Tardé unas pocas semanas más en ser dado de alta del hospital. Fue bastante incómodo, y no solo por mis tan emocionados padres (mi "padre" apareció poco después el mismo día que desperté), sino porque, por alguna razón, no me gustaban los hospitales. Llamadme loco, pero me daban una sensación de inseguridad constante.
Mis padres se encargaron de contarme todo. Al parecer, mi nombre era Thyan Regis Mayer, era hijo de Veronna y James Mayer, y no tenía hermanos. Asistía al Instituto Aethäe en mi último año (tenía diecisiete años) y era un excelente alumno. Era un hijo responsable y amoroso, un buen amigo y un estudiante de primera, muy inteligente al parecer.
Hice una mueca al oír aquello. Si se suponía que era tan perfecto, probablemente fuera muy infeliz, pero eso no lo comenté. Mis padres parecían seguros de que yo era un muchacho sano y alegre, lleno de vida. Pero qué sabrán los padres, a veces.
El caso es que, aparentemente, el accidente se debió a que iba conduciendo mi auto de noche, de regreso a casa tras una larga jornada reunido con mis compañeros para concretar un proyecto importante escolar, cuando un oscuro se cruzó en mi camino en una motocicleta y mi auto se desvió, chocando contra un poste de luz público. Y el accidente casi me mata, pero al final solo perdí la memoria y estuve en coma unos seis meses, etcétera.
Supongo que, como yo, se deben preguntar qué es un oscuro. Pues bien, la gente aquí habla de ellos como si fueran cucarachas que andan molestando a la gente por allí. Al parecer son marginados de la sociedad que pertenecen a una sociedad ilegal en la que visten de negro y disfrutan rompiendo reglas y generando caos por la ciudad. De modo que, cuando mis padres supieron que uno de ellos fue el causante de mi estado, no estaban muy felices.
De todos modos, aquel chico estaba muerto. Tras el accidente había quedado en estado crítico, pero las autoridades decidieron no ingresarlo a ningún centro médico (aunque solo había uno, a decir verdad: era una ciudad relativamente pequeña y con pintas de comunista), ya que a los oscuros se les retiraban la ciudadanía y todos sus derechos legales.
De modo que no hubo forma de que sobreviviese.
Tardé unos días en acostumbrarme (o "volver a acostumbrarme") a mi vida normal en la casa de mis padres. Era una edificación modesta en la zona periférica de la ciudad, construida en piedra y con un pequeño jardín al frente, de solo unos diez pasos de largo. Mi habitación era pequeña también, con las paredes azules y una ventana que daba a la calle. Tenía una cama individual con sábanas azul marino y un ropero de madera con pegatinas de algunos cantantes y bandas musicales en las puertas. Una silla rústica cerca de la mesita de luz sostenía una campera marrón de tela algodón en el respaldo, y una estantería flotante contenía unos cuantos libros de aspecto educativo.
Parecía, a todas vistas, una habitación muy normal de cualquier chico de diecisiete años responsable y centrado en los estudios. Me costaba mucho situarme a mí mismo como aquel chico. No me sentía dueño de la habitación, no me sentía dueño de esa vida. Sentía que se la estaba robando a alguien más, y ni siquiera me sentía capaz de cargarla por él.
La segunda semana, "volví" al Instituto. Como me había perdido casi siete meses de clases, tenía mucho con lo que ponerme al día si quería aprobar el año y graduarme (todos parecían muy seguros de que podría lograrlo). Si quería hacerlo... Pero sí, lo haría. Aunque solo fuera en honor al dueño de aquella vida prestada. Además, estudiar podría darme más pistas sobre mi situación, y quizás hasta recordara algo más de mi vida antes de despertar.
El lunes (mi primer día de clases, de algún modo), me recibieron unos chicos con tanto entusiasmo que por un momento me pregunté si mi anterior yo se habría unido a alguna comunidad gay. Pero no, al parecer todos en la ciudad eran simplemente felices a más no poder y llenos de entusiasmo por todo.
Los chicos tuvieron que presentarse (ya sabían mi situación de amnesia), pero parecieron disfrutarlo. Un chico de cabello castaño oscuro y mandíbula marcada no paraba de mirarme y sonreír con melancolía. Me ponía los pelos de punta.
Fue el primero en presentarse, apoyando una mano en mi hombro y explicando, con voz suave y hablar lento:
- Soy Lance. Soy tu mejor amigo desde la guardería: nuestros padres solían salir juntos a menudo. Este - señaló a un chico rubio que sonreía como si se fuera a casar al día siguiente, de ojos azules brillantes - es Ted. Procura no sacar comida enfrente suyo, no sé cuánto pueda durar...
- ¡Oye! - rezongó el chico, riendo - Que no soy un animal. Aunque no tengas reparos en darme las salchichas que no quieras comer...
Lance puso los ojos en blanco, sonriendo.
- Ya, y también los panqueques, y los sándwiches, y los...
- Calla, chico listo - soltó con un pucherito de suficiencia - Thyan siempre me da de su comida de todos modos.
Alcé una ceja. Aquellos chicos eran bastante normales. De algún modo, había esperado algo más... Pero esto tenía más sentido. Thyan Regis Mayer era un chico normal, después de todo. Me pregunté si tenía novia. Fruncí ligeramente el ceño ante la idea. No sabía sobre él, pero el actual yo encontraba la idea un tanto ajena. Era como si siempre hubiese vivido una vida un tanto solitaria, y no tuviese tiempo para pensar en algo tan complicado como una relación.