Cuando volvieron al aula en ningún momento esperaba que la profesora ya se encontrase allí.
La mujer mostraba una expresión seria, como si el solo hecho de estar ahí dando clases fuera la peor tortura que alguien podría darle.
Intentó entrar en silencio, -ignorando por completo el hecho de que se castaño no había entrado junto a ella- pasar desapercibida para evitar los problemas en su primer día, aunque obviamente su deseo no fue concebido.
-Esos que están haciendo algo más durante las clases, sepan de antemano que les dejaré un lindo regalo en sus expedientes. De tal forma que así serán capaces de mantener sus ojos en este hasta el resto de sus vidas.
Un abucheo se escuchó, aunque rápidamente fue apaciguado.
Ella colocó un discó en su computadora, momento en el cual se apresuró para llegar a su silla y sentarse.
La mujer vio con expresión resignada el asiento vacío en el cual él debía estar. No le extrañaba que él con tal de llevarle la contraria se saltara una de las clases.
-Tú niña, ni creas que no te he notado, sal del aula y reflexiona sobre lo que has hecho.
¿Lo que había hecho? ¡Pero si había llegado tarde por cinco minutos!
Justo cuando tales palabras le fueron dichas, el castaño entró al aula cual Pedro por su casa, con una insolencia que no hacía más que provocarle deseos de golpearle por lo tonto que estaba siendo, sin duda esa profesora le trataría peor.
-Salgan ambos en este momento- repitió, siendo incluido esta vez el que recién acaba de entrar, y volvió a verla como si le creyera tan idiota como para no entender la primera que vez le fue dicho. Por un momento quiso decirle que le fuera bajando los humos a esa actitud de vieja amargada. No era culpa suya que necesitara de unos segundos para analizar sus palabras, pues si esta tenía al menos un poco de inteligencia de la cual parecía mofarse, entendería que siendo una latina entender sus palabras sería igual que escuchar un trabalenguas sumamente rápido por primera vez.
-Trata de averiguar lo que puedas de ella- a simple vista lo dicho sonaría como un pedido, cuando en realidad no era nada más que una orden.
-Entendido- añadió con rapidez, sonriendo de una forma muy leve, para Chan Yeol tales ordenes ya se habían vuelto su día a día, de tal manera que no le importaba ni un poco obedecer los pedidos de su “jefe”, por muy caprichosos que pudieran llegar a ser.
-Que genio, ¿así planea ganarse el cariño de todos?
El castaño no le prestó si quiera atención. Cuando volteó a verle curiosa por su silencio -y es que por alguna razón este le molestaba-, se topó con una expresión tan seria que le provocó un escalofrío.
¿Como una persona con apariencia tan angelical podría poner un gesto de esos que lucía tan aterrador de cierta manera?
- ¿Aquí aprenden todo mediante discos?
Le dio un pequeño empujón con su hombro, el chico solo le vio con disgusto.
- ¿Sabes si pudieron darle el bolso a su respectivo dueño?
A diferencia de la respuesta que esperaba, la que le fue dada le tomó por sorpresa.
-Lo siento, pero creo que cada vez te estas acercando más a recibir un golpe, pero al ser mujer, no puedo hacer eso.
Le vio desconcertada antes de que este le propinara un fuerte empujón, de tal magnitud que su espalda terminó por golpearse contra la pared.
Emitió un débil quejido, a penas y pudo procesar el golpe cuando este le tomo de la blusa y le levantó un poco, haciéndole a sus pies un tanto difícil poder tocar el suelo. El castaño volvió a estamparla contra la pared, sin explicarle en ningún momento porqué le trataba de esa forma.
-Lo siento, pero necesitabas uno más.
La morena molesta por el trato recibido se incorporó y se preparó para darle un poco de su propia medicina cuando la profesora finalmente salió para meterse donde no debía justo cuando deseaba vengarse.
- ¿No les dije que se fueran y se comporten como se debe?
- ¿Estás mal de la cabeza? - la pelinegra le vio sumamente furiosa mientras le agarraba con fuerza de la corbata, adiós la idea de intentar socializar.
-Cálmense ya.
-Usted que lleva más tiempo aquí, sabe que no debe pelear en las instalaciones. ¿Cierto?
El castaño solo le dirigió una mirada de cansancio, como si ya estuviese harto de escuchar sus palabras.
- ¿Estoy en problemas? ¿Acaso debería traer a mi madre? ¿O debería pedirle a mi novia que me ayude a evitar mis ataques de furia sin sentido? - preguntó con cierta burla y un tanto de desprecio. La mujer se mantuvo callada en todo momento. -Mi madre esta muy ocupada, pero dígame… ¿a qué hora la necesita aquí?
Su profesora comenzó a respirar con dificultad, de tal manera que por un momento sintió un deje de preocupación, o al menos fue así hasta que noto que estaba lo suficiente bien como para propinarle una buena cachetada al castaño.