Si pronuncias mi nombre una vez voy a volver. Pero no te daré el lujo de mi presencia física en el umbral de tu puerta. Voy a aparecer convertido en ardor, ese que a diario te escuece los labios, labios invadidos por el eco ahogado de aquella respuesta que no me diste.
Si pronuncias mi nombre dos veces voy a regresar. Esta vez materializado en tu insomnio, espiral tortuoso de dudas nocturnas, que te atormentan sin pausa por lo que podría haber sido y nunca será.
Si me nombras por tercera vez allí voy a estar. Achechando tus sábados sombríos, hecho lluvia y melancolía. Doliéndote en tu anhelo de mi peso cálido envolviendo tu cuerpo, y que ahora tendrás que encontrar en otra parte.
Ambos sabemos que soy una dualidad de tu mente, que gira entre mi propio resquemor y tu arrepentimiento. Y que seguiré apareciendo sin invitación al caer la tarde...
Me recordarás en tus risas y llantos, en las primeras porque jamás seré parte, en los segundos porque soy su motivo.
Vas a seguir pensando en mí incluso a pesar del remedio del tiempo.
Incluso sin necesidad de un maleficio.
Incluso aunque ni siquiera me nombres.