Nota de autor: Debido a que hace poco me encontraba realizando mis exámenes finales no he podido seguir con la historia como me habría gustado, por ello, mis más sinceras disculpas.
Ahora, disfruten de la historia.
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A decir verdad, a penas se había presentado la morena de cabello lacio había llamado la atención. Haciendo que muchos chicos terminaron suspirando por su comportamiento. Y es que no todas las chicas solían verse rudas -usualmente eran una ternura total, lo cual hacían el hecho de que la quisiera como un acto totalmente masoquista-. Razón por la cual, muchas chicas del salón comenzaron a aborrecerla.
Suspiro un tanto indignada y disgustada a la vez, no importaba donde fuese, siempre se encontraba con ese tipo de personas desagradables que le hacían muchas veces cuestionarse si es que acaso existían al menos unas que al menos tuviesen cerebro en vez de un hueco vacío ocupando tal lugar.
Le tocó sentarse junto a una chica de cabello negro de mirada asustadiza, quiso ser amable -incluso intentó sonreírle-, y darle la mano, pero esta, solo desvío la mirada y se encogió en su lugar.
- ¡Y la clase va a empezar! - canturreó el hombre que recién le hizo presentarse, para luego para su horror ser seguido por los demás en una muy absurda y ridícula canción.
-Comienzo a desear volver a mi país -murmuró sintiendo su cuerpo sufrir un estremecimiento. A su derecha, unos dos asientos más adelante, la morena que le acompañaba en esa desagradable tortura volteó a verla con una expresión que no supo definir como un intento contenido de risa o un gran esfuerzo para no llorar al saber lo que sería sus día a día.
Sacó un pequeño cuaderno y comenzó a hacer garabatos para luego sustituirlos con los ojos siempre solía hacer, esos que su “mami” no podía copiar por más que quisiese.
Estaba tranquila haciendo eso cuando la voz de un chico atrajo su atención.
- ¿Eres realmente real? - enarcó una ceja confusa por su pregunta, no tuvo tiempo de preguntarle de a qué carajos se refería cuando este ya se encontraba abrazándola. Se dijo a sí misma que debía ser paciente, no todos tenían las mismas costumbres.
Relájate…no le pegues…no le pegues, se repitió una y otra vez.
Él no se quitaba.
1…nada, 2…le apretó más fuerte, 3…, quería pegarle, 4…finalmente le soltó.
Otro chico para su disgusto le giñó el ojo.
¿Por qué no le resultaba interesante que hubiera dos chinos coqueteando con ella?
Hizo una disimulada mueca de burla.
Tras de ella, un chico peli-naranja golpeó la mesa antes de salir del aula, se le notaba bastante molesto. ¿Pero eso a ella qué le importaba?
Un chico bastante alto y orejón -si le preguntaban acerca de cómo ella lo veía- llegó hasta el asiento de su compañera, para luego rodearla en lo que parecía ser un “agradable” abrazo.
- Rachell deberías acompañarnos al baño, por si otro piojoso se aparece y viene a atacarnos como lo hicieron contigo. -la chica lucía incómoda, como si desease esconderse en algún lado o más bien huir.
Ellos no le dieron tiempo a responder, le agarraron con fuerza y le obligaron a pararse y seguirlos.
- ¿Otra vez? Pobrecilla…- escuchó al chico de antes murmurar.
- ¿Qué pasa con ellos? - le pregunta a la chica frente a él, la castaña voltea a verla y le ve con una expresión de pena.
-Esos tontos pasan molestándola todo el tiempo, ahora que has llegado su excusa para fastidiarla es que es una “iniciación”, es decir, que la persona que se encuentra al lado de la nueva estudiante le toca obligatoriamente dicha iniciación.
La morena hizo un gesto de disgusto.
Eso era realmente inmaduro y tonto.
Mientras tanto, el peli-gris aprovechaba el momento para tomarle cuantas fotos fueran posibles.
-Vamos Rachell, no hay necesidad de que tengas miedo, no te va a pasar nada…grave.
La chica ante ello solo se dedicó a temblar y verlos con los ojos llorosos. ¿Por qué ella? ¿Por qué eran así?
No era su culpa que su exnovio los hubiese dejado de lado por estar junto a ella, tampoco lo era que él…hubiese muerte mientras iba a verla.
No era su culpa…
-No llores…niñita.
Ella tenía tanto miedo que no sabía qué hacer en realidad. Le hicieron entrar en uno de los baños, con tal fuerza que su cuerpo se estrelló contra la pared de aquel pequeño cubículo, soltó un pequeño quejido y cerró de forma apresurada la puerta.
Necesitaba ayuda.
Mientras tanto, el castaño se dedicó a salir del baño, ignorando por completo el ruido que hacían los demás, sus conversaciones le importaban en lo más mínimo.
Se dirigió al lavado con la intención de lavarse las manos, pasando a lados de ellos, sin tomar en cuenta sus presencias.