¿Nunca se han sentido encerrados o atrapados? ¿Alguna vez han querido romper la rutina y empezar con algo nuevo? Pues yo sí.
Tenues haces de luz se filtraban en mí habitación mientras el cantar de los pájaros anunciaban que ya era hora de levantarse. Lo más normal es que dentro de media hora entrara a mí habitación una de las sirvientas para despertarme y empezar mí jornada de estudios. Sí, eso sería lo normal, pero hoy es un día lejos de ser "normal".
Mí nombre es Éliette Églantine Véronique Forêtblanche, y por si no lo sospecharon por el nombre innecesariamente largo, soy de la realeza. ¡Alto ahí! Seguro estás pensando que eso es algo bueno, ¡Y te equivocas enormemente!
Soy la primera princesa y heredera del trono del país de Fleur, ¿Tienen la más mínima remota idea de toda la presión que eso pone sobre mí? ¡Tengo 14 malditos años! ¡Quiero salir, tener amigas y quiero divertirme! Pero no, mis deberes incluyen estudiar etiqueta, lecciones de administración y mejorar mis relaciones con la nobleza local.
"Nobleza", básicamente un grupo de tontos que nacieron en cuna de oro y solo por eso se creen superiores a los demás. Y ya que estoy con este tema, ¡¿Cuántas veces más mí padre planea ofrecerle mí mano en matrimonio a un tipo que ni conozco?! Me ha traído nobles extranjeros, habilidosos caballeros de renombre, príncipes confiados en su apariencia, comerciantes muy ricos y hasta autoproclamada genios inventores. Sobra decir que rechace a cada uno de ellos con total y absoluta delicadeza (con eso me refiero a que por poco y desato una guerra un par de veces... ¡Ey! No es mí culpa que ellos se tomen tan mal el rechazo).
Bueno, debo admitir que hay una razón para tanto tonto queriendo arrimárseme; soy heredera al trono de una nación prospera, soy (según palabras de mí institutriz) "una prodigio" en cuanto a los estudios y además a cada rato me resaltan cosas como que soy adorable o que en unos años posiblemente seré incluso más hermosa que mí madre. ¡Ah! Sí, también está esa habilidad loca.
¿Curiosidad sobre esa loca habilidad? Pues parece que a veces tengo un leve sentimiento con algunas personas. Llamémoslo "intuición". ¿Para qué sirve? Mayormente para nada, pero a veces me sirve para saber en qué personas confiar y en cuales no. Parece ser una habilidad única de nacimiento, y desde que mí padre lo descubrió me pidió que le informara cada vez que sintiera que uno de los miembros de su corte era sospechoso... La última vez apunté a un conde y resultó que andaba realizando ciertas actividades ilícitas. Se lo llevaron preso y ese día mí padre me dio una galleta como premio, ese fue un buen día bastante productivo.
En fin, el caso es que hoy no dormí mucho por culpa de mí padre. Hoy es "el gran día" según él, ya que me consiguió al prometido perfecto, ese al que no podré rechazar y del que según él "me voy a enamorar profundamente"... ¡Lo peor de todo es que parece ser su mejor amigo! No saben lo que fue escuchar a mí padre hablando de ese patán durando toda la cena de ayer, y se aseguró de no decir su nombre para que fuera una sorpresa. Si es tan bueno, ¿Por qué no te casas tú con él, papá? Pedazo de viejo tr...
—No sé lo que está pensando, pero sé que es algo grosero.
Interrumpiendo mí amado monólogo interno, el ruido de la puerta abriéndose rompe el silencio y mí sirvienta personal entra cuidadosamente al cuarto. Espera... ¡¿Estuve media hora divagando?!
—No estaba pensando en nada grosero...
—Su cara la delata, señorita.
Ella es Sophie, y a pesar de su expresión de mujer amargada de 40 años, solo tiene 16.
—También sé que acabas de llamarme amargada.— Dijo mientras abría la cortina y preparaba todo para que me levante.
—¡Deja de leerme la mente!
—No lo hago.
Ella es un perfecto ejemplo de lo que estaba diciendo; Sophie es hija de una de las mucamas de mí padre, y desde que tengo memoria es la única amiga que he tenido, ¡Pero pasamos tiempo juntas justamente por orden de mí padre! Solo espero que ella no me odie por eso.
