—¡Fiesta! —Chillaron en mi oído. Quité mi cabeza debajo de la almohada y con el ceño fruncido observé a Bertha, Winston y a algunos niños, entre ellos María y los amigos de Winston.
—¡Winston, es feliz cumpleaños! —Lo regañó María rodando los ojos.
—¡Ahora! —Exclamó uno de los amigos de Winston. Ceñuda lo observé hasta que mi visón fue interrumpida por mis párpados cerrándose para evitar que la sustancia suave, blanquecina y espesa entrara en ellos. Las risas no se hicieron esperar, e instantemente en mi rostro se formó una mueca de asco y procedí a limpiar mis ojos con ambas manos, devolviéndoles a mis ojos la capacidad de volver a ver.
—¿Pero qué…? —Mi lengua humedeció mis labios, arrastrando con ella un dulce sabor. Relajé mi ceño y degusté el sabor a la crema, tomando mi tiempo para saborear el sabor a merengue en ella—Esto está delicioso—Cubrí mi rostro con pesar—Dime que queda más y que no está todo sobre mi rostro, por favor—Supliqué hacia Bertha uniendo las palmas de mis manos en posición de rezo.
Bertha rió—Hay más, tranquila—Liberé un suspiro—¡Felicidades, cariño! —Me envolvió cálidamente en sus brazos—¡Diecisiete años! —Chilló emocionada—¡Aun recuerdo cuando eras de la estatura de Winston, tan bella y pequeña!
—¡Yo no soy pequeño! —Exclamó Winston a lo que María negó frustrada y de brazos cruzados, demostrando su enojo con el pequeño pelirrojo.
—Gracias—Agradecí observándolos a todos—Por recordarlo—Ellos asintieron sonrientes—Me gustaría poder levantarme…—Observé las piernas de Winston sobre las mías y en sus manos el recipiente que contenía la torta que había estrellado en mi rostro—Y poder lavar mi de seguro, lagañoso rostro.
Una vez que ellos se hallaban fuera de mi cuarto, procedí a levantarme y dirigirme al baño. Hice mis necesidades y luego de lavar mi rostro y mis dientes, procedí con el cepillado en mi cabello, el cual consintió solo en tres pasadas de cepillo, de raíz a punta y luego a sujetarlo con una liga, formando una cola de caballo baja.
Liberé un suspiro observándome al espejo, tragué saliva y presioné mis labios disgustada al percatarme de mi gran parecido con Claudia. Sacudí mi cabeza regañándome a mí misma.
No es el momento, ni el día para pensar en ello.
Al encaminarme a mi habitación, recibí varias felicitaciones de parte de algunos de los niños que se encontraban en el pasillo, a los cuales correspondí felizmente. Busqué entre mi ropa algo decente para usar y al cabo de unos minutos, me decidí por un buzo negro de lana con sutiles piedras brillantes en su pecho y una bufanda rodeando mi cuello. Para la parte inferior, escogí un Jean azul oscuro con detalles blancos en degradé sobre los muslos y posterior a ellos, finalmente para mis pies protegidos con soquetes de polar, unas botas cortas peludas en un tono bordó oscuro.
En mi rostro solo apliqué corrector de ojeras, rímel en mis pestañas, rubor en mis mejillas y un sutil brillo labial en mis labios.
Una vez más, esto es lo mejor que puedo lograr.
Me encaminé hacia la puerta de salida, pero me detuve al oír vibrar mi celular en la mesita de luz. Rasqué mi cabello y me acerqué para ver de quién se trataba y al hacerlo, la sonrisa que surgió en mi rostro fue inmediata.
—Pajarito.
—Bruja—Lo sentí sonreír—Feliz día.
Sonreí de lado—Gracias, por cierto, desde aquí puedo percibir tu emoción.
—Estoy emocionado…—Rodé los ojos— Y no gires los ojos—Puse los ojos en blanco—Eso tampoco—Gruñí frustrada—Como sea, ¿Sabes? Debería sentirme ofendido, ya que anoche me mantuve despierto hasta la medianoche para escribirte un mensaje en el momento justo en que fuera el cambio de hora…—Carraspeó—Y lo hice, escribí el mensaje y lo envíe, pero no recibí respuesta de ninguna bruja en particular, por lo que el sueño me ganó y me di por vencido—Rasqué mi ceño—Eso sin contar que hoy iré y te llevaré un presente, el cual, si no me olvido, jamás me diste el día de mi cumpleaños—Reprochó.
—¿Todo ese testamento, para reprocharme la falta de tu obsequio?
—Ajá.
Entrecerré mis ojos—Eres impredecible, serio y gruñón, por lo que no es sencillo hallar un regalo que se adecúe a ti, además recuerdo haber dicho que me acompañaras a escogerlo, pero luego de las peleas que hubo entre nosotros, supongo que lo olvidé.
—Olvídalo, bruja—Lanzó una corta risa—Hoy pasaré por ti ¿Lo recuerdas? —Pronuncié un sí—Estupendo te veré al pasar el mediodía.
—Está bien—Ambos hicimos silencio por unos segundos—¿Brand…?
—Ich liebe dich, hexe—Interrumpió.
—¿Qué?
—Te veo luego, bruja.
Fruncí el ceño—¡Espera, no cort…! —El pitido me indicó que había terminado la llamada, lancé un bufido.
¿Qué demonios habrá dicho?
—Por décimo-quinta vez Bertha, no es necesario—Engullí la cuchara en el puré de patatas.
Bertha dejó el vaso con jugo sobre la mesa y limpió sus labios con la servilleta—¿Cómo que no es necesario?, es tu cumpleaños y lo festejaremos como se debe.
Rodé mis ojos—No quiero que gastes en nada, por favor.
—Exacto, es mí dinero, así que yo decido el uso sobre él.
Llevé una cucharada de puré a mi boca—¿Qué hay sobre Margaret? —Hice una mueca al oír el cúmulo de voces que se hallaba en el comedor—Sabes que es la más autoritaria del lugar, no lo permitirá.
—Tú déjame a la gruñona a mí.
Me encogí de hombros—Como quieras.
Mi cuello fue rodeado por detrás—¿Entonces habrá fiesta? —Habló Winston abrazándome.
Bertha pasó un bocado para poder responder—Así es cielo—Sonrió—Esta noche festejaremos el cumpleaños de Anel.
(...)
—Te ves bien—Alagó Brandon, luego de que le abriera la puerta.
Inhalé profundamente—Gracias—Apreté mis labios con nerviosismo—Tú también, pajarito.
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Editado: 02.06.2023