Por un poco y llegaba tarde, de haber sido así habría sido desastroso comenzar su primer día de esa manera.
Liz la esperaba sentada en uno de los pupitres de la esquina, parecía incomoda, y era entendible, llamaban demasiado la atención al ser de diferente tono de piel, todos las veían como si tratase de un monstruo de tres cabezas, o al menos algo que nos lo veían del todo normal. Costaría mucho acostumbrarse.
-Ha sido así desde que he llegado- murmuró viéndola casi con suplica, como si esperase que la morena de pelo lacio pudiese solucionar el problema.
-Ya se les pasará.
No había sido así, creían que todo pasaría luego de dos lecciones, pero no era así, los chicos se les acercaban con aire curioso o incluso coqueto, diciendo cosas que no tenían ni la menor idea de lo que podía significar. Las chicas por otro lado lucían como si deseasen acribillarlas.
Tuvieron que tolerar eso lo que faltaba del día, fue estresante para ambas.
Ese comportamiento duro una semana, luego la primera desgracia se hizo presente.
***
Todo ocurrió debido a un chico, uno de muy bajo autoestima que había caído bajo los encantos de la pelinegra. Y como resultado, se deprimió al ser rechazado por esta, pero… ¿qué esperaba? ¿Qué les dijese sí a todos los que se le confesasen?
Él, para evitar que su madre le viese humillado como había sucedido con sus compañeros, le mintió, diciéndole que había sido ella quien le había provocado y ahora le dejaba tras notar su interés.
Dicha mujer, llegó a su colegio, y armo el peor escándalo que cualquiera podría haber visto.
Estaban en clase de historia cuando ella llegó, ambas morenas hacían lo imposible para poder agarrar apuntes de aquel idioma que todavía le era un tanto desconocido.
- ¿Señora Min Sun Hee?
- ¡¿Dónde está esa despreciable Mary Calderón?!- el grito había resonado por toda el aula, la mujer al no saber como era su nombre le había llamado de la manera más parecida, al menos, su apellido si había sido bien dicho.
Todos volvieron a verla.
Un tanto confusa se puso en pie al escuchar su nombre, la morena de cabello castaña le vio preocupada.
- ¿Qué hiciste ahora? -preguntó la castaña en un susurro. La pelinegra negó.
La mujer que por cierto vestía de forma elegante según creía, pues para la pelinegra no era más que una vestimenta de payaso, le vio con desprecio y soberbia. Como si fuese tan solo un asqueroso chicle pegado a sus tocones de aguja.
Caminó hasta ella y sin dar explicación alguna, le abofeteó, frente a todos, como si le estuviese castigando por algo muy malo, lo cual no tenía idea de lo que podría ser. Apretó sus puños con fuerza hasta clavar las uñas en sus palmas, diciéndose así misma que debía calmarse y no devolver aquel acto agresivo para no rebajarse a su nivel.
Todos comenzaron a hablar a su alrededor.
- ¡Mamá! - chilló el joven supuestamente avergonzado.
- ¿Cómo te atreves a seducir a mi hijo e ilusionarlo? - expresó con odio- Sucia sabandija…
Esto no era lo que habían planeado cuando aceptaron el intercambio.
-Si mi hijo no puede ir a la universidad debido a que falta a sus tutorías para ir a verte, ¿vas a hacerte cargo de MinHo? - tras decir eso rio- Algo como tu debe hundirse hasta el fondo para que personas como él estén en la cima.
El chico no podía estar más avergonzado.
- ¡Que dejen de grabar! - exclamó el maestro fastidiado. - ¡Voy a confiscar sus teléfonos!
-Y usted, se supone que debe proteger a sus estudiantes, evitando, por ejemplo, que una niña como esta…se acerque a mi hijo y lo corrompa. Para eso que le pagan, haga bien su trabajo. ¿Cómo puede ser que ni siquiera conozca su lugar?
Y su paciencia comenzaba a irse con cada palabra que era mencionada, le costaba captarlo, pero algo podía entender.
-Y su piel…
- ¡Mamá por favor! ¡Soy yo quien se la vive siguiéndola! - su mentira había llegado más lejos de lo que se había imaginado, al punto de salirse todo de control.
-Es fácil seducirlo, ya que él tiene como único objetivo estudiar. ¿No es así?
Y la bomba finalmente había terminado por explotar.
-Que yo sepa nunca le he seducido, tampoco jamás me enamoraría de él, no es ni de asomo mi tipo.
Ella suspiró, como si escucharla fuera nada más que una pérdida de tiempo.
-Comprendo, personas de tu color, no saben nada de modales.
La tentación de golpearla se hacia cada vez más fuerte, y lo habría hecho de no ser por la castaña que sostuvo su mano cuando iba a hacerlo.
No te rebajes a tu nivel, leyó en sus labios.
-Min MinHo, ¿crees que pago tan claras clases para que termines en un negocio de comidas rápidas? – observó a su hijo con decepción para luego volver a verla- Porque eso, es lo más que podrías aspirar. Y quiero que te quede claro -le empujó- que, si te acercas a MinHo una vez más, esto no será el final, me encargaré de arruinar tu vida.