—Sophie, ¿Yo soy una molestia?— Pregunté algo tímida.
—Sí, lo eres.— Respondió ella sin inmutarse.
—¡Eso no era lo que se supone que tenías que decir!
—¿Debía mentir? Creo que eso hubiera sido peor.
Su semblante neutro pasó entonces a una ligera sonrisa, y estirando su mano derecha empezó a darme palmadas en la cabeza.
—Aún así, eres mí molestia favorita.— Se notaba un tono amigable, por lo que dudo que esté mintiendo.
—Para empezar, ese es el peor halago que he recibido, y segundo, ¡Deja de tratarme como a una niña! Solo eres dos años mayor que yo.
—Sí, y eso me hace una adulta responsable.
Tch... Esa cara de soberbia. ¡Odio cuando me mira así! Pero ahora mismo tengo mejores cosas de las que preocuparme.
—Sophie, ¿Sabes quién es el tipo al que mí padre me quiere regalar?
—¿Regalar? Dudo que esa sea la mejor forma de decirlo.
—Vamos, sé que sabes algo.— No por nada las mucamas tienen fama de chismosas.
—El rey me dio órdenes de no decirte absolutamente sobre el tema.— Expuso mientras me acercaba mí ropa.
—Por favor, sabes que es importante para mí...
En momentos cómo esté agradezco haber practicado tanto mí mirada suplicante. Y tal cual lo planeé, dando un suspiro acompañado de otra divertida sonrisa ella pareció haberse resignado.
—No te voy a decir su nombre, pero sí diré que si es quién me dijeron entonces es una oportunidad única en la vida. Ciertamente una unión entre ustedes beneficiaría mucho al reino.
Se produjo un silencio incómodo porque ella se veía tan segura como mí padre de que ésta sería la vencida.
—¿Por qué están tan obsesionados con conseguirme marido?
—Yo no lo pienso del todo. Te veo perfectamente capaz de vivir sin un marido por el momento.
—¿Entonces?
—Es que... Te ves tan feliz mientras lees tus novelas de romance que de verdad quiero que encuentres ese amor que tanto ansías.
—¡Yo no me veo rara mientras leo!
—Sí lo haces.
—... ¿Lo hago?
Nota mental; asegurarme de no hacer caras raras mientras leo. Y también asegurarme de que no me espían mientras hago caras raras.
—Bueno, tal vez me enamoraría si dejarán de presentarme a puro desastre de personas.
—Ow, no seas así, no todos han sido taaaaan malos.— Sophie se quedó pensando por unos segundos hasta que finalmente pareció recordar a uno decente.— ¿Qué me dices del hijo de aquel duque de Suria? Era bastante tierno.
—¡No me jodas, apenas tenía 3 meses de vida!
—Tch... Quejosa, por eso sigues soltera.
—Tú no entiendes, ¡Yo no quiero un prometido! Yo quiero salir al mundo, viajar, ¡Quiero una aventura y encontrar el amor por mí misma!
—No.
Simple y llanamente; No. Esa es la misma respuesta a la que estoy acostumbrada.
—¿No estás un poco grande para estos berrinches? Eres una princesa, y para bien o para mal eres la primera en la línea de sucesión. El futuro del...
—Reino descansa sobre mis hombros, hay una gran expectativa en mí y bla bla bla.— Ya me conozco ese discurso de memoria, ¿Es necesario que ella lo diga? Ya tengo suficiente con que mí padre lo repita a cada rato.
—Si ya lo sabes entonces apúrate y ponte el vestido.
—¡Espera! ¿Cómo que vestido? ¡Hoy tengo práctica con arco y flecha!
Hace tiempo discutí con mí padre sobre permitirme aprender a combatir. No es necesario decir lo mucho que él se opuso, y bueno, eso nos llevó a discutir una y otra y otra y otra vez, hasta que finalmente con ayuda de mí madre conseguí lo que quería.
Bueno... No exactamente lo que quería, ya que yo quería practicar con una espada o una lanza como esos fantásticos personajes de mis libros, pero noooo, mí padre dijo que eso era muy peligroso y que, a lo mucho, me permitiría practicar algo elegante y mucho más seguro. Así llegamos a un acuerdo; ¡Puedo practicar tiro con arco 5 veces cada 10 días! Justamente hoy es uno de los días en que me toca practicar.
