Eiren:
Desde que llegamos de la universidad Leia se ha rehusado a salir de su habitación, por lo que en todo este tiempo me ha aturdido con lo que tiene en mente. Sus planes son descabellados, dementes... y yo como buena amiga que soy o una total masoquista, he asentido a lo que ella propone.
Definitivamente lo que se viene al ir a mi hogar va a ser de todo menos monótono. Es tanta la adrenalina que el temor quien iba de la mano con ella se ha ido disipando, ahora solo queda la curiosidad, la indagación del por qué la actitud de la señora Faith y su esposo Kylen ante esa cena que anteriormente había esperado con ansias.
La ansiedad causa que mis manos se vuelvan sudorosas, las paso por mi vestido mientras veo como Powell toma su mochila y guarda su pijama junto a sus productos personales. Al terminar, da media vuelta y plasma una sonrisa en sus labios, anhela que llegue el anochecer tanto como yo.
—esto es una locura, ¿cierto? —Cuestiona, acomodando las correas del bolso sobre sus hombros. Realizo un mohín y asiento.
—si...
—ahora que lo pienso, ya tienes muchas cosas en mente Janit. Creo que lo mejor es dejarlo para otro día. ¿Qué te parece?
—ya me emocionaste y es de mala educación arruinar este momento. Lo que te conté déjalo estar, es lo mejor, es lo que me ha estado funcionando desde que pasé por todo esto. —Suspiro, levantándome de su cómoda —vamos a descubrir que tienen entre manos esa familia.
—tengo algo de pavor, la pasamos horrible en esa cena ¿y si nos descubren? ¿Si nos hacen daño? —interroga con desazón.
—Por eso es que tenemos que procurar pasar desapercibidas —mascullo, achicando mis ojos —no como la otra vez que soltaste ese grito y nos delataste —suelto con resentimiento. Da un paso hacia atrás, estupefacta.
—no es hora para que me lo saques en cara, ¡fueron los nervios Eiren! ¿Qué pretendías? —Se excusa.
—simplemente te estoy advirtiendo, no cometas de nuevo esa estupidez. —En respuesta se limita a bufar y abrir la puerta de su alcoba. Toma una inhalación y emprende rumbo.
Persigo su recorrido e internamente agradezco que su primo no se halle a la vista. Nos despedimos de sus tíos quienes fueron de mi total agrado y de la señora Carol, esta última le dejó una específica advertencia a su hija "no inventes, Leia Powell". Lo sarcástico de aquello, es que, eso que instruyó es lo primero que haremos. Nos montamos en el auto de su madre y tras casi media hora de camino, se orilla en la acera de mi hogar.
— ¿está Abraham? —pregunta, sin despegar la mirada de la calle y las manos del volante.
—Espero que no, lo que menos deseo es verlo —sentencio.
—Concuerdo —afirma.
Retiro el cinturón de seguridad que cubre mi cuerpo y subo el seguro para salir. A penas me aproximo al porche y abro la puerta, Eris, mi hermosa perra, suelta un ladrido y alza sus dos patas para apoyarlas sobre mi abdomen. Sonrío abiertamente y le acaricio su sedosa melena. Reposa su cabeza en el mismo sitio y lame la tela que logra cubrirme.
—ya quisiera yo que alguien me recibiera con ese mismo amor al llegar a casa —se mofa, pasando por mi lado tras darle una palmada en el lomo de mi Golden.
—busca una...
—Luego recuerdo que de broma puedo con mi vida y se me pasa —concluye. Me carcajeo y bajo las patas de Eris, esta sale corriendo por la cocina para pasar el marco que la dirige al patio trasero.
—al fin llegaste. —Subo la cabeza y veo como mi hermana baja las escaleras como si estuviera en una pasarela; con una mano en el barandal y otra en su cintura. Ahogo una risotada y disfruto ver el show que monta —pensé que te habías mudado con tu amiguita —dice, refiriéndose a Leia quien alza las cejas con impresión.
—no me mudé con mi amiguita, Elea ¿En dónde está mamá? —pregunto cuando llega a mi costado y me abraza. Se aleja de mí y salta para que Powell la cargue.
—ya pesas más de lo que piensas, pequeña —anuncia mi amiga. La "princesa" de la casa se ríe y se baja de sus brazos.
-mentira. Yo soy ratiquita... raqui...
— ¿raquítica? —Cuestiono con una sonrisa jocosa. Esa palabra la aprendió hace días y me sorprende que no se le haya olvidado la definición, no es tan tonta como había deducido.
— ¡eso! —exclama con euforia. Se pasa las manos por su cabello y espeta —: ¡que calor, dios!
—Eiren, tu hermana parece una viejita prematura.
—lo sé. Elea ¿y mamá?
Se voltea hacia mí y frunce sus labios.
—se está bañando —informa.
—estaré con Leia en mi habitación, cuando salga le dices que llegué. ¿Podrías hacerlo?
—ehm... No —contesta e inmediatamente sale corriendo para no oír mi reprimenda. Poso una mano sobre mi pecho con ofendida indignación.
—tu hermana es cool, obséquiamela.
Dejo caer mi brazo y camino hacia la cocina para ver que hay. Reviso los cajones y tomo una caja de cereales achocolatados. Ya con una merienda en manos, subo los escalones para ir a la segunda planta y adentrarme a la alcoba. Leia prende el bombillo y como si fuera su cuarto, prende el aire acondicionado y el televisor para decirse qué ver. El canal que deja visualiza que una de mis series favoritas está en su transcurso.
—Arya es demasiado astuta —dice, acostándose a mi lado. Saca de la caja un puñado de hojuelas y se las introduce todas a su cavidad bucal.
—lo sé.
(…)
¿Cómo explicar cómo me siento? ¿Cómo definir las emociones que abarcan mi cuerpo con las intenciones de hacerme delirar?
Esto se parece a aquella vez en la que decidí seguir al individuo que se introdujo en la casa de la señora Susan. Recuerdo los escalofríos que me recorrieron al ver a Jarel ahí, siendo el protagonista de tal alboroto. Ese estremecimiento es similar al de ahora. Es tanto la bruma que me arreboza que el nudo molesto en mi garganta ha hecho su aparición momentánea.
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Editado: 12.03.2021