Iuola sonrió. Habían pasado dos semanas y su casa ya era un lugar habitable, se sentía muy orgullosa del resultado. Había estado trabajando duro todos los días, guiando a los nuevos criados, cambiando la mueblería y aunque faltaban algunas cosas pequeñas se sentía feliz. Se dio cuenta que su casa era mucho más bella que Westhampton House, la Central Leithold al estar a las afueras de Cambridge, tenía una vista natural que la casa de su hermano no tenía y era mucho más pintoresca. Los más difícil había sido contratar un administrador de confianza, pero gracias a Dios Altaír decidió encargarse de eso y el día de hoy iban a empezar a trabajar las tierras.
Iuola se encontraba en su estudio muy temprano en la mañana, el día de ayer había ido con Rose a la modista para hacerse un ajuar nuevo, los criados habían ido uno por uno para tomar las medidas de sus uniformes. Ahora se encontraba haciendo una lista de lo que le faltaba por completar y se dijo que ya en dos meses su casa tenía que estar en perfectas condiciones.
Ésta sonrió al ver la pequeña lista:
1. Mandar a reparar la carroza ducal
2. Ir a comprar seis coches
3. Decirle al administrador que llene las cuadras de caballos pura sangre (Hablarlo antes con Altaír)
4. Llenar de libros la biblioteca y hacer un estante especial para botánica
5. Mandar a reconstruir el invernadero
6. Escribirle una carta a Westhampton solicitando su yegua lo más pronto posible
Ésta leyó el último punto y sintió que su corazón le dolía. Dejó la pluma a un lado y se dijo así misma que lo más difícil de esa lista era escribir aquella carta; de repente sus ojos se llenaron de lágrimas y se sintió muy sola. A pesar que la mayoría de las veces le gustaba estarlo cuando estudiaba, ahora tenía ganas de verlos a todos, pero tampoco podía perdonar lo que le hicieron. Le ocultaron sus orígenes de una forma muy cruel, engañándola como una tonta y peor aún que su madre haya fingido amor por ella. Los pocos recuerdos que tenía de ella habían sido muy lindos, pero ahora solo sentía rabia y rencor hacia ella por engañarla cuando era una niña inocente.
Iuola se limpió las lágrimas con su pañuelo y se sopló la nariz. Deseaba tener a alguien con quien desahogarse, ni siquiera Altaír era tan buena compañía puesto que este salía todos los días desde temprano y volvía en la noche. Ella nunca le preguntaba a donde iba con tanta urgencia, ya que, no le importaba, pero por lo menos deseaba tener a alguien para desahogar toda esa frustración que sentía hacia su familia.
En ese instante sintió los toques de la puerta, ella se limpió las lágrimas y respiró profundo.
—Adelante—dijo.
La señora Chase abrió la puerta y le hizo una reverencia—El desayuno ya está servido en el comedor excelencia
—En un momento voy
—El duque ya se encuentra en el comedor
Iuola alzó las cejas <<¿No salió hoy>> se preguntó y luego asintió. La cocinera volvió a hacer una reverencia y salió de la estancia.
Ésta se puso de pie y salió de inmediato. El día de hoy se había colocado uno de los vestidos que le había comprado Altaír al día siguiente de su boda, este era el amarillo y era de mañana. Tenía mangas largas y un pequeño escote recto; su falda era lisa y llevaba unas zapatillas blancas; Rose la había hecho un tocado en trenzas y le había colocado unas flores margaritas alrededor de este.
Al llegar a la puerta del comedor, Mary se encontraba esperándola para anunciarla. Iuola había hablado con ésta una semana anterior para preguntarle si le gustaba el puesto de ama de llaves y ésta le había dicho que sí, dicho entonces, no se vería obligada a buscar a un mayordomo que para ella era una tarea bastante difícil.
Mary le hizo una reverencia y abrió ambas puertas—La duquesa de Leithold—anunció.
De inmediato vio como Altaír se puso de pie.
La estancia se había terminado en dos días y era un espacio muy acogedor; en el centro de esta se encontraba el gran comedor de doce puestos acabado en madera de roble, poseía dos ventanas grandes que daban al jardín, un pequeño estante de licores y otro de libros y dos grandes cuadros: uno de un frutero y otro de una bella flor de loto.
Altaír estaba vestido de azul media noche, camisa blanca y corbata del mismo color del traje; este le dio un besa manos.
—Buenos días—la saludó y le ayudó a sentarse.
—Buenos días, que sorpresa tenerte aquí
Él prosiguió a sentarse—Ya terminé de hacer lo que estaba haciendo
En ese momento entraron las criadas para servirles en los platos.
—¿Qué desea excelencia? —le preguntó una de ellas
—Sólo fruta, jugo y pan—le dijo ésta—¿Se puede saber que era lo que estabas haciendo con tanto ímpetu?
—¿Para usted excelencia? —le preguntó otra de ellas a Altaír
—Quiero pan, huevos, jugo de naranja, fruta, café y esto que no sé qué es y sopa—