28 de setiembre
Hasta que recaí
Frío, estaba temblando, buscando el calor corporal humano, mis manos se infringieron sin piedad en mi abdomen, el temblor de mi cuerpo provoco que golpeara mi rostro contra la pared, generando en esta un leve moretón color morado...
"—Mary, ¿Que sucedió en tu rostro? Tienes una mancha morada en la cara
—Estas mirando mal, debe ser el rubor que me puse—Me reí"
Le mentí a mi mejor amigo, a mi Nemo, ¿Qué haría él?, me miraría con lastima, o simplemente lo dejaria pasar, porque no comprende lo que se siente, y nunca lo hará.
Mi respiración perdió compás, hiperventilaba, ahora también sentia calor.
—¡Hija!—Mamá grito
Sentía su miedo, sentía el peso de su cuerpo contra mi cama, mantenía lo ojos cerrados, pero aún así pude sentir que lloraba.
Mamá perdoname, no quería que me vieras asi. Perdoname por no poder hacerte feliz, perdoname por ser débil.
—¡Hermana!—La voz angustiada de mi hermano se mezclo— Quítale las sábanas y pon la boca a bajo mamá
—Está muy fría —Sollozo mamá
En algún momento me sentí libre, como si mi consciencia se desligara de mi cuerpo, fue cruelmente agradable, porque aún sintiendo eso, yo sufría.
—Debemos llevarla al hospital ahora mismo—Suspiro asustado mi hermano
—No..., por favor no...—Murmuré.
—Hija...—Mamá me abrazaba en su llanto
—Papá...—Susurre
Vi como ambos me tomaban la presión, la saturación de mi corazón, me cambiaban el pijama por algo más cálido.
Respiraba aún con dificultad, pero ya no temblaba.
Miraba la situación como si yo fuera otra persona más, era gracioso, y me sentí una completa idiota, ni Rodolfo él reno, por más torpe que era, el no cometía tantas barbaridades.
Recuerdo la vez que mastique un chicle en clase, y por venganza la profesora me lo pego en el cabello, fue gracioso, luego me puse un poco de jabón de manos con agua y el chicle salio impecable.
O la vez en la que fui a la playa y confundí a el cangrejo con una estrella de mar, obviamente ésta me picoteo la mano y me dolio como si me metiera un putazo de por vida.
Y como olvidar la vez en la que le metí un laxante a la gaseosa de mi archi-enemiga y casi se le salen las ideas de lo poderosa que era, sin dudas, no le pedi perdón.
Sentí a mi cuerpo más relajado, aún era de madrugada, la oscuridad y soledad me sucumbió otra vez, cada, tanto venían a verme, básicamente venían a ver si estiraba la pata o no.
No dormía, eran las tres de la mañana, lo sabía, el gallo "Cláudio" de mi vecino siempre chillaba como pito a estas horas. Así que me empecé a preguntar de todo:
•¿Alguna vez quisiste suicidarte?
No, ni siquiera tengo él tiempo de planear uno, y mucho menos quisiera hacerlo.
Pero, confieso que muchas veces he sentido la sensación de querer irme, todos tendrían una mejor vida, nadie culparía a nadie por mi culpa, podrían cumplir sus sueños, tal vez así yo podría ser feliz, tal vez así nadie me heriría, no tendría que vivir con tanto miedo, con frustración, con obligación.
•¿Que sientes?
Me siento destrozada, que la vida es solo eso, un nombre estúpidamente etiquetado, una rutina, problemas, mierda tras basura, gente lastimera, siento que me ahogo en este lugar, en esta ciudad, que todos me obligan a sanar, pero que yo no quiero, pero aún así lo hago.
•¿Qué les dirías a ellos?
Les diria lo siguiente:
Vayanse al diablo y no jodan, pero...
A mí; Te miro, en el espejo cada día, y te pido perdón.
Trate de luchar, trate de que no te hirieran, pero no pude, lo siento tanto.
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Editado: 20.10.2023