Observó de forma curiosa a la castaña, la cual para ese momento se encontraba aplanchando sus uniformes a último momento. Había olvidado por completo que ese día iniciarían en el nuevo instituto.
- ¿Es necesario hacer eso? - preguntó refiriéndose al dispositivo eléctrico que sostenía la chica entre sus manos. Esta sonrió de forma leve y asintió. - ¿Por qué?
-Porque si no quedan arrugas y eso es mal visto.
Ante lo dicho pareció que algo iluminó de pronto al pelinegro, pues antes de poder decir algo había salido corriendo directo a su habitación.
Suspiró. ¿Tanta pereza le daba verla planchar?
Grande fue el susto, cuando ese par de posos oscuros se encontraron frente a ella nuevamente, viéndole con completa emoción.
-Planche también el mío- por un momento quiso negarse, el tono que el pelinegro había empleado sonaba más como el de una orden y ella odiaba a más no poder que le dijesen que tenía que hacer. -Por favor.
Era sorprendente incluso para él mismo el cambio que había causado ese mundo en él, pues había pasado de ser serio y hasta cierto punto cruel, a ser un tonto humano sonriente que se alegraba por la mínima cosa.
¿Dónde estaba el “ángel” Suga que se había encargado de llevarse a más de una desdichada alma que suplicaba por un poco más de tiempo para poder despedirse de su ser querido?
Parecía que todo lo que había sido comenzaba lentamente a desaparecer.
La morena le vio un tanto confusa, realmente no pensó que el pelinegro tomase enserio su propuesto de ir al colegio, ya que, ha decir verdad, parecía completamente ajeno del significado que este representaba. ¿Quién sería feliz de otorgar sus mañanas y parte de la tarde a algo así?
-María está en el colegio.
Volvió a verlo incrédulo.
¿En serio dejaría su “libertad” por aquella chica grosera?
-Bien, si tanto deseas ir, me aseguré de encontrar una manera. Pero ¿te gusta María?
La curiosidad para ese punto ya era demasiado grande.
-No es eso…-detuvo sus palabras.
Voy a enloquecer, ella no me creería incluso aunque se lo dijera…
- ¡Sí! - exclamó intentando mostrar emoción.
¿A él gustarle una humana? ¡Jamás!
- ¿En serio? - la castaña no podía sentirse más feliz, creyó que moriría antes de poder encontrar a un chico que se viese atraído por la morena a pesar de su forma grosera de hablar y su notable violencia -su hombro ya podía sentir el golpe venir cuando la molestaba de más-. Aunque si pensaba bien, eso significaba que debía ofrecerle una disculpa por decirle que pasaría sola el resto de su vida.
Hizo una mueca de tristeza. ¿Por qué siempre había algo que hacia que sus argumentos terminasen sonando tontos o perdiesen valor?
-Eres afortunada- mencionó entre dientes la castaña, viendo a la pelinegra entrar ya más arreglada, esperando tan solo para que la hora indicada para irse llegase.
El pelinegro le vio con un gesto de disgusto. La sola idea de verse viviendo una vida humana junto a la pelinegra le daban escalofríos. Él no era un humano sentimental, no necesitaba de la compañía de nadie, estaba bien solo, siempre había sido así o al menos hasta que Jimin llegó a su vida. Pero
¿por qué ahora que creía que Jimin le había dado en parte la espalda se sentía tan…infeliz?
-Ya sé que soy hermosa y que todos me aman- bromeó sonriendo de esa forma que a la castaña tanto le hacia irritar y a la vez le daba risa. - ¿Acaso he escuchado una confesión venir de cierto loco?
El gesto de disgusto del pelinegro se acentuó.
-Amablemente te rechazo. ¿Por quién me tomas?
El gesto de asco del pelinegro paso a ser uno de indignación. ¿Qué tenía él que no le gustara?
***
Cuando fueron a desayunar ya faltaba poco para que el inicio de clases se hiciera presente, por lo cual debían apresurarse.
Ambas morenas estaban apresuradas, mientras que el cabello moreno estaba felizmente comiendo como si nada más fuese importante en el mundo, mientras abrazaba con cierta alegría aquel pingüino de peluche que ahora se encontraba limpio y con olor a recién lavado.
- ¿De dónde has sacado eso? - preguntó la pelinegra con cierto interés, a ella le encantaban los pingüinos, y ante ella había uno muy lindo que sin duda le agradaría poder abrazar. Se veía demasiado adorable y suave, lo cual hacia muy extraña la visión del chico que comía su comida con un semblante serio a la vez que abrazaba un peluche. El pelinegro daba un ambiente de chico malo, el cual el pequeño y lindo pingüino mataba de un golpe.