—Hoy no, no quieren arriesgarse a que te pase absolutamente nada el día de hoy.
—¡¿Es en serio?! ¡Es solo una miserable práctica de tiro!
—Si es solo una "miserable práctica de tiro" entonces no hagas tanto escándalo. Tú padre te quiere inmaculada para tú encuentro de hoy.
Ahora resulta que por culpa del tipo no puedo hacer la única actividad física que se me permite en esta jaula de piedra llamada castillo. Genial, todavía no lo conozco y ya me cae mal...
Solo pude pasar unos minutos más charlando con Sophie hasta que lo inevitable pasó y un nuevo problema se presentó.
—¡Ay! ¡Te ves tan linda!— Exclamó Sophie en cuanto terminé de cambiarme.
—¿Linda? Me siento empaquetada para regalo.
Mí guardarropas de hoy consiste en; un colorido vestido con exagerados volantes, un adorno para el pelo con forma de flor que siento que me va a dejar calva si no lo aflojo en los próximos segundos y unos muy lindos zapatos que me van a romper los huesos de los pies si camino a más de medio kilómetro por hora.
—¿Es obligatorio tenerme así?
—Sí, mucho.
Está bien, la ropa que normalmente me obligan a ponerme no es exactamente la más cómoda, ¡Pero esto es pasarse de la raya!
Gasté media hora en una acalorada charla explicando cómo usar zapatos que no me rompan los dedos de los pies beneficiaría a que mí cara no se vea como la de alguien a punto de ponerse a gritar. Por suerte no fue un caso perdido, ya que ahora al menos tengo zapatos de una comodidad... Dejémoslo en moderada. ¡También me saqué el adorno para el pelo ese que parecía ajustado con alta hechicería! ¿A quién se le ocurrió hacer que eso fuera casi un arma mortal? De todas formas no importa, mí pelo se ve bien sin nada también.
—Buenos días, princesa.— Me saludó con una reverencia uno de los guardias patrullando los pasillos.
—Buenos días a ti también. ¿Sabes dónde se encuentra mí padre?
—Está en una junta de emergencia ahora mismo.
¿Junta de emergencia? Espero que no sea nada grave, aunque puedo imaginarme la razón.
La nuestra es una nación muy próspera, la el famoso reino de Fleur. Somos conocidos por ser una nación a tener en cuenta en cuanto al desarrollo bélico y abundancia de recursos, cosa que también nos ha traído problemas con países vecinos. Llevamos años en constantes roses con Anglia, y hasta yo he escuchado los rumores de que varios grupos bandidos han estado trabajando con ellos para molestarnos.
¿En serio es necesario tanto conflicto? Hace un par de años hubo oportunidad de terminar con las hostilidades, ¿Pero saben qué pedía a cambio Anglia? ¡El 20% de nuestras tierras! Más específicamente las que están al noreste, ya que según ellos antiguamente ese era territorio de su reino. Ah, pero sorpresa, justo en esa parte del territorio hay unas muy valiosas minas... Qué gran casualidad, ¿No? Mis nalgas, esos Anglos solo quieren aprovecharse.
Hace unos días escuché de parte de uno de mis guardias que hubo una pequeña escaramuza en la zona fronteriza, debido a una pequeña escuadra de soldados Anglos que merodeaban en la zona. Esto no había pasado en años, y mí padre ha estado analizando la posibilidad de que entremos en guerra en algún futuro cercano.
—Ah, la política es dura.— Hablé entre suspiros con la esperanza de apartar esos pensamientos molestos de mí cabeza. Debo establecer prioridades, y la actual es; ¡Quiero desayunar!— ¿Ya está lista mí comida?
—Debe estarlo, más aún teniendo en cuenta nuestro retraso.— Contestó Sophie, que está siguiéndome a poco más de un metro de distancia.
No todo es negativo en esto de ser de la realeza. Al menos la comida sí es buena, ¡Adoro desayunar con miel! Tanto en pan como para endulzar, ¡Bendito sea el dios generoso que creó la miel!
Ahora que lo pienso, y dejando de lado esta maravilla dulce, ¿Qué se supone que debo hacer el resto del día? ¿Sentarme a mirar la pared?
—Bueno, tú querido futuro esposo llegará en cualquier momento, pero dudo que al rey le importe que des algunas vueltas por el castillo mientras tanto.
