Prólogo
Todos guardan silencio escuchando con suma atención las palabras del abogado. Emily no podría estar más nerviosa, su pie no deja de moverse y sus dientes aprisionan con potencia su labio inferior. Pero debe mantenerse tranquila, sino ellos se darán cuenta... y eso no le conviene a nadie.
—Entonces, señorita Davenport, usted asegura que él amenazó con agredirla físicamente si es que usted decía o daba a conocer de algún modo la información confidencial que se nos ha hecho llegar. Cabe recordar que en este momento usted se encuentra bajo juramento, lo que significa que habrá problemas si es que miente u oculta más información relevante para el caso.
Ella observa fijamente el vaso de agua que reluce sobre el estrado preguntándose si en serio vale la pena arriesgarse tanto para conseguir el servicio de alguien en quien no confía en absoluto. Pero pronto deja de discutir mentalmente. Ya está hecho el acuerdo, todo está saliendo bien y no es momento de arruinarlo con preguntas que ya tienen una respuesta fija.
—¿Señorita Davenport? —vuelve a hablar el abogado.
La voz la aleja de sus abstraídos pensamientos y decide mirar al juez. Él también está impaciente por escuchar su respuesta, se nota por la forma en que su cejo se ha fruncido y su mirada está cansada. Emily ve hacia su bigote y se halla a sí misma más preocupada de saber si acaso el juez es consciente de que su perfecto mostacho blanco tiene una mancha de mermelada de mora. También se cuestiona cómo es que él no lo nota, y desvía su atención a imaginar los posibles escenarios que debió pasar para que esa mermelada llegara hasta ahí. Quizás comió una dona antes de comenzar el juicio. Tal vez esa dona la compró en Danny's Donuts, a escondidas de su esposa que le prohíbe comidas demasiado azucaradas por la diabetes que puede adquirir si sigue comiendo tantos dulces. O quizás ya es diabético.
Se oye un carraspeo en todo el lugar. Emily se gira hacia Nick, que le devuelve la mirada impaciente esperando a que conteste la pregunta. Su expresión por primera vez revela lo tenso que está. Es extraño verlo así después de toda la arrogancia y orgullo que mostró con ella cuando se conocieron. En este momento él depende de ella..., pero, por supuesto, pronto ella dependerá totalmente de él.
—Sí, señor. Mark Kofman me amenazó físicamente prohibiéndome revelar cualquier tipo de información relacionada con el caso —dice con voz firme y clara. Ha logrado ocultar bien su nerviosismo y Nick lo agradece.
—Muchas gracias, señorita Davenport. —El abogado mira al juez y alza las cejas—. Es evidente que la señorita Davenport fue una víctima más de las atrocidades que cometió Kofman. ¿Es necesario seguir buscando evidencias?
Pronto Emily baja del estrado y vuelve a los incómodos asientos que se ofrecen en el salón. Todavía se cuestiona si debe decirle al juez que su bigote está manchado con mermelada, aunque en seguida decide no hacerlo pues, de ser la situación inversa, a ella no le gustaría que alguien dijese en voz alta una imperfección de su imagen.
Ahora una ola de angustia y miedo la inunda, sabe que ha hecho algo malo y pueden existir mayores represalias. ¿Y si Kofman planea algo? ¿Y si Nick no puede defenderla de todo? ¿Y si primero lo matan a él y luego van por ella porque así estará indefensa?
Todo el resto del juicio su mente es bombardeada por trágicas y horribles hipótesis que no hacen más que agobiarla. De tanto raspar sus uñas ya no le quedan rastros del esmalte que Savannah le regaló para una presentación formal que debía realizar en la universidad. El color era exquisito, pero los nervios hicieron que toda la elegancia de sus uñas se esfumara.
Ya no le importa. De hecho ahora solo le importa una cosa: hablar con Nick.
Al término del juicio Emily se apresura para salir a la calle, el oxígeno ahí adentro se estaba agotando tan rápido como su paciencia. Su respiración es apresurada y su pulso está alterado.
¿Por qué está tan nerviosa? Todo ha salido de acuerdo al plan. Kofman fue sentenciado, ella ayudó en eso siendo un testigo clave, Nick no tiene más opción que seguir con su parte del trato y, si todo sigue saliendo bien, pronto podrán encontrar a Chris.
Y entonces, ¿a qué le tiene tanto miedo?
Nick termina de hablar con su abogado, estrechan sus manos y se despiden con un gesto formal, antes de que él se aproxime a Emily para conversar con ella.
—Has estado bien —dice acercándose más—, no creí que lo lograrías pero lo hiciste.
—¿Y qué hay de mí ahora? —su desesperación se delata en su voz—. ¿Qué pasa si un día quiere vengarse?
Él suspira relajado.
—No lo hará, le han dado cincuenta años.
—Todavía puede salir vivo de prisión.
—Es probable que sigan encontrando evidencias que lo inculpen por más años.
—¿Y si no es así?
Se alza de hombros y responde:
Editado: 05.09.2018