Le vio sorprendida, aquel pedido sin duda le había descolocado, pero no dijo nada respecto, de mala gana volvió a sentarse a su lado. Se excuso a sí misma diciéndose que lo hacia solamente porque aquel loco/idiota se encontraba absolutamente solo, teniendo tan solo como único recuerdo su nombre. Demasiado lamentable, a decir verdad.
Todo se mantuvo de forma tranquila hasta que aquella bruja, es decir señora, llegó para imponer una denuncia, alegando que ella era un ser vil que se encargaba de seducir a su hijo hasta el punto de llevarla a la ruina. Y para colmo, le había culpado del casi suicido de este. Se sintió tan furiosa, tanto que deseo brincarle encima para jalarle las greñas, se contuvo, sabia bien que de meterse en problemas Liz se armaría un discurso de los buenos que posiblemente duraría una hora y si tenía suerte más. Sintió un escalofrío ante la idea, nada de molestarla.
-Finalmente estás donde perteneces.
- ¡¿Bruja?!- exclamó antes de darse cuenta, se salvaba de haberlo dicho en su idioma natal, pues de lo contrario la mujer seguramente alegaría más cosas.
- ¿Qué la trae por acá? - preguntó aquel hombre amable el cual había autoproclamado oficial.
-Vengo a demandar a esta chica, - la mujer se quitó sus lentes negros de marca, que seguramente valdrían más que su apartamento- por causar y asistir a un casi suicidio y seducir de pobres estudiantes.
- ¿Señora?
- ¡Mi hijo… trató de suicidarse por su culpa! En verdad…ella debería aprender a arruinar únicamente su propia vida y no la de los demás.
La morena le vio y sonrió con cierta burla.
¿Realmente le culpaba porque su patético hijo había intentado suicidarse por no prestarle atención?
Pobre mujer, con un hijo así debería estar lista para despedirse en cualquier momento.
Se mantuvo en silencio, en espera de que el oficial viese que aquellas acusaciones no eran más que una simple exageración.
-Lo siento señora, pero creo que sus acusaciones son demasiado fuertes, y si me disculpa, bastante inconsistentes.
La mujer le vio ofendida.
- ¿Está diciendo que el hecho de que mi hijo estuviera a punto de morir no significa nada para usted?
La morena supo en ese momento que las cosas irían para largo y lo mejor sería comenzar a ponerse cómoda.
¿Estaría Liz demasiado preocupada?
No pudo pensar mucho al respecto, el pelinegro le tomó de la mano y con uno de sus dedos le hizo una señal de silencio, se le notaba asqueado, no sabía bien pero no se puso a perder tiempo en intentar deducirlo.
Lentamente se levantaron, caminaron con lentitud haciendo el máximo de esfuerzo de no ser visto, no fue así, el oficial los vio y le preguntó para donde iban, no respondieron ante eso y salieron corriendo cual alma en pena.
***
El pelinegro le pidió a la morena que se adelantase, pronto la alcanzaría, que tenía asuntos de los cuales ocuparse. Lo cual morena un tanto dudosa comprendió.
Y sí que los tenía, pues ante él se encontraba un lujoso auto, un modelo que quizás llevaba unos cuantos meses de haber sido lanzado. Sonrió con malicia y se preparó para empezar.
- ¡Oh Dios mío! ¡Mi auto! - gritos histéricos fueron escuchados alrededor de diez minutos después. - ¡¿Quién ha sido?! ¡¿Por qué?!
Mentirosa, tonta, bruja mala, fea.
- ¡¿Fea? ¡¿En dónde me veo fea?!- sus tacones aguja resonaron por todo el lugar según avanzaba para ver la hermosa caligrafía que yacía escrita con pintura verde, azul, amarillo y rojo.
El maleante incluso había dejado sus armas del delito allí, como si aquello fuera un buen recuerdo, o más bien, un buen regalo de su parte.
***
- ¿Y él quién es? - preguntó la castaña al ver pelinegro que entraba tras su amiga en su pequeño departamento.
-Alguien que salvó mi vida, sigo sin saber como ha terminado con ese desastre en la cara.
Y en efecto, el pelinegro parecía intentar imitar un arcoíris en su cara, verde, azul, amarillo y rojo se hallaba regado por toda su cara y parte de su cabello.
La castaña ante eso le vio sorprendida, y como no, comenzó con la hospitalidad que le brindaba a todo aquel que cuidase de su “niña”.
-Deberías comer, de seguro debes tener hambre.
En realidad, era sumamente duro cocinar, pues allí todo era diferente de su lugar de procedencia, las cocinas no funcionaban igual, el arroz era de otra clase, los ingredientes que utilizaban la mayoría no podían encontrarlos en ese lugar. Y el horario…- ¡oh como lo odiaba! -, era tan diferente que los primeros días tenían que luchar para no dormirse en clases.
El pelinegro solo vio con seriedad el plato de Ramen que la castaña le había servido, como si temiera que en el se encontrase uno de los peores venenos. ¿Tan peligrosa lucía?
Ella lo llevo a su boca…lo come…lo mastica y luego lo trago. ¿Entonces no es venenoso? No luce muy bien…pero… ¡Puedo hacerlo!