Sophie se dedicó a responder mí duda mientras me servía un poco más de leche. ¿Cómo supo en lo que estaba pensando? Buena pregunta...
—¡Deja de leerme la mente!
—No te leo la mente.
Siempre es igual... ¡A mí no me va a engañar! Ella me lee la mente, pero no quiere admitirlo y algún día sabré cómo lo hace.
—¿Y yo para que quiero caminar por el castillo?
—Tú otra opción es esperar a que el señor alma gemela llegue y te lleve en su corcel hacía el alba.— Definitivamente se está burlando de mí...
—Con algo de suerte este será el último al que voy a rechazar antes de que mí padre se rinda y me deje estar soltera.
—¿Y si por una vez en tú vida intentas conocerlo un poco antes de desecharlo?
—¿Para qué? Hasta ahora no he visto una sola persona con alto estatus social que no sea una completa molestia.
Tal vez sea por leer tantas novelas, pero quiero encontrar un amor verdadero. No quiero ni ver a esos nobles y comerciantes que solo buscan casarse o conseguir favores de la heredera al trono.
Aunque he de admitir que algunos lo ocultan bastante bien, pero dudo que alguien que intente casarse conmigo por medio de un matrimonio arreglado tenga exactamente "buenas intenciones".
—Ya terminé mí desayuno, me voy~.— Sophie parecía dispuesta a seguirme, pero la detuve en el acto.— Nonono, hoy quiero un poco de privacidad.
—¿Privacidad?
—Sí, quiero tiempo a solas... Y de todas formas estaré rondando por el castillo, ¿No me harías el favor?
Dudó un poco, pero tal y como lo planeaba Sophie asintió en silencio. ¡Mí cara suplicante es todo poderosa!
Salí de allí con prisas, obviamente no le voy a dar tiempo a Sophie de arrepentirse. Pero ahora se me presenta un problema mayor; ¡¿Qué voy a hacer para divertirme?!
Seguí caminando por un rato mientras intentaba idear un plan para rechazar con estilo al próximo que venga a pedir mí mano (hasta ahora las opciones son hacerlo directamente con una breve charla o darle una patada en los testículos. Hasta ahora la segunda opción me parece más entretenida.), pero me detuve al pasar cerca de una ventana y escuchar ruidos de golpes provenientes del exterior.
—¡Sí! Al menos estoy a tiempo de ver el entrenamiento.
Festejé para mis adentros mientras me asomaba a ver al cuerpo armado más famoso de la nación; ¡Los invencibles mosqueteros reales de Fleur!
Son la élite de nuestro reino, entrenados en magia de grado militar desarrollada por nuestro ministerio de desarrollo arcano y con cuerpos forjados en un exigente entrenamiento físico. Trabajan como guardias personales de la familia real y también suelen participar en batallas grandes para asegurar un buen desempeño. ¡Puedo decir con orgullo que mí profesor de arquería es uno de ellos!
Un fuerte estruendo me sacó de mis pensamientos, ¡La batalla estaba apenas iniciando! Ambos chocaban cada pocos segundos sus espadas mientras otros 8 mosqueteros observaban el encuentro. Me gusta bastante el diseño de las espadas que usan los mosqueteros reales, las cuales también sirven como prueba de su alto estatus dentro de la nación; Se tratan de espadas roperas hechas de algún metal que no conozco (aunque Sophie me dijo que una parte de ellas estaba hecha de mithril), con unos pocos algunos ornamentos para no restarle comodidad y, lo más importante, en la base de la empuñadura está grabado el escudo de la familia real.
Me han dicho que esas espadas son capaces de incluso romper espadas normales al primer choque, pero nunca lo he comprobado en persona. Tampoco es que pueda comprobar ahora la calidad de las armas, ya que al ser solo un entrenamiento ellos están manteniendo la funda puesta en la espada. Eso sí, debo admitir que aunque estén luchando con las fundas puestas eso no les quita ni un poco de impacto...
Ambos eran bastante jóvenes, no aparentaban más de 30 años. Uno de ellos tiene un largo rubio y es más alto que su oponente, mientras que el otro es posee un corto cabello castaño que hace juego con su barba y una complexión un poco más robusta.
Me incómoda no saber sus nombres, así que provisionalmente los llamaré "el rubio" y "el barbas". ¡Agradézcanme! Les acaba de asignar nombres la princesa y su prodigiosa creatividad, ¿Qué acaso no soy muy generosa?
