Prólogo.
El asesinato.
—¡Vamos, Emma! ¡Uno más!
Una de sus mejores amigas, Lea Forks, le estaba tendiendo un nuevo chupito que rebalsaba vodka. Emma negó con la cabeza, pero inmediatamente se encontró tomando el pequeño vaso entre sus diminutos dedos para llevárselo a sus labios y bebérselo de un trago.
Llevaban haciendo eso desde hacía horas. Había contado cinco chupitos, pero al día siguiente no recordaría exactamente cuánto vodka había llevado.
Del otro lado de la sala, su otra mejor amiga, Sophia Wild, tenía su peor cara. Había estado toda la noche pidiéndole a sus amigas que la llevaran a casa, pero ninguna había aceptado. Lo que no sabía es que no volvería jamás.
—Es suficiente vodka por hoy —la regañó mientras le quitaba el vaso vacío a Emma y la ayudaba a ponerse el abrigo—, que no quiero tener que arrastrarte hasta tu casa, vamos.
—¡Pero si es tan temprano! —Ella se inclinó hacia su amiga, acariciando su cabello—además, ese chico no te quita los ojos de encima.
Sophia se dio la vuelta, y comprobó que su amiga tenía razón. Cabello rubio, mandíbula cuadrada, espalda grande y un aire misterioso. Volvió a mirar a Emma, negando con la cabeza.
—No, de ninguna manera, sabes que no es mi tipo.
—¡Pero si es tan lindo!
Se rio por lo bajo, tomando a Emma por el brazo y buscando a Lea con la mirada. Se había alejado del grupo para ir al sofá con uno de sus compañeros de curso y —el chico que amaba en secreto—, Mike.
—¿Vienes con nosotras o piensas quedarte un poco más?
—Voy a esperar a Trenton, mamá nos pidió que volviéramos juntos.
—¿Y dónde está, de todas formas?
—Supongo que debe de estar arriba con Fancy.
Sophie puso los ojos en blanco. Era obvio que estaba con Fancy.
—Está bien, nos vemos luego.
El diez de diciembre del dos mil dieciocho a las cinco y cuarenta y dos, encontraron el cadáver de Sophia Wild, a las afueras de ciudad. A diez kilómetros de distancia, su mejor amiga, Emma Battle, fue encontrada al borde del coma alcohólico.