La primera vez que vi a Emma fue en el bus escolar. Esa chiquilla de cabello castaño, brackets con detalles celestes y mochila de High School Musical hizo que mi primer día de preparatoria fuera descomunal. Esa chica embelesaba con su belleza, aunque al parecer sólo yo lo apreciaba. Era ignorada por algunos aunque ella desconocía a todos, parecia de esas personas que se mantenía completamente solitaria durante recesos, clases, y en los trabajos grupales ella se hacía sola.
-"Su nombre es Emma Cooper" -le confesé -en ese entonces- a un Sirius de tamaño minúsculo. Nos hallábamos en su habitación jugando cartas de Yu-Gi-Oh.
-"¿Es de esas niñas que tienen piojos y visten tan coloridas como Estephany Manson? Ella parece una payasa muy fea con todos esos colores puestos. Me da miedo" -en su rostro se mostraba lo despavorido que estaba. Sus ojos abiertos y su boca entreabierta enfatizaron su pánico.
Mi rostro se arrugó como pasa, disgustado.
-"No, ella es la niña más bonita que he visto alguna vez" -aseguré-. "Mamá se pondría celosa si se lo contara -reí- pero creo que me gusta"
El colochon estaba impactado.
-"¿Qué esperas? Dile que sea tu novia, antes que Clarens te la arrebate como me quitó a America" -murmuró, tristón.
-"No puedo, apenas y la logro ver en la escuela. Es una ninja maestra del escondite" -boté mis cartas, desilusionado.
Sirius, quien imitaba mi posición de 'flor de loto' como diría tia Anne, se cruzó de brazos, aún con las cartas aferradas en su mano derecha.
-"No digas eso, Donatello*" -habló ferviente-. "Cuando le conté Papá Isaí sobre el corazón roto que me provocó América me dijo esto: 'Campeón, nunca te rindas ante una chica, menos si vale la pena' -narró, fingiendo la voz estridente de su padre-. "Pero no iré a perseguir a América cuando ya se dejó babear por Clarens, eso sería asqueroso"
Absorbí sus palabras, llenándome de confianza. Me levanté de un solo brinco y alcé mi índice al cielo, decidido.
-"Emma algún día será la señora Sanders" -afirmé con toda la seguridad que podía tener un niño de 8 años.
-"Me parece bien, pero debes de comprar un gorro para evitar que te pase los piojos. Te aseguro que el peine fino es una de las cosas más dolorosas que puede haber. Hasta ya lo puedo sentir" -farfulló desde abajo, sobándose el cabello.
Me entró escalofríos y asentí espantado. Nos quedamos viendo a los ojos y luego confesamos al unísono:
-"¡IUGH!"
Las veces que me daba el gusto de ver a Emma eran contadas, y las veces en las que ella me veía a mí eran... pues, nunca notó mi presencia. Se desaparecía como si fuese un fantasma y sólo se dejaba ver para ocasiones especiales, ya que ni siquiera en los matutinos y/o reuniones estudiantiles se presentaba.
Durante mucho tiempo consideré a Emma el mejor/peor de los enigmas. Ella era de esas incognitas que deseabas resolver pero a la vez tenías miedo de que una vez resueltos dejaran de serte interesantes. Pero tengo comprobado de que lo que hacía a Emma Cooper un fenómeno transcendental era su forma de ser.
Una de ellas era esa maldita forma de aparecer justo en los momentos más inesperados y que te era inevitable no voltear la cabeza 380 grados, y que por ello la comparaba como a una estrella fugaz. Debido a que durante toda mi vida me encontré a Emma 3 veces.
La primera, a como había comentado, fue en el bus escolar.
«¡Por todos los santos! ¿Puede mi vida descomponerse más?» había susurrado entre dientes en cuanto subí al autobús escolar. Mi existencia había dado un pequeño giro debido al nuevo integrante de mi familia. Steven, mi pequeño hermano menor, había nacido con ciertos rasgos especiales, a lo cual acaparaba toda la atención de mis padres, dejándome a mí en la deriva. Tuve que aprender a hacer muchas cosas por mí mismo, y algunas cosas me fueron quitadas para proporcionárselas a él. Mi cariño hacia él no podía ser más grande, nótese el sarcasmo. Molesto me había sentado en un asiento de cuero negro desgastado.
Minutos después Emma había ingresado al recorrido estudiantil e iba contenta. Toda ella brillaba como la luna cuando se iba la corriente de energía, y entonces cuando carcajeó, bendita virgen, pude jurar que el tiempo paró y se entretuvo oyendo su risa.
Desde ese día conocí a la intrigante Emma Cooper, pero gracias al trabajo de mamá se me fue obligado a mudarme a Kansas City y no volví a ver a la castaña hasta cuatro años después. Cuando regresé a Colorado Spring Emma había dejado de ir en el transporte de la escuela, y yo no lograba percibirla por ningún lado del colegio. Hasta que mis ojos cayeron en su melena corta cuando se integró a los castigados en la maravillosa tierra de Detencioland.
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Editado: 17.06.2019