—Ah, ahí viene lo que quería ver.
Pasaron unos minutos intentando derrotarse mutuamente solo con sus espadas, pero al notar que eso era inútil se alejaron ambos con un salto y, finalmente para mí deleite, ¡Empezaron a combatir con magia!
El rubio fue más rápido, haciendo surgir del suelo estacas de madera que salieron disparadas hacia su oponente. ¡Muy rápidas! Sin dudas no tiene nada que envidiarle a las ballestas. Pero es obvio que el barbas no se iba a quedar sin hacer nada, y cual antorcha bañada en aceite su espada se cubrió de un violento fuego.
—¡Incinerar!— Exclamó con potencia mientras balanceaba violentamente su arma.
Las llamas se desprendieron y en conjunto con su vigoroso golpe pudo destruir la mayoría de las estacas. Las pocas que se escaparon de su técnica estaban ahora clavadas en la pared detrás de él, ¡¿Es en serio?! Oigan, podrían ir un poco más despacio, a este paso van a matar a alguien... Pero bueno, son mosqueteros reales. Supongo que sí eso pudiera lastimarlos no tendrían trabajo.
—¡Incinerar!— Otro grito me sacó de mis recurrentes divagaciones, y esta vez es el barbas quién toma la iniciativa.
Otra oleada de llamas se desprendió de su espada, esta vez dirigidas al caballero rubio. El suelo retumbó y acto seguido él estaba en el aire, ¡Eso sí que fue un buen salto! Y también una buena forma de esquivar.
Aún en el aire, el rubio estiró la palma de su mano en dirección de su víctima y la cerró formando un puño. Del suelo salieron decenas de enredaderas que envolvieron al barbudo para retenerlo aunque sea por poco tiempo, y su cara de sorpresa me dice que el plan fue todo un éxito. Apenas dos segundos habrán sido los que tardó en volver a tocar el suelo y saltar hacía su atrapado oponente.
Por mí mente pasó el pensamiento "Él ya ganó", pero no fue más que una burda opinión apresurada; a centímetros de que el arma de su oponente llegara a él, nuestro amigo el barbas se envolvió a si mismo en una poderosa explosión llameante. Ahora, vistiendo el fuego cual armadura y reduciendo a nada las enredaderas se dispuso a continuar el combate. El rubio no se dejó impresionar por mucho tiempo y se puso en guardia, cuándo de repente el más viejo de ellos gritó;
—¡Suficiente!
El entrenamiento había acabado, y más importante, ambos parecían satisfechos de conocer la fuerza de la persona que le cuida las espaldas. El único que no parecía feliz era el instructor, ya que el barbas quemó partes de su propio uniforme y el rubio hizo algunos agujeros en la pared del castillo.
¡Ey! No puedo quejarme, esto me sirvió para matar un poco el tiempo. Cuándo los mosqueteros se dieron cuenta de que los estaba observando desde la ventana hicieron una reverencia. Ahora que lo noto, pobrecito el barbas, ¿Quién le habrá dicho que le quedaba bien ese collar? Un tipo musculoso y barbudo no debería llevar un colgante rosado en forma de corazón, eso sí que mata el ambiente.
—... ¿Debería avisarles que el barbas quemó un árbol con su última llamarada pérdida? Na, ellos son profesionales, saben lo que hacen.— Sin mucho más que hacer, me alejé de la ventana.
—¿Disfrutando la vista, alteza?
Me volteé al escuchar la pregunta, y me encontré con una cara conocida; Didier Fouché, es uno de los mosqueteros asignados a escoltar a mí padre.
—Sí, solo estaba observando la práctica matutina.
Lo conozco desde que era pequeña. Es un hombre dedicado a su trabajo, y aunque a la mayoría les da miedo la verdad es que solo es un poco tímido. Al menos yo no puedo quejarme de él después de que me perdonó por dejarle caer esa piedrita en la cabeza...
—El rey dijo que desea verla.
—¿Por qué? ¿Ya llegó el prometido sorpresa?
—No, aunque llegará en cualquier momento. Su padre no me informó para que requiere tú presencia.
Genial, ahora también perdí el poco tiempo libre que me quedaba...
—Bien, vamos.
