Le dolía la cabeza, como nunca lo había sentido, y sus ojos parecían negarse abrirse y enfrentarse a la luz del día, y su espalda… ¡oh como le dolía la espalda! Era como un si un camión le hubiese caído encima, casi podía sus huesos rotos y resentidos quejarse ante tal atrocidad, no podía ni siquiera respirar sin sentir esa molesta punzada.
Nunca había sentía nada de eso, era algo nuevo, y no le gustaba.
Se quedó perdido en sus pensamientos por un rato hasta que pudo notar algo que no había tomado en cuenta. Estaba respirando, necesitaba hacerlo o una sensación de asfixia se hacía presente.
Se había despertado, sí, pero no se sentía con la fuerza para moverse.
Fue la morena quien hizo el primer movimiento, ella a pesar del aturdimiento se las arregló para sentarse en la cama y observar el lugar para tener una pista de donde se encontraban.
- ¿Uh?
Las cortinas no habían sido corridos, por lo tanto, no ocultaban el cuerpo de aquel pálido joven de cabellos azabaches, el cual parecía dormitar cómodamente en aquella incomoda camilla.
Aún desorientada cercioro que su cuerpo todavía estuviese intacto, que nada le hiciese falta, lo cual para su alivio era así. Tocó su pecho y dirigió una mirada incrédula al “bello durmiente”, estaba bastante segura de haber caído desde aquella azotea a la que sería una muerte inminente.
- ¿Qué? ¿Estoy bien? ¿Sigo viva?
Suspiró llena de alivio. Justo en ese momento entró una enfermera, su traje no era blanco como lo era usualmente en su país, este, era de un tono rosáceo, más tarde descubriría que los colores del uniforme podrían variar según el hospital.
-Ya estás despierta- afirmó la chica con una cálida sonrisa, por un momento se vio tentada a sonreírle con cinismo y decirle: no, solamente soy de las personas que duermen con los ojos abiertos y hablan como si estuvieran conscientes.
Pero, se abstuvo.
-Disculpe, ¿está él bien? – no apartó la mirada la mirada de él, era cierto que no lo conocía, pero eso no le hacía preocuparse menos, y es que, le había hecho su almohada humana, su salvador, o mejor dicho el colchón que detuvo su caída.
-Solo ha sido un golpe un poco fuerte, solo tiene que reposar y conseguir unos cuantos líquidos por vía intravenosa. Me pregunto quién será su guardián…padece de anemia -murmuró lo último, posiblemente pensase que vivía con desconsiderado que no le alimentaba bien.
Se levantó y se le acercó con aire curioso. Le vio fruncir el ceño, y luego, abrir lentamente y parpadear constantemente hasta que pudo acostumbrarse a la luz.
El pelinegro tan solo pudo ver una figura difusa ante él cuando sus ojos lograron finalmente abrirse.
La confusión se apoderó de su ser por algunos segundos.
- ¿Has despertado? ¿Regresaste a tus sentidos?
Abrió los ojos a más no poder.
¿Qué era eso? ¿Qué decía?
Un momento… ¿Pude verme?
Le vio de arriba abajo.
- ¿No hay nada roto? ¿Estás bien? ¿Te sientes bien?
Abrió sus ojos aún más.
¿Qué si estoy lastimado?
Vio a todos lados visiblemente confuso y quizás mucho más desorientado que aquella morena.
Intentó sentarse, pudo conseguirlo hasta su segundo intento. Cuando lo hizo, la vio fijamente a los ojos.
Se acercó más de lo que debería, sobrepasando el espacio personal de la pelinegra, en otro momento le habría alejado de un golpe, pero en esa circunstancia no podía herirlo aún más.
- ¿Realmente estás bien?
-Esto…tú no me lo estás diciendo a mí, ¿verdad? - articulo con lentitud.
Ante esto la pelinegra golpeó su frente con su palma y le vio visiblemente preocupada, al parecer el daño había sido peor de lo que pensaba. De haber tenido una pared cerca se habría golpeado contra esta.
Perfecto, un chico se enamoró de ella, mintió a su madre, su madre la abofeteó, luego él huyó e intentó suicidarse, quiso salvarlo y cayó de la azotea, uso a un chico de almohada y le dejo medio tonto. ¿Ahora que faltaba? ¿Qué dijera que podía volar?
- ¿Tan mal te he…? - se detuvo- ¿Así de mal te sientes?
El pelinegro le vio interrogante, se sintió mal, como si fuese la culpable de toda aquella confusión que se hacia presente en sus ojos, quiso lucir amable, brindarle consuelo, por ello, tocó de forma cariñosa su cabello. No resultó bien. La mordida que recibió fue bastante potente, y como anteriormente había dicho, de no ser un herido y de no haber salvado su vida, le habría dado un buen puñetazo en la cara.
Su mano dolía, vio con incredulidad la marca de los dientes. ¿Realmente ese tarado la había mordido?
Atrajo su mano hasta su y soltó un débil quejido, se habría incluso revolcado en la camilla de no ser que más de uno podría verla y no quería lucir dramática.