En medio de la noche, guardaré tu alma y la protegeré de las sombras.
El joven de cabello castaño se lanzó hacia la pesadilla sin temor alguno en sus venas, a lo largo del año que había pasado en aquel lugar se había acostumbrado a la presencia de aquellas malvadas y desagradables criaturas; aunque son deformes y repugnantes a su manera, sin asemejarse las unas a las otras, se puede afirmar con seguridad que sus facciones son grotescas y los sonidos emitidos por sus bocas deformes son inteligibles.
A decir verdad, pensó él mientras blandía con agilidad su guadaña destrozando por parte el cuerpo de la criatura, en un principio les temía... bueno, más que temor, puede calificarse como desagrado, su aspecto es demasiado repulsivo.
Además, las pesadillas secretan olores fétidos y nauseabundos.
En esta ocasión, para su suerte, se trata de una pesadilla que carece de destreza, sus movimientos son torpes y lentos gracias a su enorme y poco ágil cuerpo. Al joven no le costó mucho acabar con la existencia de aquella bestialidad, atravesó con la guadaña el cuerpo viscoso de la pesadilla, logrando que la criatura emitiera aullidos espeluznantes mientras su esencia negra surgía a borbotones desde las profundas heridas.
Se trata de un líquido de consistencia similar a la sangre, quizá un poco menos espeso, y para cuando la pesadilla estuviera vacía de aquel fluido, simplemente desaparecería lentamente, deshaciéndose como la ceniza, como si el viento se la llevase y como si jamás hubiese existido.
El joven sonrió jactándose de su labor y orgulloso ante su logro, había aprendido a llevar a cabo su labor como portador, o como prefería llamarlo, un cazador de pesadillas.
Un par de minutos atrás, aquella pesadilla estaba atormentando los sueños de una mujer, joven sin lugar a dudas, no podía tener más de treinta a juzgar por la tonalidad de su aura. En el mundo onírico o mundo de los sueños existen varias particularidades, entre ellas, el hecho de que los portadores son incapaces de ver el rostro de una persona ahí, puesto que básicamente están viendo su esencia, se puede deducir la edad por la tonalidad de un aura, el leve resplandor que emite un cuerpo; entre más joven fuera, las tonalidades serían claras, como los colores pastel, por el contrario, la vejez hacía que se tornará más oscura.
La mujer atacada yace sobre su cama con una expresión de dolor retorciéndole las facciones, sus labios están fruncidos, al igual que las cejas y su cuerpo está cubierto por una ligera capa de sudor. No obstante, todo cambió en cuanto el joven portador destruyó la pesadilla cerniéndose sobre su cabeza, su desenfrenada respiración se normalizó y pasó a soñar algo diferente. Si se hubiese tratado de una pesadilla pequeña, para el portador habría sido muy difícil identificarla, sin embargo, la pesadilla que él acababa de destrozar debía haber atacado ya a más que un par de personas, teniendo en cuenta su tamaño.
Entre más personas sufran por una pesadilla, está se hará más fuerte y más grande, haciendo más compleja la labor de un portador. En el caso del joven, esa noche había acabado con cuatro pesadillas, ninguna lo suficientemente grande como para necesitar ayuda, en general, era una velada pacífica, al parecer los espectros no tenían muchas energías últimamente para atormentar almas humanas y eso reduce la cantidad de pesadillas rondando en este mundo, puesto que, las pesadillas son esbirros de los espectros, creaciones que buscan alterar la paz en los sueños.
El joven murmuró una blasfemia entre dientes mientras observaba los restos de la pesadilla desapareciendo.
Si era sincero consigo mismo, le gusta mucho más cuando abundan las pesadillas. Por lo menos, eso lo entretenía y no tenía que pasar la noche vagando de un lugar para el otro buscando algo para hacer, aún así, extrañamente no le molestaba sentir que no dormía en absoluto.
Con la guadaña en mano salió de la habitación de la mujer, se sentó en la cornisa de la ventana y alzó la mirada para contemplar el cielo, para él ya es una costumbre hacerlo, jamás se aburre del paisaje y está agradecido de conocerlo. Durante el día, en su vida cotidiana, jamás imaginó que conocería algo igual, que tendría la oportunidad de admirar aquel maravilloso espectáculo, lo más cercano con lo que lo podría compararse en el plano terrenal sería la aurora boreal y aún así, no es suficiente para describir la maravilla del cielo en el mundo onírico.
Se trata de un millar de tonalidades de rosa, violeta y azul que danzan de aquí para allá, luces que adornan la inmensidad oscura de la noche, como fugaces espectros de color que atraviesan el firmamento. Algunos son extremadamente brillantes, tanto, que ni siquiera se nota la ausencia de la luna... Aunque, si hay basta cantidad de estrellas acompañando los colores.
Él suspiró, bajó la mirada a la calle y saltó de la ventana, cayendo con gracia propia de un portador. Como es usual, no hay nadie cerca... A excepción de un pequeño resplandor que se acerca velozmente desde la distancia.
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Editado: 09.02.2019