La monarquía de Fleur es muy antigua, y de hecho la familia Forêtblanche fue la fundadora de la nación. Bueno, el caso es que este castillo es de los más antiguo del continente y es un testimonio de la fuerza de la familia real. ¿Por qué menciono este dato? Pues... ¡Porque es demasiado grande! ¡¿A quién se le ocurrió hacerlo tan jodidamente extenso?! Y las escaleras, oh horribles escaleras...
—¿Algún problema, alteza?
—No, solo estoy insultando mentalmente a la persona que diseño este castillo.
—¿Hay algo que no le guste?
—Sí, su tamaño...
—Es algo necesario para la comodidad y protección de la familia real. Siendo también la base para los mosqueteros, puedo decir sin lugar a dudas que este castillo es casi impenetrable.
Y ahí va de nuevo, ¿Por qué tiene que ser tan denso? Preferiría que fuera más casual conmigo... Ahora que recuerdo, creo que Didier era de cuna noble. Eso podría explicar por qué es tan formal.
Apenas llevamos unos pocos minutos de caminata, cosa que podría reducirse de no ser porque él está caminando a paso de tortuga. Okey, intentemos sacarle provecho al momento al menos.
—Didier, ¿Sabes algo sobre este nuevo candidato a prometido?
—Su majestad me prohibió hablarle sobre el tema.
Te maldigo mí estimado padre.
—¿No puedes darme una pista? Sophie me dijo que es alguien increíble... ¿Es otro noble de Suria?
—No.
—¿Es acaso algún mercenario de renombre?
—No.
—¿Es un conquistador de torres?
—No.
—¿Y qué tal un poderoso hechicero?
—No.
Esto no va a ninguna parte. Al menos me divertiría si Didier pusiera un poco más de emoción en su respuesta, pero es casi lo mismo que hablar con una pared.
Iba a seguir intentando sacarle información, pero el castillo sufrió un leve temblor y también escuché un golpe seco a lo lejos.
—¡¿Qué fue eso?!
—¡Su alteza! No es seguro, sígame.
Didier reaccionó rápidamente y tomó mí mano para acelerar el paso. Posiblemente sea por el pánico, me cuesta pensar y mí mente está casi en blanco.
Corrimos mientras veíamos pasar mosqueteros y demás hacía el lugar de dónde vino ese ruido, mientras otras personas corrían descontroladas.
—¡Didier! Deberías ir a ayudar, yo estaré bien sola.
—No, es mí deber protegerla. No podría ver a su padre a la cara si algo llegara a pasarle.
Empezamos a subir escaleras, y por la dirección ya tengo una vaga idea de a dónde nos dirigimos; la biblioteca real.
A decir verdad es un lugar por el cual estar orgulloso; la biblioteca dentro del castillo es incluso muy concurrida por los mejores magos del país.
—Vamos su alteza, aquí estaremos seguros.
Entiendo lo que quiere decir Didier, ya que la biblioteca es uno de los lugares del castillo que tienen su propia barrera separada de la del resto del edificio.
¡¿Qué mierd@ está pasando?! Es imposible que el ejército de Anglia llegase hasta la capital, y no me imagino a una bestia de los bosques del sur llegando tan lejos. Me acerqué a Didier en busca de un poco de contención, pero me detuve repentinamente.
Didier se giró curioso en mí dirección, y el sentimiento en mí pecho se acrecentó. Algo estaba mal. Estos tipos de corazonada jamás se han equivocado, es el mismo tipo de sentimiento que tenía cada vez que alguno de los candidatos a prometido se me acercaba con muy malas intenciones ocultas, también cuando acusé a ese conde corrupto o ese día hace 8 años...
—¿Pasa algo su alteza?
Al notar mi inquietud él trató de acercarse, pero cada vez que daba un paso adelante yo daba uno hacía atrás.
Fue entonces cuando por primera vez vi un cambio brusco en su semblante. Ahora su mirada era un poco más sombría.
—Parece que me descubrió. Hubiera deseado evitar esta situación, pero no importa, ahora es imposible frustrar las cosas ahora.
Quería correr, pero mis piernas estaban congeladas en el lugar. "Si no hago algo voy a estar en muchos problemas", fue lo único que cruzó por mí mente cuando empecé a gritar por ayuda con todas mis fuerzas. Solo me detuve al escuchar una risa burlona;
—¿Ya olvidó cuál es mí especialidad?
