I am mutant

Capítulo 2. Jack Cullen

Respiré profundo un par de veces, esto es increíble, nunca me había pasado tal cosa, no entiendo nada, estoy asustada, ¿Qué ha sido eso?, ¿Qué me ha hecho ese hombre?, Dios, mi cabeza va a explotar, no sólo por la confusión y el miedo, también me duele bastante, como si fuera poco ese descarado se ha ido como si nada.

A pesar de mi situación, tengo que tratar de volver a la normalidad, por más difícil que sea, ya luego tendré tiempo para pensar en esta locura, ahora debo ir a mi consultorio, a trabajar.

Me acomodé la blusa dentro de mi falda y a medida que me acercaba, podía ver a algunos de mis pacientes.

—Buenos días a todos— saludé una ves estuve con ellos.

—Buenos días señorita Johnson— respondieron los presentes.

—Camila, puedes pasar— hablé con gentileza a mi primer paciente. Una vez que ambas estuvimos dentro le indiqué a camila que se recostara en el mueble frente a mi escritorio.

—¿Cómo te encuentras hoy camila?— hablé mientras ella observaba el techo.

—Estoy mejor, ya no he tenido más pesadillas— contestó con una linda sonrisa.

—Eso es fabuloso querida, me alegra mucho sabelro— comenté satisfecha, puesto que me había costado mucho hacer que la chica mejorara. Camila ha tenido una difícil adolesencia, ya que, a sus  ocho años presenció el asesinato de su madre, desde entonces, ha tenido pesadillas, son como recuerdos. Debido al trauma, hace dos meses su padre la envía a terapia, desde entonces he ayudado a la joven como he podido y me alegra que por fín esté teniendo éxito.

—¿Y usted?, ¿Cómo ha estado?— indagó, con curiosidad.

—Muy bien—contesté sabiendo que mentía, porque por más que quiera no puedo evitar sentir temor, no sólo de que ese hombre vuelva a aparecer, también me preocupa pensar que vuelan a aparecer esas extrañas lineas en mi cuerpo, no sabía que eran, no sabía que yo era, estaba asustada porque no podía decirle esto a nadie, no iban a creerme nada, qué he curado a un hombre solo con gemir, que en mi cuerpo aparecen lineas extrañas y que un hombre me ha causado placer sin tocarme. Hasta para mi misma suena descabellado.

 

Continué con el proceso hasta que entró otro paciente y así  estuvo mi día.

 

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Al entrar a mi casa, encendí las luces y cerré la puerta detrás de mi, me dirigí de inmediato a mi cuarto, necesitaba una ducha, estaba estresada y muy cansada, una vez en el cuarto me dispuse a quitarme la ropa dejando en mi cuerpo sólo mi ropa intrior beige. Una vez en la ducha dejé que el agua tibia se llevara el estrés y el cansancio, luego de unos  veinte minutos, me coloqué mis bragas y me envolví en mi Albornoz de seda, me dirigí a mi cuarto y me coloqué mi pijama, que sólo era una vieja camisa de mi padre y recogí mi pelo en un alborotado moño, me gustaba dormir así, mientra más cómoda mejor.

Bajé las escaleras y una vez en la cocina me dispuse a preparar algo para cenar, cómo no tenía mucha hambre decidí hacer chocolate,  saqué la leche del refrigerador y busqué todo lo demás necesario para preparar un buen chocolate.

Mientras esperaba que estuviera la cena puse una canción de michael Jackson mientras movía mi cadera al ritmo de la música, daba vueltas alrededor de la encimera como loca, todos me veían siempre como una da refinada y educada, pero esa no era yo, en realidad, era cómo una adolescente, no me importa decir una palabra bulgar, si me sentaba recta o no, si me expresaba adecuadamente, todo eso me valía lo mismo, pero lamentablemente nadie conocía es parte de mi, mi verdadero yo .

Unos treinta minutos después ya estaba listo, serví una gran taza y me senté en una de las sillas que habían en la cocina, mientras disfrutaba de mi rico chocolate, no pude evitar que los recuerdos de ésta mañana llegaran a mi mente, ese hombre, me estaba volviendo loca y a penas hablé con el, pero igual estoy preocupada, lo que me pasó no fue normal, y estoy empezando a creer que yo tampoco, ¿Seré un fenómeno?. 

 

— Qué estupideces piensas, no eres un fenómeno— solté un grito de horror al escuchar una voz detrás de mi, me paré como un resorte de la silla y me giré al instante, increíble, el idiota de esta mañana.

—¿Qué demonios hace usted en mi casa?— grité horrorizada.

—Qué modales los tuyos, ¿Me puedo sentar?—agregó observando descaradamente mis piernas desnudas, enrojecí al instante, es el primer hombre que ve tanta piel de mi cuerpo, además de que es un desconocido.

—Lo que puede hacer es salir de mi casa de inmediato, no tiene derecho a estar aquí, ¡largo!.

—No me iré hasta que no quiera irme— espetó con confianza, menudo imbécil, que le den. Veo anonada, como se sirve chocolate como si estuviera en su casa, veo cada movimiento que realiza, ¡es tan sexy que....!, pero que me pasa,es un desconocido ¡Despierta Isabella!.




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