Al llegar al último escalón de mi piso, puedo ver desde aquí la montaña de sobres que están tirados en el piso frente a la puerta de mi pequeño apartamento, arrastrando los pies me dirijo a recogerlos, todos son de deudas. Estoy cansada de esto, no puedo seguir así, no trabajo más horas al día por que sólo hay 24.
Abro la puerta y enciendo la luz, todo está igual como de costumbre, el pequeño sofá rojo está frente al televisor de caja, en el que sólo puedo ver tv abierta, para ser exacta, sólo cinco canales. A uno cuantos pasos está la cocina, con sólo la estufa, el mueble de lavado, un estantero para los trastes y el pequeño refrigerador que es más pequeño que yo. Abro la puerta del refrigerador y sólo hay una triste manzana y un tarro de mermelada de naranja. Encima del refrigerador, hay una barra de pan integral, bueno, creo que es lo que cenaré hoy, un sándwich de mermelada de naranja, con una manzana y un vaso con agua.
Termino de cenar y me voy a mi habitación, un pequeño cuarto con paredes de un rosa pálido, en el centro está mi pequeña cama individual con una colcha púrpura, con mariposas lilas. Y a un lado está la puerta con mi baño. Es tarde, necesito un baño para relajarme y dormir mejor.
Me desvisto para entrar a la pequeña cascada artificial pero no hay agua caliente, respiro profundo para entrar de golpe al agua helada.
-¡MIERDA!- grito cuando el agua helada toca mi espalda.
Me baño los más rápido posible, al salir, me enredo en la toalla y voy a mi habitación, me pongo mi pijama para irme a dormir.
...
Despierto de golpe al escuchar el sonido de un carro, miro el reloj y voy tarde al trabajo. Me levanto y corro para ponerme mi uniforme. Con el cabello hecho un desastre salgo de mi apartamento, bajo las escaleras de dos en dos para ir la rápido, al llegar a mi piso está el portero. Casi corro para que no me diga nada, pero es imposible.
-¡Almendra! ¡ALMENDRA!- grita casi hasta ensordecerme -¡tenemos que hablar!-
-lo siento señor Lewis, voy tarde- corro hasta la esquina ya que el autobús está por dejarme.
Apenas si alcanzo a subirme, busco dinero en mi bolso y apenas acompleto para el pasaje, me siento en un lugar vacío
Cierto los ojos mientras el autobús avanza por la ciudad.
Vivo en los suburbios, en lo más recóndito, pero no puedo alquilar algo mejor, ya que mi sueldo no me lo permite, pero ni modo tengo que sobrevivir y vivir la vida que Dios me dio. Después de casi cuarenta minutos de viaje, llego en el hospital en el que trabajo. Recojo mi cabello en un moño bajo para ponerme la cofia con pasadores.
-llegas tarde Almendra- dice Susana con pena.
-lo siento, estaba muy cansada y me quedé dormida- confieso.
-no puedes seguir así, éstas dos semana has estado doblando turno-
-sabes que necesito el dinero Susy- me invaden las ganas de llorar -las deudas me están comiendo, sino pago la renta en un par de días me echan a la calle-
-lo se Almendra- acaricia mi brazo para consolarme -pero estas trabajando mucho, no puedes seguir así-
-sólo será ésta semana- aseguro.
-¿lo prometes?-
-lo prometo-
-bien- sonríe -ya pasé tu carnet-
-Gracias- digo aliviada.
-nos vemos mañana- asiento.
-Gracias por el favor-
-no es nada cariño- besa mi mejilla.
-adiós- asiente y la miro marcharse.
Susana es lo más cercano que tengo a una amiga, siempre me ayuda en lo que puede, se preocupa mucho por mi y me da muy buenos consejos.
Voy a la sala de los enfermeros, necesito mis instrumentos para empezar a trabajar. Tomo el estetoscopio, y termómetro. Miro lista de los pacientes que tengo que revisar.
Para ir al área de pisos tengo que pasar por recepción, en el área que está María, una sexy rubia a la que no soporto.
-buenos días semilla- sonríe lo nada que puede.
-¿es enserio?- me detengo para verla -tengo casi medio año trabajando aquí, ¿y tu cerebro no da para mas?-
-no necesito más para molestarte- empieza a limar sus uñas.
-ya no me molestas María- digo sincera -tu falta de creatividad para incomodarme ya no me irrita ni me divierte- sonrío al ver que su cara se frunce como limón agrio.
-lo se- se levanta y se cruza de brazos -así como tampoco te divierte el que casi estas en la calle con tantas deudas- sonríe burlona y siento que la sangre me hierve del coraje -se que estas en la quiebra Almendra y confieso que eso me hace muy feliz- remarca las últimas dos palabras.
No se que contestarle, quiero agarrarla a golpes en este instante, pero si hago eso estaré de patitas en la calle, no quiero ser despedida, amo mi trabajo y está perra no hará que me despidan.
-¿algo más que quieras agregar?- no me queda de otra.
-¿te comió la lengua el ratón?- su sonrisa se hace mas ancha.
Me quedo callada, ¿que le puedo decir? Estoy a un par de días en la calle, en mi alacena y refrigerador están vacíos, la pila de deudas en inmensa y no tengo dinero.