Sentí como se formaba un nudo en mí garganta. En la mano derecha de Didier la punta de 3 de sus dedos brillaban de una tonalidad azulada, y entonces recordé cuál era su especialidad en cuanto a magia; manipulación del sonido.
Confusa en mí miedo no reaccioné a tiempo hasta que un fuerte dolor llegó a invadir el lado izquierdo de mí cuerpo y seguidamente el mundo empezó a darme vueltas. Este "vuelo improvisado" terminó con un impacto en mí espalda y muchos libros cayendo sobre mí. En resumen; me pateó y salí disparada hasta uno de los libreros.
—Se nota que heredaste la sangre de su majestad. Planeaba romperte algunas costillas con eso, pero tus huesos son jodidamente duros.— Se quejó Didier luego de chasquear la lengua en señal de desaprobación.
Intenté decir algo, pedir una explicación de por qué está haciendo todo esto, pero en cuánto abrí la boca su expresión volvió a oscurecerse.
—¡Silencio, sangre sucia! Si no fuera por los de tú clase... ¡Si no fuera por los de tú clase este país sería perfecto!
Ah, entiendo. Otra vez es por eso.
Mí mirada empieza a ponerse borrosa no solo por mis lágrimas, sino que también me siento a punto de caer dormida. Débilmente empiezo a moverme, aunque sea arrastrándome quiero que esto termine.
—Es inútil, tú vendrás conmigo quieras o no.
Una risa un poco obsesiva salió del normalmente reservado Didier mientras buscaba algo entre sus ropas, por la zona del cuello.
—No tienes idea de lo difícil que fue actuar durante tanto tiempo. Y más aún, lo tremendamente difícil que fue encontrar una contramedida para esa molesta habilidad tuya.
Lo que sacó fue un collar con una piedra negra y líneas de color morado verdoso. Se lo arrancó del cuello, lo lanzó al suelo y de un pisotón lo quebró.
Mientras se rompía, el collar emitió un ruido similar al de un cristal fisurándose. Ahora sí algo me estaba gritando por dentro, ahora sí podía sentir las intenciones de Didier y, definitivamente, ahora sí podía sentir todo el desprecio que me estaba dirigiendo.
Así, con una risa, él se alejó de mí caminando y escuché que empezó a mover algo. Supe que este era el mejor momento para intentar escapar.
Mientras me arrastraba para alejarme lo más posible un pensamiento indeseado pasó por mí cabeza, algo que de verdad no pienso. Si lo pensara no podría ver a mí madre a la cara de nuevo. Posiblemente la razón por la que todo esto está sucediendo, la razón por la cuál una parte de la población está en mi contra y también la razón por la cuál mí padre me prohíbe salir del castillo sin una fuerte escolta. Yo...
—Ya abrí el pasaje, vamos "su alteza". Gracias a usted podremos ponerle fin a la problemática de los elfos.
Sí, ya es fácil suponerlo. Mí padre es humano, mientras que mí madre es una elfa. Soy una mestiza, una "sangre sucia", una semi-elfa.
Didier se acercó a mí y movió su mano hacía mi cabeza, más específicamente, creo que busca arrastrarme tomándome del cabello. No quiero, quiero salir de aquí, quiero despertar y que nada de esto esté pasando.
Un alarido de dolor salió de la boca de Didier luego de que en un desesperado intento por liberarme me moví bruscamente y mordí su mano con todas mis fuerzas.
—¡Asquerosa bestia!
Esta vez la patada vino por mí lado derecho, y podría jurar que contenía más fuerza que la anterior. Sentí un dolor punzante en mis costillas, el sabor de mí propia sangre me llenó la boca y esta vez los libreros no fueron suficiente para detener en seco mí vuelo.
Una tras otras las estanterías empezaron a caer creando un efecto en cadena al caer y destrozar los alrededores.
—¡Mierd@! ¡Mira lo que me hiciste!
Puedo ver la mano mutilada de Didier, pero penas escucho su voz. Todo se puso borroso y me duele mucho la cabeza. Todo se desvanece. No quiero morir, no quiero que me lleven lejos de esta forma.
Todo se escureció y lo último que pude fue el ruido de una puerta abriéndose violentamente.
#34569 en Novela romántica
#16182 en Fantasía
romance tierno, aventura en un mundo fantastico, comedia situacional
Editado: 23.06.2020