gusanos tengan algo que comer —tamborileé mis manos sobre mi abdomen.
—Lástima que al vender tus órganos no tendrán mucho que comer —suspiró, fingiendo pesar.
Reímos juntos por las estupideces que decíamos. ¿Qué clase de locos somos que hablamos de algo así? Doblando la esquina, nos adentramos a una zona completamente desconocida para mí. Extrañada, me giré hacia él.
—Oye, Tobías ¿en dónde estamos? —dije oscilatoria. Mi cejo se hallaba fruncido.
—Ya te dije, en el mejor lugar de la ciudad —volteé hacia le ventana y pude ver las calles solitarias y un poco oscuras.
Había poca gente afuera, unas tenían una apariencia que te daba escalofríos sólo en verlos y en el caso de algunas mujeres, con un excesivo maquillaje y con ropa carente de tela.
—¿De verdad? —murmuré con inseguridad. Él continuó manejando entre estas calles con toda la confianza del mundo.
—Te lo aseguro, Cooper. Es más, ya casi llegamos —plantó una sonrisa pequeña en su rostro.
Seguimos hasta parar en un edificio de una planta, con un enorme letrero del cual se podía leer "El bailongo". La música se podía oír desde afuera, música en español de la cual podía comprender muy poco. «¿Qué diablos hacemos aquí?» Dirigí mi mirada a los lugares alrededor del edificio, y por lo que aprecié, este lugar era uno de los pocos establecimientos abiertos. Los únicos que están abiertos además de este son: la lavandería a tres establecimientos de este y un pequeño supermercado de frente a la lavandería. De ahí, todo estaba clausurado hasta mañana.
Tobías salió del auto para abrir mi puerta. Ya afuera de éste observé su cara, toda titiritaste de alegría, como la de un niño pequeño. Aseguró el coche a mis espaldas, y se presentó delante de mí con los brazos abiertos, diciendo a su vez:
—¡Bienvenida! —carcajeé por su espectáculo. Señalé con mi índice detrás de él.
—¿Qué es esto?
—Esto —lanza una mirada hacia atrás— es un bar-restaurante. El mejor de toda la ciudad —afirmó con seguridad.
—¿Cómo diablos se pronuncia eso?—estreché mis ojos hacia el letrero en la parte superior central— ¿El bilango? ¿belongo? —hice una mueca con mis labios.
—El bai-longo. El principio se pronuncia como "Adiós" [1*] y lo demás como "Largo" [2*] pero con "O" al final, lo unes y lo dices rápido, ¿entiendes?
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Editado: 17.06.2019