Indagando su oscuridad

Capítulo 52. Sus verdaderas intenciones

El epílogo es muy importante, lo publicaré pronto.

Final 2/2

Eiren:

Me mantengo en silencio, sintiendo como mi respiración se desboca y la desesperación arremete contra mi pecho. La mano que sostiene el teléfono contra mi oreja temblequea, yace sudorosa y sin las fuerzas requeridas para mantener el dispositivo con firmeza. Estoy atónita, estupefacta. ¿Es así de fácil para ellos acabar con la vida de los demás? Es tan aterrador.

—Estoy escondida, tengo miedo —comenta agitada, entre sollozos que intentan ser retenidos —estoy detrás de un arbusto, temo que él se dé cuenta que observé todo. —Ahoga un jadeo y no puedo imaginarme el pavor que debe estar resguardando.

— ¿Cómo es posible? —Pregunto conmocionada, intentando entender que el hermano de Jarel está muerto — ¡tienes que esperar que Audel se vaya para que puedas irte! —le exclamo porque me atemoriza la idea de que pueda sucederle algo.

Observo a Jarel y quedo perpleja al verlo tranquilo, él sabe lo que sucede, no hace falta que le notifique lo que acaba de ocurrirle a su hermano porque está en mi mente y lo entiende. Sus facciones están sosegadas, no hay algo que lo altere. Su flojedad es alarmante. Continua conduciendo con simplicidad, sin reflejar alguna mueca que manifieste disgusto.

—No le hará daño —informa el chico a mi costado cuando ya estoy entrando en pánico. Escuchar a mí mejor amiga sollozar y no poder ayudarla es terrible —ya tuvo que haberla escuchado y si no la ha herido ahora, no lo hará después —manifiesta y sonríe al verme —tranquila.

— ¿Eiren? ¿Estás ahí? —me llama Leia, despertándome de la estupefacción.

—S-si —tartajeo. Mis ojos se cristalizan porque esto es de otro mundo —cálmate, quédate ahí hasta que se vaya y puedas irte —le aconsejo pero no escucho respuesta de su parte — ¿Leia? —Me extraña que no conteste. Observo la pantalla de mi teléfono y me percato que la llamada se ha caído —necesito volver, necesito estar con ella. —Me altero y hablo con acelero — ¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo?! ¡Es tu hermano! ¡Es Keitan! —vocifero, sin importarme que la persona con la que trato no sea pacífica y sepa llevar estos reclamos.

—Si no era él, era yo —se justifica.

— ¿Qué? —cuestiono sintiéndome perdida. Entreabro mis labios porque ahora eso tiene sentido — ¿lo sabías?

—mi padre acabó con el suyo, era de esperarse, ¿no lo crees? —Alza sus cejas y me atisba con obviedad —ella estará bien.

—Yo no puedo estar tranquila con esto, no soy como tú —replico, asfixiándome por la cantidad de pensamientos fatalistas que reúno.

Me lleno de congoja, me siento afligida porque no quiero permanecer a este mundo, no puedo continuar mi vida pasando por baches que alteran mi plenitud. Pensar que a mi mejor amiga, prácticamente una hermana, le puede pasar algo me hace sentir morir. La angustia en mi pecho no desciende, se mantiene ahí, constante, haciéndome perder la cordura.

—créeme, no le hará daño. —Aprieta el volante con sus manos y suspira, llenándose de un sentimiento que desconozco.

—Me cuesta creer que no te importa su muerte —comento, permitiendo que algunas lágrimas se desprendan de mis parpados. Es imposible que no recuerde aquellas veces que estuve junto a Keitan, si, era un demonio pero poseía algo que de una manera retorcida te sentías a gusto con su compañía —es difícil entenderlo —digo, limpiando las lágrimas de las mejillas con el dorso de mi mano derecha.

Procuro llamar a Leia, lo intento tantas veces seguidas como sea posible pero ninguna contesta. Dejo el celular sobre mi regazo y tomo el dobladillo de mi vestido para aplacar mi ansiedad con él. El nudo en mi garganta se agiganta, percibo un picor elevarse en mi pecho por la incertidumbre de no saber el estado de ella y siento como las lágrimas queman ante el recorrido que dejan por mi piel.

Casi jadeo al recibir una notificación y notar que se trata de Leia, leo el mensaje con rapidez y exhalo aliviada al entender que está bien. Me explica que esperó que Audel se marchara para luego correr hacia la parada de autobuses y dirigirse hacia la universidad, en este momento está en camino a las instalaciones.

—Te lo dije —me reprocha, lanzándome una mirada de reojo.

No le respondo, me limito a dejar caer mi cabeza en el respaldar del asiento y cerrar los ojos con cansancio. Inhalo con lentitud y decido olvidar lo que acaba de suceder, no quiero seguir pensando en el asunto porque sé con exactitud que un dolor de cabeza me atormentará después. Me volteo levemente en dirección a la ventana de copiloto y abro los parpados, deleitándome con el hermoso ambiente que asombra mi campo de visión a la vez que una sensación agridulce se instala en mi sistema por el susto que acabo de pasar.

El contraste de la flora que nos rodea junto a la niebla y el cielo grisáceo es hermosamente aterrador. Me entretengo con el espléndido paisaje, sintiendo que en diversos momentos soy escaneada por Jarel. Analizo que realmente no puedo saber cuál es el camino para llegar hasta aquí y recuerdo que el chico a mi lado me comentó que es de esa manera para que ningún ser humano se adentre por esta vía por su cuenta.



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En el texto hay: tristeza, amor, suspenso

Editado: 12.03.2021

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